A escala global los países y sus habitantes están más necesitados que nunca de humanismo en todos los ámbitos de la sociedad. Más y mejores ejemplos que nos hagan recordar que somos seres humanos y que nos preocupan las personas y su hábitat, pero simultáneamente somos responsables hacia la vida en general, lo que, por supuesto incluye a los animales, las plantas y todo lo que conforma los ecosistemas y la biodiversidad que determinan la calidad del hogar en el que vivimos: nuestro planeta.
Jane Goodall (1934) sigue muy activa a pesar de sus 90 años cumplidos en pasado mes de abril. La descubrí hace ya muchos años, pero fue a finales del siglo pasado cuando me interesé de lleno por su obra. Ya era reconocida como una de las grandes mujeres científicas y líderes de nuestro tiempo. Una naturista, activista y primatóloga, que jamás pretendió entender de política ni de liderazgo, pero basta detenerse a observar su obra y legado para comprender que es una líder nata, cuyo reconocimiento universal ha permitido que finalmente desde el ecosistema del Gombe, en Tanzania, dónde también fundó en 1977 el Jane Goodall Institute, en su lucha por la conservación de los chimpancés y sus hábitats, así como sus programas de desarrollo, sean el espejo en dónde pueda mirarse la investigación científica en otros campos del conocimiento.
El liderazgo de Jane Goodall y sus cuatro razones para la esperanza
Lo que sorprende de la trayectoria de Jane Goodall, es su actual legado en vida, lo que ella llama “las razones para la esperanza”:
1. El cerebro humano.
2. El espíritu indómito del ser humano.
3. La resiliencia de la naturaleza.
4. El espíritu de determinación de la gente joven.
En cuanto a la 1º esperanza
Afirma que “tenemos que encontrar caminos para vivir en armonía con la naturaleza” para lo cual insta a que usemos nuestras habilidades de resolución de problemas y nuestra poderosa mente. Especialmente todas las organizaciones que se han preocupado por un mundo más verde, pero en la pequeña escala humana, cada uno de nosotros es responsable, en su cuota parte, por cuidar la salud de este organismo vivo que se llama Planeta Tierra.
Sobre la 2º esperanza
Dice que siempre han sido muchos los sueños que parecían inalcanzables, y gracias a la perseverancia y no darse nunca por vencidos, fueron alcanzados por mucha gente con ese espíritu que Goodall llama indomable. Sostiene que, si no llegaron a su meta, por lo menos abrieron el camino para que otros sí pudieran cumplir con ese objetivo y destino.
Sobre la 3º esperanza
Afirma que es la capacidad de sobreponerse a los traumas sufridos, señalando que, en su visita a Nagasaki, en dónde fue lanzada la segunda bomba atómica sobre Japón en 1945, se había sostenido por la comunidad científica internacional, que nada crecería en dicha región durante 30 años. Pero Goodall dice que afortunadamente se ve cómo crece el verde por todas partes. Hay un árbol con grandes fisuras de color negro en su interior, pero aún de él crecen hojas. Por eso Jane Goodall siempre lleva una hoja de ese árbol como un símbolo de esperanza.
Finalmente, la 4º esperanza
Goodall cree que la razón última para la esperanza, radica en la tremenda energía, entusiasmo y compromiso de la gente joven alrededor del mundo. Porque cuando se siente parte de la herencia del medio ambiente y de los problemas sociales con los que se encuentran, quieren entonces corregir los desajustes para que se pueda vivir en un mundo mejor.
Compartimos absolutamente todas las “esperanzas” de la Dra. Goodall, especialmente la última. Cuando a la gente joven se le ayuda a desarrollar su talento, podrán ir ocupando posiciones de liderazgo, porque cuando están convencidos de que su acción es para cambiar las cosas, no renunciarán a ningún esfuerzo por alcanzar nuevas metas que faciliten la convivencia humana.
