Un artículo de Miguel Ángel González, prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes
Tiene especial encanto la fiesta de la Epifanía del Señor, llamada de los Reyes Magos. Se nos pone cara de los años cuando la inocencia era luz que alumbraba la mirada y el corazón soñaba con ilusión. La mejor cabalgata de Reyes son los ojos de los niños que se abren para ver pasar lo que para ellos es un misterio. ¡Quién tuviera esa mirada en la cabalgata de la vida de cada día!
Vayamos a la primera cabalgata de la historia con los magos, y curiosos del universo. Nosotros también somos andariegos, peregrinos de algo grande, a lo teresiano, con corazón inquieto hasta encontrar la belleza y la verdad que atisba el corazón.
Los pastores llegan al portal y los lugareños, curiosos, se hacen presentes para ver a aquellos sabios del Oriente. Isaías invita a levantar la mirada ante la luz que llega, porque amanece en la vida la gloria del Señor como sol que brilla siempre. Las oscuridades, tinieblas y sombras seguirán, pero el que es luz y aurora resplandeciente, nos pone en marcha para ofrecerle oro de caridad, incienso de oración, y mirra de entrega.
Los Reyes llegan atraídos por la estrella. Las preguntas les ponen en camino hacia la respuesta, que es Jesucristo, y sus oscuridades encuentran en el destello de la estrella al que es la Luz del mundo. “A veces la estrella se ocultaba”, afirmó Benedicto XVI, entonces se camina “sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía”, dijo San Juan de la Cruz. Luz que Dios enciende en Belén. Llegan y adoran al Niño, respuesta de todo enigma, búsqueda y pregunta. Le regalan cuanto llevaban de bello y valioso.
“Sigamos el ejemplo de los Magos”, escribe en el siglo IV san Juan Crisóstomo. Encontremos la estrella que el Señor enciende en nuestra vida a través de las circunstancias. De esta luz somos buscadores, peregrinos del Bien, de la Paz, de Jesucristo. Felices nosotros si abrimos ante Él el cofre de la pequeñez para ser bendecidos con su grandeza. Como agradecimiento por tan gran regalo, seamos estrellas humildes para poner en camino a todos, amados de Dios. El regalo que yo quiero.
Con los versos de la escritora cristiana Gloria Fuertes concluimos: Yo no deseo un regalo/ que se compre con dinero./ He de pedir a los Reyes/ algo que aquí no tengo:/ pido dones de alegría/ y la canción de un jilguero,/ y la flor de la esperanza/ y una fe que venza el miedo./ Pido un corazón muy grande/ para amar al mundo entero./ Yo pido a los Reyes Magos/ las cosas que hay en el cielo:/ un vestido de ternura,/ una cascada de besos,/ la hermosura de los ángeles,/ sus villancicos y versos,/ y una sonrisa del Niño./ El regalo que yo quiero.