Jueves, 23 de enero de 2025
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Contracultura en un mundo postmoderno
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Contracultura en un mundo postmoderno

Actualizado 22/01/2025 08:02

Mientras los poderosos hacen la ley para el tonto y para el sabio; no tengo nada, madre, por qué vivir

BOB DYLAN

Después de todo, sólo éramos

ladrillos en la pared.

PINK FLOYD

No es fácil definir lo postmoderno; para muchos, puede ser un concepto confuso y contradictorio, pero ha formado parte del ideario filosófico de las últimas décadas. Es un término multifacético que ha sido interpretado de diversas maneras en diferentes disciplinas. Uno de los padres del concepto es Jean-François Lyotard, cuya obra La condición postmoderna marcó un momento clave en el pensamiento occidental. Esta etapa se caracteriza por el rechazo a los grandes relatos que han dado forma al pensamiento moderno, una multiplicidad de juegos de lenguaje y discursos, la fragmentación de la experiencia y una sobreabundancia de información que genera una percepción más dispersa y menos coherente de la realidad.

Filósofos como Vattimo, Derrida, Lipovetsky y Rorty comparten muchas ideas posmodernas, tales como la estética del fragmento, el desconstruccionismo y la desconfianza hacia la modernidad. Sin embargo, cada uno aporta matices propios a los postulados de la posmodernidad. Esta se entiende como una etapa posterior a la modernidad, surgida aproximadamente en la segunda mitad del siglo XX, y se caracteriza por una crítica a los valores modernos, como la fe en la razón, el progreso y las grandes narrativas universales.

La posmodernidad implica un desencanto con la razón, que deja de ser el espejo de la realidad. Se cuestiona su uso como herramienta para dominar la naturaleza y la sociedad, señalando que ha conducido a la deshumanización y alienación del ser humano. La frase de Nietzsche, "Dios ha muerto", simboliza esta pérdida del centro del sujeto y el desplazamiento del logos hacia el lenguaje, la poesía y el arte. La racionalidad cede terreno ante lo simbólico y discursivo.

En esta época se produce una pérdida de fundamento: nos encontramos en un abismo sin suelo firme ni puerto seguro para anclar nuestras ideas. Según Vattimo, “no hay fundamento para el fundamento”. El mundo verdadero se convierte en fábula, y los simulacros y reflejos adquieren protagonismo. Es una era de pluralismo teórico y ético, de proliferación de modelos y proyectos, una realidad nihilista.

La identidad individual, fragmentada y disuelta, se ve influenciada por un mundo dominado por la tecnología y el consumo masivo. Ya no es estable ni unificada, sino que se descompone en múltiples facetas que cambian según el contexto social, cultural y tecnológico. Los medios de comunicación y la tecnología digital contribuyen a esta dispersión, creando y recreando constantemente nuevas imágenes y roles. Además, la racionalidad instrumental y la mercantilización de la vida cotidiana deshumanizan al sujeto, reduciendo las relaciones humanas a simples transacciones económicas.

Lyotard destaca el rechazo a los metarrelatos, mientras que Vattimo enfatiza la crítica a las realidades absolutas. Estos relatos, grandes visiones metafísicas, políticas o religiosas, ocultan una visión totalitaria que somete a los individuos. Frente a esto, los pensadores posmodernos proponen el vacío o lo lúdico, celebrando la locura y el deseo expresados en pequeños relatos. La era de la comunicación ha creado una pluralización irreversible, con múltiples imágenes e interpretaciones que desplazan el dominio cultural occidental y permiten el florecimiento de culturas minoritarias.

La posmodernidad también cuestiona la concepción lineal del tiempo y del progreso, proponiendo un “fin de la historia” en términos de los grandes relatos. Sin embargo, algunos pensadores, como Vattimo, prefieren hablar del “fin de la historicidad” para evitar malentendidos. Frente al ahistoricismo de Derrida, se defiende la necesidad de una cierta conciencia histórica para poder hacer ética y política. Aunque la realidad sea múltiple y cambiante, no se puede renunciar por completo a una dirección o sentido histórico.

Esta etapa se caracteriza por la democratización del hecho cultural, la exaltación de la diferencia y el reconocimiento de la diversidad. Promueve la hibridez, el nomadismo y el mestizaje, desafiando las fuerzas despersonalizadoras de la sociedad industrial y de consumo. Movimientos como el feminismo, el ecologismo y el pacifismo encuentran en la posmodernidad un marco para recuperar la identidad y la autonomía del individuo.

El arte desempeña un papel crucial en la posmodernidad como medio de resistencia y transformación social. Cuestiona las normas culturales dominantes, critica la mercantilización del arte y promueve la creatividad y la experimentación. Se vincula estrechamente con la acción política, utiliza símbolos provocadores, recupera tradiciones locales y reflexiona sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza.

Por otro lado, la música dentro de los movimientos contraculturales comenzó como una herramienta poderosa para la expresión y la unidad, pero fue eventualmente comercializada, lo que llevó a la pérdida de su espíritu rebelde original, invirtiendo los símbolos contraculturales. A pesar de esto, ciertos géneros como la música soul lograron mantener su significado cultural, destacando la compleja tensión entre la entre la expresión artística y las fuerzas del mercado.

Puede que en la actualidad después de cuarenta años de discusión sobre la postmodernidad, ha pasado de ser un tema filosófico abstracto a una realidad impuesta por los medios de comunicación de masas y la industria cultural, que dictan una política, economía, manera de vivir, estética y moda postmodernas.

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