El filósofo húngaro Georg Lukács (1885-1971), de origen judío, publicaba en 1954 una obra de significativo título: El asalto a la razón. Era lo que el nazismo había intentado, en una fuga hacia la irracionalidad y las ensoñaciones totalitarias, como asalto y ataque contra las democracias civilizadas europeas.
Hoy, tal ataque podríamos decir que es y podríamos denominarlo el asalto a la verdad. Y tal ataque, que tiene en Estados Unidos uno de sus epicentros, que se ha extendido, ay, por Europa, y que en los totalitarismos del este se cultiva asimismo de modo sistemático, es un ataque, en el fondo, a la civilización, a los comportamientos civilizados, a las formas civilizadas de la convivencia que nos hemos dado y que tienen en la democracia su expresión más acabada.
El asalto a la verdad es la nueva forma de barbarie que se nos viene encima. Cabalga a rienda suelta por todos los caminos digitales de internet, por no pocas de las redes sociales que tienen en tal medio su asiento, así como por determinados medios de comunicación, y tiene como objetivo colonizar las conciencias de los ciudadanos, confundirlos y eliminar todo espíritu crítico, oscureciendo el juicio y todo racionamiento, hasta sumirnos en un estado de irracionalidad, adecuado para el sometimiento.
El asalto a la verdad es, hoy, también, no solo un asalto contra la democracia, contra el principio de civilización, sino contra el humanismo. Ese humanismo que, como ente vivo y dinámico, que, a partir del inicio de los tiempos modernos, se sigue enriqueciendo con múltiples aportaciones, sigue arrojando luz y nos sigue orientando en las vías de la civilización, de la tolerancia, de los derechos humanos, en definitiva, de la dignidad de todos y de todas.
Francisco de Quevedo, ya en nuestro siglo XVII, decía en uno de sus poemas: “Pues amarga la verdad, / quiero echarla de la boca”… (citamos de memoria). Sí, la verdad, por todo lo que tiene de iluminadora, de civilizadora, amarga a algunos, a los estrategas de las nuevas formas de barbarie, de ahí que quieran atacarla por todos los medios a su alcance, que son infinitos, para sumirnos a todos en esas nuevas formas de totalitarismo e irracionalidad que comienza a asomar la patita por las puertas de la historia.
Una de las estrategias del asalto a la verdad es la de los negacionismos. En nuestro senado, estos días de atrás, hemos asistido a una escenificación, grotesca, ay, de no pocos de ellos; con la indiferencia de casi todos.
Ahora va a resultar que la tierra no es redonda, sino plana; que no hay cambio climático, ni calentamiento global del planeta en el que habitamos; que las vacunas son malas; etcétera, etcétera. Que cada uno añada todos los enunciados con los que se nos bombardea de continuo.
El asalto a la verdad es una de las nuevas formas de barbarie. No podemos permitir que tal caballo apocalíptico cabalgue con el permiso de la indiferencia de todos. La civilización es la única vía en la que podemos mantener y preservar esa condición de humanos que se nos supone.
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