Una de las cosas más tremendas que puede afectar a una sociedad entera, es cuando pulula el victimismo colectivo que se ha enquistado en aquella, como la mala hierba lo hace reduciendo el rendimiento de las cosechas.
¿Qué característica define claramente a la personalidad victimista? En términos generales, no aceptar la responsabilidad personal de sus circunstancias, lo que tiene una consecuencia directa que es reducir su poder para cambiar las cosas.
Una de las primeras reacciones de un victimista, es que confunde cuando toma malas decisiones con una especie de destino trágico, lo cual solo está en su imaginación.
Hay que asumir siempre las responsabilidades de la parte que nos toca por las acciones que hayamos hecho. Pero no va a ser el pensamiento victimista el que provoque el cambio, sino la acción que hagamos consciente de que es la necesaria que hay que implementar en ese momento.
Porque por más que deseemos que se produzca un cambio, este sentimiento de ninguna manera va a cambiar nada las circunstancias, que son independientes de nosotros, que tienen su propia inercia. Lo que sí lo va a hacer es la manera en que asumamos dicho cambio, especialmente cómo va a ser nuestro comportamiento.
La acción de las personas para cambiar su mundo personal
Impulsando el cambio cada persona contribuye también al cambio del otro mundo, ese espacio que es mucho mayor que el que le rodea y en el que debe luchar y convivir. Cuando se ampara en transmitir ese sentimiento de víctima a los demás, les está endosando también la responsabilidad sobre sus desgracias (en el ámbito personal) o de su incompetencia (en el ámbito de la política).
¿No me digan que alguna vez no han experimentado ese sentimiento de víctima? Esto no es malo en sí mismo, cuando sí hay un motivo para sentirse víctima, por ejemplo, de un mal trato en las relaciones personales. Lo que sí es negativo son las circunstancias en las cuales terminamos haciendo de un problema menor o que tiene solución, todo un mundo y que además nos sentimos víctimas de la situación. Casi siempre este sentimiento nos causa angustia.
Pero se convierte en una patología clara cuando endosamos la supuesta culpa de lo que nos pasa hacia otras personas, que en realidad no tienen nada que ver o no son directamente responsables con lo que nos sucede.
¿Afán de protagonismo?
Sin duda una personalidad victimista asume un rol protagonista importante. También su forma de expresarse y sus gestos acompañan una manera de comportarse típica de quién se siente víctima, aunque en realidad no lo sea.
Pero uno de los peores escenarios en el que actúan las personalidades victimistas, es cuando sabemos que su sentimiento de derrota es algo crónico, ya que se encuentran en una especie de estado permanente de disconformidad, insatisfacción y queja. Se convierten en personas que muy difícilmente puedan transmitir emociones positivas.
Vayamos al caso que cuando desde una posición política de relevancia, se culpa de que, por ejemplo, ciertos problemas que están pendientes de resolver y en la consciencia colectiva, como, por ejemplo, la reducción de la jornada laboral. Y se entre en ese bucle en el que se crea que únicamente la culpa de este supuesto mal a vencer pertenece a los empresarios, que es como querer apoyar algo en una mesa de tres patas, porque se caerán las cosas.
Cuando así se procede, se rompe, aunque no sea el fin perseguido de ningún político, con la iniciativa individual, con la búsqueda de acuerdos en beneficio de su gente, porque el nivel de competencia actual de los mercados, exige que las empresas y sus empleados cada vez estén mejor capacitados para ser competitivos. Por ello, las cuestiones que terminan afectando la productividad general de un país, hay que considerarlas desde la responsabilidad real que cada parte integrante tiene en la acción, y no por capricho o decreto, que en una mayoría de situaciones resulta ser ineficiente.
Cuando una persona en cualquier rol que esté ejerciendo en ese momento, asume un papel victimista, lo que hace es cubrirse de una especie de capa protectora de sus propios fracasos e inseguridades. Se acostumbran a ello y no son capaces de renunciar porque se sienten cómodas en esa posición.
