Lunes, 27 de enero de 2025
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Presuntos presuntuosos
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Presuntos presuntuosos

Actualizado 24/01/2025 10:56

Los primeros días del mandato del nuevo presidente de EEUU, sus decisiones, sus acompañantes y sus nombramientos, parecen haber concitado en la “vieja Europa” todos los miedos, las prevenciones y las cautelas, en un doble ejercicio de hipocresía, como si no se supiese aquí que el reaccionarismo fascista es como es y se alimenta de lo que se alimenta y, por otro, como si los comportamientos, barbaridades y arbitrariedades de la administración de Donald Trump no se estuviesen aplicando, idénticas o disfrazadas de una grandeur medio ridícula, en la mayoría de los países de la hoy temblorosa Europa.

La complicidad de las empresas tecnológicas y armamentistas con la nueva administración estadounidense no dista, casi en nada, de las dependencias que los gobiernos europeos tienen también tanto de esas mismas tecnológicas como las relaciones económicas, políticas y estratégicas que condicionan los presupuestos públicos europeos, colonizados por los eufemísticamente llamados “gastos de defensa”, y que no son sino masivas compras de material de guerra, tanto para armar los ejércitos europeos cuanto para contribuir a ese ente tan real como inútil llamado OTAN.

Nada nuevo bajo el sol en el racismo trumpista, solo diferenciado del europeo por su descaro –y no tanto-, porque en Europa el racismo y la xenofobia y el se expresan de tantas formas (compra de gobiernos en países fronterizos para que sirvan de muralla ante la gente que huye; fronteras valladas y vigiladas en las que se dan casos de extrema crueldad e intolerables matanzas; vergonzosa lucha entre países, entre regiones, hasta entre provincias, para huir de responsabilidades en el drama humano que en los mares del sur de Europa se produce cada día; creación de campos de concentración para inmigrantes, expulsiones, muros, desprecios y otras perlas de la xenofobia y el racismo, que hacen que el numantinismo insolidario de Europa apenas pueda distinguirse del de los Estados Unidos de América.

Que sean en EEUU los magnates y las grandes empresas multinacionales las que, sin proceso electoral alguno y solo por la “fuerza” de su dinero, gobiernen, decidan, colonicen y condicionen las decisiones políticas, estratégicas o sociales, o que consigan por su interés la reducción de derechos laborales o cercenen el acceso a la igualdad, no debería causar ese falso escándalo en los gobiernos europeos, en los que se produce idéntico condicionamiento económico, chantaje y amenaza de empresarios, colonización institucional de castas profesionales, funcionariales o intoxicadoras –militares, eclesiásticas, judiciales…-, entidades privadas de todo tipo que manosean y son rentistas de la enseñanza, la sanidad, la justicia, la seguridad, los derechos y la protección de los necesitados que, bien cercanos ejemplos tenemos en España, alzan la voz, protestan, obstaculizan, conspiran o pudren la convivencia y el funcionamiento institucional cada vez que se pretende tocar sus status de privilegio, controlar sus usos sectarios, acabar con su gregarismo paralizante y acercar a la gente lo que es de la gente.

El comportamiento despectivo y de boicot de la nueva administración estadounidense en cuanto a los problemas acuciantes del mundo: el cambio climático, las crisis sanitarias globales o el control público de las nuevas tecnologías, así como el desprecio trumpista a los derechos de las mujeres, de las minorías sexuales, étnicas o de cualquier otro tipo, no difiere tampoco de los comportamientos de los gobiernos europeos. Solo hay que ver los resultados de las ampulosas conferencias internacionales de París, Davos y otros, o los interrogatorios a mujeres agredidas en los juzgados, o los índices de absoluciones a violadores, agresores y pederastas en Europa, para darse cuenta de que solo el nombre del país o la geografía separan las realidades.

Lejos de la intención de estas líneas defender o siquiera entender las decisiones criminales, inhumanas y fascistas de la administración estadounidense, país ejemplo, y hoy más, de cómo la propaganda, la incultura, la intoxicación social y la pura mentira son capaces de guiar el voto hacia el más oscuro totalitarismo. Pero poner a Europa, por comparación, como ejemplo de virtud democrática y respeto a los derechos humanos, no tiene sentido. La paja en el ojo ajeno, para que no estorbe la viga en el propio, debería verse desde la intención y la realidad de promover la información veraz, la educación igualitaria, la solidaridad humana, la cultura, la justicia para todos y el respeto a los derechos de las personas, tratadas como tales. Todo lo demás es pura presuntuosidad.

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