, 07 de diciembre de 2025
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Sin decir nada
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Sin decir nada

Actualizado 14/02/2025 08:00

Se vieron aquel día de otra forma.

De pronto se leyeron los ojos como nunca antes lo habían hecho, emitiendo y recibiendo mensajes en claves extremadamente fáciles de descifrar.

Súbitamente las palabras dejaron de ser necesarias y aprendieron a entender cada uno de los silencios que a menudo se producían entre ellos.

Ninguno de los dos sabía muy bien qué hacer con todo aquello, más que estar frente a frente, como si de repente la vida les hubiera dejado, desnudos, uno ante otro, sin necesidad de más.

La calle era el paraíso, cualquier rincón insulso se llenaba de magnolias recién florecidas.

El gris asfalto estaba hecho de blanca nube mullida.

Los edificios se fueron derritiendo poco a poco en la atmósfera.

Sus zapatos no pisaban la tierra, como transportados a otro país que nunca, hasta entonces, habían habitado.

Algo vibraba suavemente en sus estómagos, delicados aleteos indescifrables que hacían revolotear todo su organismo.

Diminutas alas se deslizaban entre sus venas para bombear con incontenible fuerza al llegar al corazón.

Mirándose, ojos clavados en los ojos, había circuitos eléctricos que chispeaban delicadamente en sus cerebros.

Sus bocanadas de aliento, haciendo caso omiso del frío, se distribuían como gaviotas sobre el mar.

Sus sentimientos resonaban como ecos, como hadas revoltosas esparciéndose por el aire y llegando a cualquier lugar por lejano que se encontrara.

Comenzaron a bailar sin moverse del sitio, sin usar ni uno solo de sus músculos, en una danza que les hacía, mentalmente, dar vueltas de placer y alegría.

Los segundos dejaron de contar en todos los relojes del mundo, incluso los granos de arena dejaron de caer de un cubículo a otro desafiando la gravedad.

El mundo se había evaporado en un instante que duró para ellos igual que varios siglos.

Y allí, en invierno, aquel día, uno frente a otro, sin pisar el suelo, rodeados de flores, envueltos en su propio vaho que formaba inmaculadas nubes a su alrededor, descubrieron que había brotado el amor.

Mercedes Sánchez

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