A nivel de sus trabajos, por ejemplo, no les preocupa en cuánto puedan intoxicar el ambiente laboral o incluso a nivel personal en una relación, porque son egocentristas y ejercen de manera constante un rol que les permite que se fije la atención en ellas.
También es cierto que algunas personas adoptan esta actitud de manera inconsciente, pero justamente no es el caso de los victimistas crónicos, que para ellos es su manera de conducirse en la vida. De este modo se liberan de cualquier responsabilidad en sus acciones y culpabilizan al resto de lo que les ocurre.
Cuando del victimismo se pasa al pesimismo
Una de las consecuencias más directas del estado victimista en el que cae con frecuencia una persona, es tener también una visión pesimista de la vida. Cuando aflora la desconfianza a su propio trabajo y acciones, tratando de tirar balones fuera buscando responsables en otros compañeros o jefes, lo que se logra es un ambiente inestable, a veces irrespirable.
En la política, cuando, por ejemplo, la oposición se siente víctima de algunas acciones que ha realizado el gobierno, pero que, en realidad, pertenecen a su propia incapacidad para asumir una posición sólida respecto a determinada cuestión, que está preocupando a la sociedad y que el gobierno de turno se ve forzado a tomar medidas.
Surgen las palabras inadecuadas y como siempre la falta de oportunidad en una respuesta, que complica aún todavía más, una situación de inestabilidad emocional (en el plano individual) o de inestabilidad social (en el plano colectivo). Los políticos que ejercen el victimismo, contribuyen sin que se lo hayan propuesto, a acrecentar el grado de inestabilidad en una sociedad.
Cuando la personalidad victimista se instala y convive en la psicología de un individuo, termina transformándolo en sus sentimientos más profundos, alimentando, por ejemplo, la ira, que a su vez puede terminar en actitudes más agresivas en sus relaciones interpersonales.
La intolerancia, así como el desprecio son piezas comunes en la relación hacia algunas personas que son consideradas culpables y/o responsables de los supuestos males que está padeciendo quién ha desatado este sentimiento.
La víctima puede tener un sentimiento de dolor e impotencia, pero es su actitud la que le granjea algunos beneficios, tales como eludir o diferir según sea la situación, la responsabilidad que trata que caiga en otra u otras personas. Las que considera que son las que han de resolver su propio conflicto y asumir la responsabilidad de lo que le sucede.
El victimismo más que una acción es una actitud
No importa quién actúa y sus funciones, así como responsabilidades que tiene. La cuestión es qué cosas que hace o dice emanan de su personalidad vitimista que le achaca a los demás los problemas y consecuencias que supuestamente está sufriendo.
La búsqueda de la atención de los demás sobre la personalidad del victimista, es sin duda una muestra palpable de experiencias traumáticas pasadas no superadas, del mismo modo, que la necesidad imperiosa de una búsqueda de protección.
En realidad, en nuestras actitudes diarias, a veces inconscientes, estamos a disgusto por algo que nos ha salido mal. Pero en realidad nos estamos culpando en nuestro interior porque sabemos que somos responsables de lo sucedido. Entonces, como una defensa natural de nuestra mente, preferimos sentirnos víctimas en vez de afrontar ese sentimiento de culpa interna. Sería mucho más fácil hablar de ello y aprender a convivir con la culpa en casos que realmente sean graves o que hayan tenido un impacto en nuestra vida.
En definitiva, echar balones fuera culpándolos a los demás de nuestro supuesto mal destino (así sea un tema puntual), o no querer ver la culpa para resolverla y asumir el papel de víctimas, es una búsqueda generalmente inconsciente de querer calmar esa sensación de culpa para estar en paz con nosotros mismos.
¡Pero cuidado! En la medida que nuestra lucidez nos permita ser conscientes de la situación, debemos objetivar bien el problema, para poder erradicarlo al saber cómo tratarlo, pero nunca llevarlo al terreno del victimismo que terminará haciéndonos daño personal y a muchas personas de nuestro entorno.
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