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Dimas Benito, la jubilación de un todoterreno
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ALBA DE TORMES

Dimas Benito, la jubilación de un todoterreno

Actualizado 31/12/2024 10:42

Tras 50 años de trabajo, se jubila un gran mecánico y un deportista incombustible

Con 14 años un joven de Herrezuelo, al que sus padres pusieron el nombre del buen ladrón: Dimas, recorría con su bicicleta temprano por la mañana, la carretera en dirección a Alba de Tormes. No por ocio, ni por practicar deporte, aunque quizá en este momento su cuerpo empezara a segregar la serotonina, dopamina y adrenalina que tiempo más tarde convertirían a este crío en un atleta incombustible. Cogía la bicicleta para ir a su primer trabajo, en un taller mecánico de la Villa Ducal. Hacía mucho frío en aquella feliz década de los 70, probablemente más que ahora. También llovía, y en esas mañanas después de diez kilómetros en bicicleta, el pequeño Dimas trabajaba durante horas calentando sus manos al calor de los motores. En aquellas mañanas de frío, en el feliz tiempo de descanso, Román y Eva preparaban algo caliente a este prematuro mecánico en ese lugar que resiste al envite del tiempo y que se llama Miratormes. Allí descansaba brevemente para volver a meter las manos en grasa. Al terminar la jornada volvía a su pequeño pueblo de nuevo en bici, al ocaso, sin apenas luz en los inviernos inclementes de Castilla. Y así durante años hasta que ya con la mayoría de edad empezó a hacer el mismo trayecto con el Renault 4L de Canor, su padre.

Dimas Benito, la jubilación de un todoterreno | Imagen 1

Y la vida pasaba entre cosecha y cosecha, donde también echaba la mano a su familia. Más tarde en sus ratos libres ganaría un extra cosechando con una cosechadora sin cabina. Todavía recuerda mi tía como cuando llegaba, no se le distinguía entre el polvo que llevaba sobre la ropa y sobre la piel. Pero no todo fue trabajar. Ya entrado nuestro hombre en la treintena, comenzó a construirse el insaciable deportista que conoce tanta gente. Dimas, pasó de la bicicleta al karate, deporte en el que consiguió el cinturón negro y que le ayudó a preparar físicamente el cuerpo para lo que vino después. Los domingos pasaba largas mañanas de jornadas de caza menor, bajando y subiendo las laderas de Herrezuelo, como Delibes, en busca de la escurridiza perdiz roja. Kilómetros pisando barro y maneando tierras para amanecer los lunes con un dolor de piernas que el que escribe ha padecido en muchas ocasiones por seguir su ritmo en el campo, pero también en el asfalto. Porque al igual que otros hombres de los que ya no existen, el nuestro desarrolló un gusto férreo por poner el cuerpo a prueba de manera constante.

Cuando conoció a Miguel Ángel Rivero, su primer y único entrenador empezó a entrenar en sus tiempos libres, en ese descanso a mediodía, cuando el sol aprieta más fuerte. Y empezó a ser el único loco, o de los pocos que corrían de allá para acá por las carreteras cercanas a la Villa Ducal. A finales de los años 90 y principios del nuevo siglo, siendo ya un atleta veterano consiguió estar a un nivel excepcional lo que le valió no solo llenar una gran vitrina de trofeos de diferentes míticas carreras (Media Maratón de Medina del Campo, Maratón de Madrid, Cross de Cantimpalos…) sino que le sirvió para ser reconocido como una leyenda del atletismo popular salmantino. Sus compañeros veteranos le recuerdan como un atleta increíblemente duro, resistente, desenvuelto especialmente en el Cross y en terrenos con agudos ascensos y descensos. Dimas corría mucho donde los demás no corren tanto. Y lo sigue haciendo. Y eso le sirvió para ser especialmente querido por los atletas de su generación y respetado por los atletas jóvenes.

Pero no son estas las mayores virtudes de nuestro incombustible deportista. Fue siempre un hombre hecho a sí mismo, fuerte, trabajaba y entrenaba sin descanso y todas las noches después de cenar se bebía dos litros de leche de vaca ordeñada ese día, con pan. Otra pasta, un atleta de otro tiempo, capaz de hacer frente a las dificultades. Todavía le recuerdo, cuando entrenábamos juntos, subiendo muy fuerte una cuesta me decía: “Cuando subes una cuesta, el que primero recupera arriba, se marcha…”. Y esta frase no es solo una enseñanza para el deporte, lo es para la vida. Caes y te levantas. Te derrumbas de cansancio y recuperas. En 2011 después de superar un bache que truncaría su vida profesional y deportiva, y en un momento en el que estuvo a punto de perder la vida, abre su propio taller y vuelve a estar a gran nivel deportivo. Con miedo, eso sí, aún se acuerda Carmina cuando en los primeros días abierto decía: “no viene nadie, tengo que cerrar…” A las dos semanas no daba abasto con el trabajo. Porque la mayor virtud de Dimas es su disposición, su generosidad, su amabilidad incondicional, su entrega a la hora de ayudar a amigos, a clientes, a la familia. Y todo esto le valió una cosa. Ser conocido por todos y querido por todos los que le conocieron. Hoy el hombre al que todos conocen cierra las puertas después de más de cincuenta años trabajando y de toda una vida siendo una gran persona y un referente para quien escribe. Ya conocen parte de su historia. Pero que les voy a decir que no sepan. Disfruta de tu merecido descanso, Dimas.

Pablo González Martín

Dimas Benito, la jubilación de un todoterreno | Imagen 2