, 05 de enero de 2025
Volver Salamanca RTV al Día
Elogio de la orquesta sinfónica
X

COLES DE BRUSELAS, 95

Elogio de la orquesta sinfónica

Actualizado 22/11/2024 14:03

Lo que ven en la foto es una orquesta sinfónica saludando al terminar el concierto. Concretamente, la Orquesta Nacional Belga, que es junto con la selección de fútbol y el número del carné de identidad una de las pocas cosas en la que este país donde vivo pone el adjetivo “nacional” sin que por ello les suba la fiebre a sus habitantes porque se va a partir el país (cosa que ocurrirá algún día); contrariamente a lo que nos ocurre en España, que nos sube la fiebre cuando sin ver las cosas que de verdad importan nos obsesionamos con que se parte España, cosa que jamás ocurrirá.

Cuando hice esa foto la semana pasada, esos músicos me habían procurado dos horas largas de placer simplemente tocando todos juntos una partitura. Músicos de todas las procedencias y orígenes posibles, leve mayoría de mujeres (incluso al trombón y percusiones) y menos asiáticos que lo que solemos ver en otras orquestas. Silencio en la sala (que es otro lujo inusual en nuestros convulsos tiempos) y aplausos finales a unos profesionales que tocaron sin desmayo, con entusiasmo y rigor y que se marcharon de la sala al terminar los merecidos aplausos con un apretón de manos al compañero de atril. Qué cosa tan sencilla parece, ¿verdad?

Una orquesta es un esfuerzo conjunto que obedece a un señor que no siempre es conocido de los músicos y que les marca el ritmo con un palito, que llaman batuta pero que no deja de ser un palo. El señor en cuestión, llamado director, no siempre es elegido democráticamente y bastante a menudo tiene opiniones encontradas con algunos de los instrumentistas sin que por ello la sinfonía de turno suene mal. Los músicos ensayan horas y horas en solitario, en grupos pequeños según instrumento, en grupo más grande y con toda la orquesta con un ayudante de director que es el que carga con el trabajo pesado y previo. Cuando llega el gran jefe, la cosa suele sonar bien porque la han repetido mil veces y, si el director es un genio, suena incluso mejor porque él sabe donde hay que acelerar, donde parar y donde poner el acento y ellos, que se han estudiado cada uno su partitura a fondo y se la saben mejor que nadie, aceptan la sugerencia porque al final, el señor de la batuta es el director, el que manda y el que carga con la responsabilidad si la cosa sale mal; y ya está.

En la orquesta no creo que todos opinen igual, sean forofos del mismo club de fútbol ni voten al mismo partido político; para empezar porque raro es que sean todos del mismo país. Probablemente habrá tantos omnívoros como vegetarianos, y tantos católicos como ateos; habrá zurdos, bizcos, introvertidos y dicharacheros, simpáticos y cardos borriqueros como habrá despistados y obsesivos, desordenados y maniacos, manirrotos y tacaños, despreocupados y obsesivos. Todos ellos consiguen varias tardes y noches al año, vestirse de blanco y negro y más o menos igual, salir por orden al escenario y una vez allí, olvidarse de quienes son y de qué es lo que les caracteriza para centrarse en lo importante: que suene bien, que haya armonía, que nadie toque un solo si no es su turno y que la música llene la sala y llegue a unos oídos que están muy necesitados de eso, de música, y muy saturados de todo lo demás, que solo es ruido.

No se si la orquesta es un microcosmos que replica el propio microcosmos en el que vivimos a pesar de lo que presumimos de ser una aldea global. No me consta que en el día a día nos limitemos cada uno a estudiar nuestra partitura, repetirla muchas veces, respetar la partitura del prójimo, acatar lo que dice el de la batuta (y eso que nosotros sí que podemos elegirlo) y tocar con el resto una melodía que suene más o menos bien o, por lo menos, que no le rompa los tímpanos al resto que nos escucha y eso, si nos escuchan, que ya es mucho pedir. No hemos conseguido ni ponernos de acuerdo con la tortilla de patata y su eterno conflicto de con cebolla o sin ella (que cada uno la tome como le guste sin hacer apología, diría yo), como para ponernos a tocar en una orquesta…Ahí solo van los elegidos, los que sí son capaces de tocar su partitura y dejar que el de al lado toque la suya. Lo de ellos es otro nivel, lo nuestro: hacer política.

Concha Torres

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.