¿Es posible el reparto del mundo? A veces nos llegan conceptos difíciles de creer e incluso de imaginar, ya sea por su dimensión, grandilocuencia, surrealista, virtual, ir contra corriente o por el pensamiento de que eso no nos puede pasar a nosotros, no cabe en nuestra época. Pero la realidad es que todas esas consideraciones pueden saltar por los aires en un momento dado, en unas circunstancias concretas y hacerse tan real como la vida misma.
El tercer reparto del mundo, los dos anteriores fueron en 1494 por el Tratado de Tordesillas (España) y en 1945 con la Conferencia de Yalta (Crimea) puede que el tercero se esté dando en estos días. Se están dando, mejor dicho: creando, las circunstancias propicias para ello. Un nacionalpopulismo desbordado recorre el mundo, aupado y jaleado por una doble corriente: una corriente occidental neoliberal y mercantilista que muestra la cara más dura del capitalismo salvaje, cuyo epicentro está en Estados Unidos, encarnado en su nuevo Presidente y la plutocracia que le rodea. La otra corriente es la autocrática que tiene su epicentro en oriente, cargada con la nostalgia imperial zarista de Rusia y las aspiraciones de China por cambiar el sistema de reparto del poder mundial.
La confluencia de ambas corrientes cuestiona el viejo orden mundial, basado en el respeto y las normas internacionales. Atacando así los sistemas democráticos y comprometiendo los conceptos de justicia, libertad, igualdad y derechos humanos que encarna la democracia. El caos está servido, poniendo el mundo patas arriba y, en tal escenario, aparecen o reaparecen líderes que se creen salvadores de la patria o de la humanidad. Quienes, emulando a Napoleón, no dudan en hacer suya, de pensamiento, palabra y acción, la frase de “Quien salva a su país no viola ninguna ley” (aunque no hay pruebas de que fuera pronunciada por el emperador francés) considerándose así impune, por encima de la ley.
La observación y la reflexión sobre lo que está pasando, nos lleva a la conclusión de que estamos viviendo el peor momento de la historia reciente, debido a la alta tensión geopolítica que no sabemos dónde nos llevará ni cómo terminará. Desde 1945 en que terminó la Segunda Guerra Mundial, la incertidumbre global no había alcanzado tan altos niveles. Nos trae recuerdos de la Guerra Fría y de la crisis de los misiles en 1962 en la que estuvieron involucrados la Unión Soviética y Estados Unidos, con Cuba como escenario, pero que el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear.
Ahora, son los regímenes democráticos de prácticamente todo el mundo los que están amenazados. La democracia se hunde y aquellos que persiguen un nuevo orden con un reparto del mundo hecho a su antojo, pueden salirse con la suya, por la vía de la diplomacia de la extorsión y del más fuerte, presentando e imponiendo a la comunidad internacional los hechos consumados.
En este contexto, Europa ni siquiera es el convidado de piedra. Estados Unidos, su socio habitual, no solo ha traicionado a Occidente pasándose al enemigo, sino que también ignora a Europa. Se ha ido a Riad (Arabia Saudí) con su tradicional enemigo, Rusia, a decidir sobre parte del territorio europeo. Ni Rusia ni Estados Unidos tienen ningún mandato internacional sobre Ucrania, pero van a decidir sobre su futuro al más puro estilo imperialista. En pocos días se ha puesto de manifiesto que mandan a su antojo los imperios autoritarios, que se reconocen como tales apoyándose mutuamente en la defensa de sus respectivos intereses.
La Alianza de Occidental y el orden internacional fraguados al final de la Segunda Guerra Mundial han dejado de existir. Lo puso de manifiesto el vicepresidente de Estados Unidos con el explosivo discurso que el pasado 14 de febrero pronunció en la Cumbre de Seguridad de Múnich, en el que, como representante de la nueva Administración estadounidense, atacó a Europa, en su propia casa, acusándola, infundadamente, de restricciones de la libertad y pérdida de valores, dinamitando de esta manera décadas de colaboración y amistad.
El cambio impulsado por el nuevo Presidente significa una ruptura con décadas de administraciones demócratas y republicanas estadounidense, siguiendo la estrategia de la ley del más fuerte y el reparto del mundo en zonas de influencia, entre las que Europa no aparece. Si Europa no reacciona actuando firme y unida ante tal aislamiento, se convertirá en una zona tutelada por Moscú, cumpliéndose así el sueño secular de los ultras rusos. ¡Europa, levántate y ponte a andar, tú sí puedes!.
En la nueva concepción y reparto del mundo por parte de Estados Unidos y Rusia (a quienes tal vez se sume China) se ponen de manifiesto dos visiones y sus correspondientes modelos políticos, económicos y sociales: el modelo autoritario y el modelo de las democracias liberales. En este último modelo estaba y sigue estando Occidente, excepto Estados Unidos que ha decidido pasarse al modelo autoritario, alineándose con Rusia. Las consecuencias de este cambio a escala mundial son inimaginables, difícilmente podemos alcanzar a verlas. Pero sí nos trae a la memoria malos recuerdos en la historia europea, entre ellos, los Acuerdos de Munich en 1938 cuando se vendió Checoslovaquia para intentar contener a Hitler, y la Conferencia de Yalta de 1945, en la que EE.UU. y el Reino Unido pactaron con la Unión Soviética la división de Europa y del mundo.
El móvil para los repartos del mundo siempre ha sido los intereses religiosos, económicos o de dominio. Mas, en el caso que nos ocupa, a los nuevos intereses de las grandes empresas de tecnología se suma el restablecimiento de las relaciones comerciales con Moscú, aunque para ello Washington se disponga a vender Ucrania y la amistad europea. Empezando por subvertir el lenguaje y reescribir el relato de la Historia prostituyendo la verdad. Ahora, el Presidente estadounidense culpa al Presidente ucraniano de haber comenzado la guerra (en su propio territorio) y le llama “dictador”, a la vez que amenaza con que "La Tercera Guerra Mundial no está tan lejos", si no se cumplen sus condiciones, claro.
Confiemos en que la diplomacia consiga rebajar el tono y que se mantenga la arquitectura mundial que articule los derechos humanos y el ejercicio democrático. En forma de esperanza y sosiego, escuchemos la Sinfonía del Nuevo Mundo compuesta por Antonín Dvo?ák en 1893:
https://www.youtube.com/watch?v=xbDd51E3gmg
Aguadero@acta.es
© Francisco Aguadero Fernández, 21 de febrero de 2025
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