Con motivo del aniversario de la muerte de Tomás Becker se les distingue por un importante hallazgo histórico en la ciudad charra
Como una muestra más del deseo de la comunidad anglicana de servir a la sociedad salmantina con la que se siente tan vinculada, los premios “La Chova piquirroja” se instauran con el deseo de unir a través de la cultura, recordando la vinculación de la religión protestante con la ciudad de Salamanca. Una ciudad en la que antes de la guerra había una escuela protestante a la que asistían casi trescientos niños, hijos de obreros y una comunidad importante cuya cabeza entonces, Atilano Coco, fue asesinado para desesperación del que era su amigo y compañero de tertulia, Miguel de Unamuno. Rubén Leginos, pastor de la iglesia anglicana de Salamanca, que tiene su sede en la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, recuerda esta vinculación haciendo entrega precisamente de una Chova, pintada por el artista del Estudio Cibeles, cercano al templo románico a Charo García de Arriba y Miguel Ángel Martín Mas, que han estudiado y puesto en valor precisamente este símbolo que se identifica con el mártir inglés. Se trata de sumar y no enfrentarse, y ahí está el poema que lee Ken, de la sociedad de amigos de Japón, en el que se citan los pájaros que también tienen su espacio en la gaita y el tamboril de Víctor Hernández. Salamanca en todas sus facetas.
Y este Primer Premio La Chova Piquirroja no podía tener mejor inicio que una conferencia sobre Tomás Becker, y las palabras de Miguel Ángel Martín Mas son elocuentes: hablar de este personaje en una iglesia consagrada muy tempranamente al santo bajo una bóveda de tiro aquitanado o Plantagenet es un privilegio comparable al hecho de haber conocido ahí al Deán de Canterbury, Robert Willis, fallecido este año, que tanto se interesó por la techumbre del convento de Las Claras donde aparece dibujada la Chova Piquirroja que representa a un santo cuyo asesinato se celebra el 29 de Diciembre.
Mano a mano, con esa mezcla de rigor, humor, cercanía y conocimiento, Charo y Miguel Ángel nos sitúan en la Inglaterra y la Francia del siglo XII donde reinaba Enrique II y un joven que no era noble, Tomás Becket, de grandes cualidades, se convierte en asistente del Arzobispo de Canterbury y después, en canciller del rey. Hombre inteligente, que viaja a menudo y que se hace íntimo de su señor, es promovido por este al arzobispado de Canterbury. Pero el deseo del rey de dominar el poder eclesiástico choca con el cambio de vida de Becket, quien temiendo por su vida llega a exiliarse regresando precisamente cuando el rey se queja ante los suyos de que nadie le libra de ese cura que antes fue su amigo. El resto de la historia ya la conocemos; cuatro caballeros del rey discuten y matan violentamente a Becket en la catedral convirtiéndole en un mártir cuya suerte conmociona a toda la cristiandad y en un hacedor de milagros, porque se dice que la sangre derramada tiene cualidades sanadoras.
Una sangre que también alimenta la leyenda, tres cuervos se mojan el pico y las patas con ella y se convierten en la Chova Piquirroja que pasará a la heráldica atribuida al santo y a la ciudad de Canterbury. Ave muy emblemática, propia de los acantilados y vinculada con el rey Arturo ¿qué hace una chova piquirroja en lo alto de la techumbre del convento de las Claras salmantino para que la descubran Charo y Miguel Ángel? La historia de Becket no cesa con su muerte, el rey ha de cumplir penitencia, se le nombra santo con gran celeridad y su culto, interrumpido después por el Enrique VIII, llega a toda Europa por la fama del personaje y sus milagros y por las princesas casadas con los grandes de la época. Y aquí aparece la hija de Leonor de Aquitania, esposa de Alfonso VIII junto con el Císter para traer el culto al mártir, así como la poesía trovadoresca y la heráldica. Y será su hija Berenguela, la muñidora de la unión de Castilla y León, señora de Salamanca, la que incida en la devoción a Santo Tomás, ayudada por uno de los santos más desconocidos de nuestra historia: San Martino de León, un personaje que pasó treinta años de su vida peregrinando y que le habló a la reina de la tumba del santo, arrasada por cierto por Enrique VIII quien tampoco, según Charo García de Arriba, tenía mucho amor a los Tomás, puesto que decapitó a Tomás Moro. Pero esa es otra historia.
Acción y reacción, señala Miguel Ángel, la prohibición ayuda a expandir el culto a Tomás Cantuariense, que en Salamanca tiene una de sus primeras iglesias consagradas a su persona y que según los historiadores decimonónicos fue fundada por los maestros ingleses Gandulfo y Ricardo. Maestros en la universidad lo fueron, pero no hay textos que atestigüen ni que fueran ingleses, ni que fundaran la iglesia, que, en opinión de ambos expertos, parece fruto del interés de la reina Berenguela, artífice también del cercano convento de las Claras que guarda en su techumbre la historia de su vida. Hay que poner en contexto, señala Charo García de Arriba: la iglesia estaba junto al colegio de Santo Tomás, del que quedan dos emblemas, la puerta de la muralla y la calle se llamaban así y al lado, el convento de las Claras luce en su techumbre el extraño dibujo de un pájaro que se vincula a la tradición y a la leyenda del mártir inglés.
Un Santo, arzobispo y personaje de tiempos históricos convulsos en los que la amistad y el poder forjaron una historia de amor, odio, redención y muerte, cuyo recuerdo se celebra a finales de diciembre y cuyo eco sobrevuela el tiempo y la distancia. Un pájaro humilde, un córvido pintado en una techumbre resguardada por la historia y un ejercicio de investigación lleno de originalidad y de curiosidad. Y solo nos falta la mirada sabia de Robert Willis para recordarnos sus palabras en este mismo lugar: “Es un milagro, las cosas suceden cuando es necesario que sucedan”.
Charo Alonso. Fotografías: Fernando Sánchez Gómez.