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La Desesperación
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La Desesperación

Actualizado 23/11/2024 17:46

Me gusta ver el cielo

con negros nubarrones

y oír los aquilones

horrísonos bramar,

me gusta ver la noche

sin luna y sin estrellas,

y sólo las centellas

la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio

de muertos bien relleno,

manando sangre y cieno

que impida el respirar;

y allí un sepulturero

de tétrica mirada

con mano despiadada

los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba

caer mansa del cielo,

inmóvil en el suelo,

sin mecha al parecer,

y luego embravecida

que estalla y que se agite

y rayos mil vomite

y muertos por doquier

...............

Volverse todo tea,

oír como vocea,

¡qué gusto!, ¡qué placer! (Espronceda)

Suele decirse que mientras hay vida, hay esperanza. No es verdad. Uno querría que fuese cierto, que la vida fuese siempre esperanzada y poder alentar hasta el final alguna ilusión, por insignificante que fuera, pero no es así. Es una vida distinta, una agonía de enterrados que se despiertan. Lo sabemos o lo presentimos todos: tal vez por eso nos gusta repetirlo, con ganas de creerlo, con ganas de no ver el horror de una vida en la que no hay ya nada que esperar. Mires por el lado que desees todo es mentira.

Hay un relato terrible como la declaración de un señor ante el juez—tenga señor A los machos bien atados—de Castelao que trata de una mujer que quería, con ilusión feroz, tener un hijo. Lo perdió a la mitad del embarazo, pero conservó el fruto fallido de sus amores, en un frasco con aguardiente. Una etiqueta primorosa ponía los datos de sus nonatos: ‘Adolfito, Rosita, Alicia, Perico, Patri, Angelito y ’… De nuevo quedó embarazada y de nuevo perdió al hijo y lo guardó, junto a los otros. Llegó a tener en el armario, cuidados con todo esmero, varios frascos con el mismo color en las etiquetas “morado”.

Vivía tranquilo, viajaba con frecuencia a países latinos, siempre le acompañaban sus frasquitos morados. Hasta que un día llega el rufián que le había servido para fabricar las etiquetas, y cansado de dormir en un reducido espacio, comer el rancho carcelero… se pone a cantar a petición propia ante el juez.

Los delincuentes cuando ven la soga que aprieta el gaznate cantan eso sí bien datados de los acontecimientos en que ha sido utilizado … Esto traducido es pactar con la Fiscalía y el Juez para largar por su boquita y así reducir las posibles condenas, por que lo de comerse el marrón él solo, mientras los cabecillas campan a sus anchas no les va bien, lo de suicidarse… mejor que lo hagan otros. Y no hay que ser muy inteligentes para adivinar que en la situación que está A no se le ocurriría pedir declarar ante el su Ilustrísima mentirle o contarle trolas sin tener pruebas de lo que dice, sería su final. Hagamos historia sobre el desgobierno de España

Comenzó su andadura desenterrando a un muerto. ¡ Menudo fallo! A los difuntos se les debe respetar el sueño eterno. Y estos desenterradores, son los mismos que aprovechando la pandemia, confinaron a todo un país, durante tres meses, mientras ellos seguían activos, interviniendo instituciones garantistas de los derechos de los ciudadanos a base de decretos/leyes, y presuntamente, algunos, haciendo de la pandemia un negocio muy ,muy rentable. Muchos ciudadanos ilusos salían a ventanas y balcones, a modo de Bienvenido Míster Marshall, a aplaudir, como obedientes vasallos de una autarquía, la canción del DUO DINAMICO —Resistiré—Parece ser que milagrosamente los ecos cargantes, llegaron a Satán y seguimos resistiendo después de cuatro años, no sé hasta cuándo. Esto ocurre cuando somos desinformados con patrañas, mentiras, falsedades, BULOS de periódicos de tercera, votantes de tercera, políticos de tercera, entonces caes del guindo y te das cuenta que España es un país de tercera. Insisto en que necesitamos un exorcismo contra los espíritus luciferinos que pululan en Congreso y Senado.

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