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Siria en el corazón. Veintiún años después
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Siria en el corazón. Veintiún años después

Actualizado 13/12/2024 09:22

Sí, ya hace un poco más de veintiún años que estuve en Siria; me guiaron y acompañaron algunos scouts católicos, sobre todo Rodolphe Jabbour, scout católico del Líbano y miembro, a la sazón, del Consejo europeo de la Conferencia Internacional Católica de Escultismo (CICE), jubilado de una empresa de seguros, cristiano católico greco-melquita nacido en Alejandría de Egipto, vecino de Brummana, pequeña ciudad libanesa a unos veinte kilómetros de Beirut, mayoritariamente cristiana en aquellos tiempos. Él y Jacques –no recuerdo su apellido-, 26 años, estudiante todavía porque la guerra le había retrasado su camino universitario, pues tenía compartido su tiempo entre guardia de trinchera por la mañana y estudio universitario por la tarde. Llegados a la frontera, y después de un rato largo para presentar los pasaportes y pagar la obligada corruptela de 10 ó 20 dólares por pasaporte –una pequeña muestra de la corrupción rampante que reinaba en Siria bajo la dictadura de Bashar al Assad, heredero de su padre Hafez al Assad-.

El régimen de los Assad, baasista, socialista, oficialmente laico, fue una dictadura sostenida por una corrupción generalizada de los funcionarios que, de esa manera, estaban todos en manos de la policía, que los tenía agarrados por el cuello para que no pudieran hacer nada contra el régimen. En principio era un estado laico, en el que la libertad religiosa estaba legalmente reconocida, pero sólo se podía ejercer de puertas adentro del “convento”, a menudo un pequeño terreno con bosquecillo o jardín, rodeado totalmente por una valla de unos dos metros de altura en cuyo interior había una iglesia, un edificio residencial para los sacerdotes y empleados y locales de reunión para los feligreses. De esa manera los cristianos gozaban de una cierta libertad de puertas adentro, pero de ninguna manera podían llevar a cabo procesiones o peregrinaciones, a menos que fueran clandestinas, que muchas lo eran.

¿Qué pasará ahora con los cristianos –ortodoxos o católicos-, los alauitas, los drusos y los chiitas? Los dueños actuales del poder político, yihadistas confesos, mayoritariamente sunnitas, de momento están procediendo como los talibanes lo hicieron hace tres años en Afganistán: moderados, respetuosos, modernos, garantes de la paz para todos los grupos étnicos o religiosos. Puede ser un necesario rasgo de prudencia, teniendo al Ejército israelí por el sur, a los kurdos por el norte y a los norteamericanos en el este, a la par que Irán y Rusia han perdido casi completamente su influencia, y eso les puede aconsejar ser prudentes. De momento. Más vale que así sea, porque el pueblo sirio –si es que existe tal categoría política- lleva sufriendo cincuenta años de dictadura y trece o catorce de guerra, que ha producido el segundo mayor movimiento migratorio de este siglo XXI, solo superado por el exilio venezolano.

Rezo por los cristianos sirios que probablemente se van a ver obligados a salir de su tierra a poco que se tuerzan las cosas. De hecho, parece que se está produciendo el retorno de muchos sirios sunnitas y la salida, menos abundante, de cristianos, sobre todo por la frontera libanesa, de donde darán el salto a Europa o a Canadá e Hispanoamérica. Las comunidades cristianas ya habían sufrido una disminución drástica a consecuencia de la guerra civil, tan prolongada, y no parece realista que vayan a tener fácil el retorno, sino todo lo contrario. Veremos pronto si la presidencia de Donald Trump, al que le faltan pocas semanas para asumir el cargo, puede garantizar su seguridad y su libertad, o si se desentiende de ellos “porque esa no es su guerra”. Los árabes cristianos son una cantera potente de buenos ciudadanos, expertos en diálogo y reconstrucción y, por lo general, en la medida de sus posibilidades, bien formados y con oficios esenciales. Pero cada vez más minoritarios. Tal vez por eso, precisamente, estén siendo tan perseguidos en este siglo XXI.

Antonio Matilla, sacerdote católico

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