"Pienso que la Navidad es una fiesta necesaria; necesitamos un aniversario durante el cual podamos lamentar todas las imperfecciones de nuestras relaciones humanas. Es la fiesta del fracaso, triste pero consoladora" (Graham Greene)
Nunca como ahora necesitamos un año nuevo. Necesitamos un año que no nos regale las atrocidades, desolación, miedo, despropósitos y muerte. Necesitamos un nuevo año con distinto porvenir, al que dejamos atrás. Necesitamos saber que otras Navidades, no van a ser así, que nos alumbrara un nuevo año con mentes sanas, para superar este 2024 podrido, diabólico y triste, muy triste. Testigos son Gaza, Ucrania, Valencia, por ejemplo.
No es precisamente este comentarista un defensor a ultranza del espíritu navideño. Uno va dejando a través de los años muchas penas por el camino. Sin embargo, sí puedo observar que cuando se aproxima la Navidad, siempre hay un lugar para los recuerdos, las nostalgias, de aquellas fiestas, que llenaban de alegría nuestras mocedades. Hay una euforia que se desprende del ambiente y penetra en el alma de los humanos, capaz de suavizar por unos días los más duros corazones.
Estas festividades, nos hacen percibir, que son como la mejor medicina aplicada para superar la decadencia, en el que nos vemos inmersos la mayoría de los días del año en curso. Los reflejos navideños, son brillos que mantienen su intensidad independientemente de los años, de las pupilas que los devuelven intensificados por emociones que aprovechan para salir a la luz y mostrarse abiertamente, incluso las pupilas de aquellos, que, por unas causas u otras, niegan la importancia de estas fechas, se ven invadidas por el ambiente y obligadas a retransmitir el mensaje festivo, algunas veces en contradicción con lo que dicen sus palabras.
Esta festividad, que nos acerca al desenfado, al bullicio, y nos inclina a perdonar, es importante aprovechar la ocasión para romper monotonías, recordar emotividades, transmitir deseos, fabricar pronósticos, formular intenciones, alejarnos de lo superfluo, y de aquello que nos pueda contaminar negativamente, y así prepararnos para superar el duro invierno, pero revitalizante y portador de nuevas primaveras y sueños de veranos.
Es la época apropiada para vivir excesos de comida, de bebida de comenzar a revivir y reproducir nuevos sentimientos que saltan en el ambiente como pedacitos de un espejo roto por el suelo, que reproducen repetidamente la misma imagen, nuestra coraza, esa que llevamos como lastre durante prácticamente el resto de los meses del año, explota y la dejamos caer desprendiéndonos de su carga, y al hacerlo nos llena de nuevo la plenitud sentimental y actuamos repitiendo parabienes a nuestros semejantes, amigos y familiares, repitiendo en cada ocasión y en cada esquirla de los añicos de espejo nuestros mejores deseos navideños y mejor futuro.
Y aunque la calle está dominada por la ira, provocado por el temor hiriente de un futuro, que empezamos a presentir apestoso, maloliente, negativo y violento, donde estamos perdiendo calidad de vida, enzarzados en buscar una salida, que nunca llegara ante tanta palabrería inconsistente, tanta malversación indecente y tanta corrupción en exclusiva de clase dirigente omnipotente una vez elegida en la urnas democráticamente… ¡Que gracia, que la democracia activa por el poder que emana de la gente, crea la clase que luego domina y engaña!.
Difícil definir ese tipo de ira que se queda en ruido no sordo, sino ensordecido, cuatro palabras más altas, algún insulto enviado a un televisor que permanece impasible mientras continúa enviándonos mensajes, los mensajes que ofenden nuestras tripas, que no es que sean muy exigentes, pero que ya no pueden digerirlos. Una rabieta retroalimentada entre amigos con similar criterio, afectados por los problemas, que nos insultan en su imparable sucesión provocara nuestra ira, que se apacigua al llegar la hora del siguiente compromiso, donde la acción del momento llevara al olvido nuestro enfado dejándonos sumidos en estado de ira “apacible”. Y entre la crispación, el enfado, el despropósito y el desasosiego contumaz, continuamos sufriendo a la clase dirigente, blindada en sus prebendas aprovechándose de la necesidad que como sociedad tenemos de ellos y divirtiéndose, al ver nuestra irritación inservible, irritación enfado y enojo que no deja de ser como el gas de la gaseosa, un poco de ruido al dejarla libre pero que desaparece ante esa misma libertad. Y sin embargo a pesar de todo:
No quiero desperdiciar está ocasión anual, por eso aprovecho para enviar una profusión de sentimientos positivos presididos por la suerte, que no se si existe, pero es importante. Les deseo a todos…¡¡¡ FELIZ NAVIDAD?! ¡Y UN AÑO NUEVO QUE NOS PERMITA VOLVER A SER!.
Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerias
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