Son sencillas, pero geniales. Se expresa con la humildad de las personas que tienen grandeza, que están mirando el mundo desde un lugar privilegiado, en suma: ejercen un liderazgo ético y moral además del científico, que deja huellas, abre nuevos senderos para la investigación y la convivencia entre el ser humano y el resto de especies, al mismo tiempo que los hombres y mujeres con la Tierra.
La Dra. Goodall, trata de explicar el comportamiento de los chimpancés y de luchar porque tanto su especie como tantas otras en peligro de extinción, finalmente puedan mantener un nivel aceptable de descendencia para garantizar su continuidad.
Sigue viajando por todo el mundo con su habitual dinamismo y simpatía, continuando con su labor divulgativa. Ha sido recibida por mandatarios, entrevistada por los principales medios de comunicación y está en contacto con todos los grupos de personas y científicos que se preocupan porque salvemos el planeta para las futuras generaciones.
Tenemos la obligación moral de proteger y preservar el legado de la Dra. Goodall, porque al igual que una de las especies que ella abnegadamente y con grandes sacrificios ha defendido durante toda su vida, pertenece a una categoría de persona lamentablemente en “vías de extinción”.
La Dra. Goodall es la prueba de que la investigación científica nunca debe pararse, ya que el futuro de la humanidad depende en gran parte de lo que los científicos realizan diariamente para mejorar las condiciones de vida del ser humano y de nuestra casa común “la tierra”.
Preservar los chimpancés significa ganar la batalla por la supervivencia de nuestra especie. Hay más liderazgo que éste!!!!!!!!!!!!
Los reconocimientos internacionales de la Dra. Goodall
- La Medalla de Tanzania
- La medalla Hubbard de la National Geographic Society
- El Kyoto Prize de Japón
- El prestigioso Premio Príncipe de Asturias de investigación científica de España
- La Medalla Benjamin Franklin a la vida científica
- El Premio Ghandi para la no violencia.
Además en 2002, el Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan la nombró Mensajera de la Paz de Naciones Unidas. En 2004 fue investida Dama del Imperio Británico, y en 2006 fue galardonada con la Legión de Honor de la República de Francia y la Medalla de Oro de la UNESCO.
Estamos huérfanos a escala global de un liderazgo político a la altura del tiempo actual, y esto es así, porque si realmente existiese ese poderoso liderazgo humanista que vengo defendiendo hace años, no estaríamos como estamos.
Somos testigos impotentes de cosas que ocurren por decisiones políticas de las cuales no tenemos voz ni voto, porque es el propio sistema democrático (y hablo solo de Occidente) el que falla. Terminamos dando por algo ordinario la barbarie de la guerra y ya casi las vemos como algo lejano que no nos afecta. Diría que casi nos aburren las noticias de bombardeos y muertos en Gaza y Ucrania.
Pero me aferro a la 4º esperanza de la Dra. Jane Goodall, porque de ella tiene que salir sí o sí la nueva generación de líderes que el mundo necesita con carácter urgente.
Este es un homenaje a la Dra. Jane Goodall, ya que su presencia sigue siendo hoy día inspiradora para los hombres y mujeres de bien.
Pero es un toque de atención también a la clase política a nivel mundial que no mira más allá de su ombligo, porque parece que le queda lejos esa palabra que debería ser la más importante: ciudadanía. Es fácil perder la sensibilidad desde el poder.
La ciencia y los científicos tienen un principio esencial por el que se desviven: probar y probar que determinada ley se cumple también en ciertas condiciones, estudiar los efectos, los riesgos, los beneficios, etc. Pero también tienen un valor del que deberíamos contar todas las personas, especialmente las que están en posiciones de liderazgo. Me refiero a tener la humildad y sencillez para admitir cuando se han equivocado, cuando se ha cometido un error, porque el solo hecho de admitirlo, como diría con su clarividencia Carl Sagan, “ese…ese es el corazón de la ciencia”. Y ojalá pudiera ser también la esencia de la acción política.
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