Después de los derroches, las alegrías y risas más o menos enérgicas, la paz serena de los días fríos y festivos, según la mayor parte de la prensa europea, nacional y americana, aparecerá “el lobo”. El miedo ya ha llegado, a excepción de los grupos occidentales de extrema derecha, que, al parecer, están muy contentos con la anunciada llegada de D. Trump y el variopinto “equipo” que previamente ha nombrado para gobernar. La metáfora del lobo no me la he inventado yo, sino aparecía en un dibujo de uno de nuestros periódicos nacionales: en el dibujo toda una multitud aterrorizada hacían una piña, mientras por una de las esquinas de la plaza aparecía el terrible depredador.
La fábula del lobo cambia el guión en este largo mes de enero: ahora sí, no solo aparece el lobo, sino que vuelve a sus andanzas, pues ya gozó de una legislatura entera en el pasado reciente. Por lo poco que conozco de política norteamericana, en ese primer gobierno destrozó algunos derechos humanos lejanamente instituidos, dio algunas sorpresas con ciertas “amistades peligrosas” y terminó su mandato con mucho ruido ( algo más que una cacerolada) animando a sus fans a asaltar el Capitolio, el Congreso de los EEUU, como protesta por los resultados de las elecciones, manipulados, según sus partidarios.
D. Trump es de carácter inestable y a veces imprevisible ( nos cuentan los periodistas más informados) pero cuando observa que los adversarios tienen miedo se siente con la partida ganada. Y de ahí, de sentirla ganada a ganarla de verdad va, en su caso, un simple paso: tomar las decisiones temidas, hacer, sin dudarlo, su voluntad y la de los grupos que le apoyan y/o temen. ( No debemos olvidar qué tres grandes grupos de la sociedad norteamericana le votó masiva e inesperadamente en estas últimas elecciones: las mujeres, los inmigrantes latinos, sobre todo, y los trabajadores sin estudios académicos; los tres grupos que, al menos en teoría, le temían más).
Los europeos hemos imitado las costumbres, el modo de vida, las modas americanas, desde hace ya más de un siglo: desde sus prendas visibles, las gorras viseras, los pantalones vaqueros, la coca cola, los coches, hasta las más invisibles, como la Fiesta de los Muertos, los neologismos o el reciente populismo anarquizante. Ha sido un siglo en el que no era el miedo a USA el sentimiento predominante de los europeos, sino el querer ser como ellos. Por eso hemos imitado sus costumbres.
La política de defensa de Europa la han trazado ellos. La cabeza de la OTAN la han ocupado ellos. Si echáramos al baúl de los recuerdos tanto el miedo como el deseo de ser como ellos, quizás los europeos no hablaríamos de “un lobo”, sino de un rico comerciante con el que es difícil negociar, pero no imposible.
Como en el juego del póquer, es imprescindible para el ganador que, si lo tiene, no se le vea ningún miedo en las largas y variadas batallas comerciales que se avecinan.
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