, 26 de enero de 2025
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Malos tiempos para la democracia, los derechos humanos y las políticas sociales
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Desde la Code. Profesor de Derecho Penal de la Usal

Malos tiempos para la democracia, los derechos humanos y las políticas sociales

Actualizado 18/01/2025 09:09

La victoria de Trump en las pasadas elecciones presidenciales de USA (noviembre de 2024), ha generado incertidumbre en la parte de la geografía mundial que disfruta de regímenes políticos democráticos. Hace décadas sería impensable que un político que ha pisoteado las normas básicas de convivencia, que, perdiendo las elecciones presidenciales claramente en 2019, presionó a funcionarios estatales para subvertir el resultado de las urnas, que instó a sus correligionarios a reunirse en el Capitolio (Congreso norteamericano) para presionar al vicepresidente de turno, Mike Pence, con el fin de que se negara a certificar el resultado electoral que dio la victoria a Joe Biden, que defendió el ataque al Capitolio en el que murieron varios manifestantes y agentes de policía, sería impensable, insisto, que 4 años más tarde ganase las elecciones presidenciales y que, a pesar de que el informe del Equipo de Jack Smith (abogado especial designado para investigar los presuntos delitos cometidos por el ahora presidente electo al intentar cambiar, por la fuerza, el resultado electoral de 2019) ha determinado que Trump cometió delitos, pero no puede ser condenado al haber sido elegido presidente de USA en las pasadas elecciones de noviembre de 2024. Me recuerda esto al argumento que en los últimos años ha utilizado Feijóo cuando le preguntan por la amistad que mantuvo con el narcotraficante Marcial Dorado, diciendo Feijóo que después de aquélla amistad y aquéllas fotos, ha ganado varias elecciones en Galicia y por mayoría absoluta, por lo cual, lo que intenta transmitir Feijóo es que aunque hubiera habido actuaciones presuntamente corruptas por su parte, quedan justificadas al ser reelegido en los siguientes procesos electorales autonómicos.

Pero no sólo parecen avecinarse malos tiempos para los sistemas democráticos, sino también para un Orden planetario que surgió de la reacción de la comunidad internacional a los gravísimos ataques a los derechos humanos que se produjeron en la Segunda Guerra Mundial, Orden, cuya normativa que hunde sus raíces en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada en la Asamblea General de Naciones Unidas, en París, el 10 de diciembre de 1948 y en los Convenios y Tratados internacionales sobre derechos fundamentales y libertades publicas.

En esa órbita “Trumpista” están proliferando gobiernos que violan sistemáticamente los derechos humanos, declarando “estados de excepción” como en El Salvador, país en el que su populista presidente Bukele está llenado las cárceles con ciudadanos cuyo único delito es tener tatuajes en el cuerpo con simbología de las “maras” (grupos juveniles de delincuencia organizada muy violenta) “Salvatrucha” o “M-18”, pero sin pertenecer a las mismas ni haber cometido hechos delictivos por los que podrían ser perseguidos penalmente. Muchos de estos encarcelados han resultado inocentes después de años en prisión, otros han sido asesinados, bien por otros reclusos o por autoridades del Estado. En muchos de estos países la seguridad publica de policías y agentes ni funciona ni se le espera que lo hagan y sólo funciona la seguridad privada que pueden pagar únicamente las grandes fortunas Esto, unido a la libertad para la adquisición de armas de fuego, convierte a esas sociedades en una selva donde vence siempre la razón de la fuerza y no la fuerza de la razón. Nos devuelve al “estado salvaje” donde funciona la “ley del talión”, la venganza privada para resolver los conflictos, convirtiendo la máxima “Hobbesiana” del “homo homini lupus” (el hombre es un lobo para el hombre) en un axioma normalizado unido a la convivencia humana. Es decir, nos devuelve al origen individual, egoísta y violento del hombre, no como un ser social, tolerante, solidario y fraternal como debe ser en una sociedad pluralista y democrática.

Por último, las políticas “Trumpistas” y de la extrema derecha mundial, se alinean con una salvaje economía de mercado donde el Estado –Ultraliberal de Derecho- no intervenga nada en la economía. Es cierto que un Estado Liberal de Derecho impone menos cargas tributarias a los ciudadanos y adelgaza el Estado, lo que perjudica notablemente a la inmensa mayoría de la ciudadanía, las clases medias y trabajadoras, los que cuentan con menos recursos y necesitan que las políticas de sanidad, educación o de servicios sociales, sean públicas y no privadas. De lo contrario, no podrían costearse una sanidad o educación privadas y quién nace en cuna pobre nunca podría acceder a una formación adecuada para poder desempeñar un mejor futuro profesional y una mejor calidad de vida ni a tratamientos de enfermedades graves a los que sólo podrían acceder los más ricos. Lo mismo ocurre con las pensiones de jubilación. La experiencia nos la está ofreciendo el gobierno ultra liberal de Milei, en Argentina, donde las pensiones de los más vulnerables se están reduciendo cada día más y, en consecuencia, las bolsas de pobreza serán cada día mayores.

Estas políticas, de vulneración de los derechos humanos y de ahogamiento del Estado del Bienestar, son las que pretenden impulsar los políticos españoles de la derecha y de la extrema derecha (PP y VOX); es la que se está llevando a cabo en Madrid privatizando los servicios públicos esenciales y la que pretenden implantar en España si llegan al gobierno. También en la política de vivienda, al querer liberalizar en exceso el precio del mercado de venta y alquiler. En un Estado Social y Democrático de Derecho como el nuestro, el Estado tiene que intervenir en los procesos económicos para corregir los desequilibrios sociales. En definitiva, luchemos por el mantenimiento del Estado Social y Democrático de Derecho, en el que vivamos todos en armonía y fraternidad y no por el retroceso a un Estado ultra liberal en el que sólo puedan vivir los más ricos y hacendados.

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