, 07 de diciembre de 2025
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Siempre nos quedará la Patagonia
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Siempre nos quedará la Patagonia

Actualizado 13/02/2025 12:17

Aquellas personas que hemos nacido –como suele decirse- del “otro lado del Charco”, guardamos siempre en nuestra memoria esas grandes distancias que asustan hasta el más experto expedicionario. Para que mis lectores/as se hagan una idea, la superficie total de Patagonia, sumando la que corresponde a Chile y la de Argentina, llega a 1.912.000 km2. Si comparamos, por ejemplo, con Francia que tiene una superficie de 551.695 km2, equivalente a un 28,85%, o sea que entra 3 veces y media en esa región.

La chilena tiene unos 300.000 habitantes y la argentina unos 2.100.000, lo que hace un total de 2.4 millones de habitantes, lo que da una densidad de 1,26 habitantes por km2. Si tenemos en cuenta algunos de los países con la menor densidad de población como son: Mongolia (2/km2), Australia (3/km2) o Canadá (4/km2), vemos que los supera a todos ellos. En el caso de Alaska aún es más baja que la Patagonia, ya que cuenta con 0,41 habitantes por km2.

Vista entonces esta realidad, ¿por qué digo en el título de mi tribuna de hoy que “siempre nos quedará la Patagonia? Esto me suena a Casablanca, cuando al final Rick (Humphrey Bogart) le dice a Lisa (Ingrid Bergman) “que siempre nos quedará Paris”.

¿Es que hoy me he puesto nostálgico?

¡No…no es eso! Sencillamente soy realista y veo a nuestro alrededor: tenemos una guerra en el corazón de Europa, como es la de Ucrania, que según las noticias de las últimas horas nos presenta un presidente Trump que parece haber llegado a una negociación con Putin, para que esta masacre termine. También en Gaza, esperemos que se acallen definitivamente las armas, pero en todo caso, Europa, como lo ha sido el siglo pasado, parece tener una atracción especial para los conflictos bélicos.

Y cuando estoy haciéndoles mirar por mis ojos, porque conozco perfectamente la que es la región más austral del planeta, es para que especialmente, las generaciones más jóvenes y en particular, los que lleguen a posiciones políticas de relevancia en España y la UE, se acostumbren a rechazar de plano la guerra y la carrera armamentística, teniendo en sus retinas fotos, vídeos, historias, etc., de qué cosas hermosas hay en nuestro hogar común la Tierra, que hace que valga la pena defender la paz y no seguir promocionando la guerra.

Cuando en Europa se desangraba en la segunda década del siglo XX en la Primera Guerra Mundial, mi abuelo abría caminos en la Patagonia, desde la provincia de La Pampa hasta la Tierra del Fuego. Recuerdo aún cuando de pequeño, me relataba sus “aventuras” como viajante de comercio que le llevaba en ocasiones, a dormir en una mesa de billar, porque en esa posada que era lo único que había en 300 km a la redonda, no contaba con habitaciones. Sí estaba el llamado “almacén de ramos generales”, en el que podías adquirir desde tabaco hasta carne en lata, pasando por palas y alambre para cercar algunas hectáreas de tierra que ya se habían convertido en propiedad privada de algún estanciero productor de lana. Estos almacenes eran los clientes habituales de mi abuelo.

Los viajes tenían sus riesgos. Cuando el viajero se acercaba a las regiones de la Precordillera, que es el nombre con el que se denominan las estribaciones de menor altitud de la cordillera de Los Andes, que corresponden tanto al lado chileno como el argentino, los viajantes de comercio estaban expuestos a asaltos y agresiones violentas que realizaban generalmente cuatreros que no dudaban en disparar. Hablamos de una época, entre 1914 y 1920 en que aquella región era más salvaje que el propio “Far West” de Estados Unidos.

¿Saben cuál es la ventaja que tiene la Patagonia sobre el resto de regiones del mundo? Está muy alejada de todas ellas, especialmente de zonas conflictivas.

En aquella epopeya personal de mi abuelo en la que iba creando poco a poco su negocio que convirtió en una empresa próspera y de referencia en la Capital Federal, Buenos Aires, cada vez que emprendía un nuevo viaje y llegaba a la Patagonia, él se decía a sí mismo que “aquí se respira futuro”. Se emocionaba al contarme sus historias y ya me educaba sobre cuáles eran las bases para ese mañana próspero que yacía en las inmensas extensiones con riquezas naturales de todo tipo. En la Patagonia de hoy se puede seguir hablando de futuro, ya que como suele decirse coloquialmente “de muestra basta un botón”, toda la región patagónica es una de las reservas de agua dulce más importante del planeta. Y esto es esencial, habida cuenta de ríos contaminados en gran parte de Asia.

También hay que reconocer el mérito que desde el siglo XVI tienen los exploradores españoles que dan nombre a muchos lugares, correspondan a accidentes geográficos, ríos, o poblaciones que son hoy ciudades importantes de la región. No menos importante el importantísimo rol evangelizador que tuvieron los Salesianos españoles llegados a la Patagonia a mediados del siglo XIX.

España está por todas partes en la región, se puede sentir la historia e imaginar cómo sería esa odisea de Magallanes descubriendo el paso que uniría los océanos Pacífico y Atlántico, que él bautizó como “El estrecho Todos los Santos” y que finalmente paso a denominarse como “Estrecho de Magallanes” que lo descubrió en 1520 durante la expedición española a las Molucas.

La Patagonia es una reserva para toda la humanidad, como también lo es la Antártida. Se respira distancia e historia, se huele paz y ciclo vital de la naturaleza. Se puede estar absolutamente abstraído de cualquier otra realidad, en ese preciso momento en el que estás paralizado observando un glaciar o un lago y las altas cumbres de los Andes por detrás. Porque la naturaleza, su poderío y belleza llega a paralizarte. Puedes comprender la estupidez humana de la guerra, la barbarie de la destrucción de la biodiversidad y el estar atentando un día sí y otro también contra el medio ambiente. No sabemos cuidar nuestro hogar en el que deberíamos ser más compasivos con todo aquello que trasciende la propia vida humana. No aprendemos, pero tendremos que finalmente aprender y descubrir que “siempre nos quedará la Patagonia”.

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