¿A quién no le causa gracia cuando se escucha esa “sentencia popular” de que “los niños y los borrachos siempre dicen la verdad? Para mejorar el mundo tenemos que darles el sitio a los jóvenes y por supuesto, potenciando a los niños que el día de mañana y al día siguiente también, se habrán transformado en jóvenes promesas.
Pero no podemos pasarle el mundo como está, porque es evidente que hay que mejorarlo y esto no va solo con nosotros, es un clamor mundial.
Requerirá un gran esfuerzo de gobiernos e instituciones, pero también de organizaciones y por supuesto, las familias. ¡O priorizamos la formación de nuestros jóvenes para que estén preparados y consustanciados en crear las condiciones de mejor calidad de vida de las diferentes sociedades que conforman los países…o tendremos muy comprometido el futuro como civilización! ¡Así de sencillo!
Los niños son como esponjas que lo absorben todo, tanto lo que decimos como lo que hacemos. Nuestras acciones y palabras pueden influenciar e inspirar estas mentes jóvenes y de algún modo, predeterminar su futuro. Porque ellos terminan haciendo una elección para el día de mañana y los que les sucedan, basados en esas impresiones que les han marcado en su infancia. ¡Nos guste o no esto es así! Ellos beberán del ejemplo que les demos. Si somos más humanistas también lo serán. Lástima que en sentido inverso también la frase se convierte en un axioma que me resisto a aceptar.
Esto no implica que tengamos que estar censurándonos a nosotros mismos, sino solo preocuparnos en liderar como adultos para dar el ejemplo y de esta forma facilitar que ellos puedan alcanzar todo el máximo potencial. Que se libere todo su talento. Es que tienen más que nosotros, lo cual…les aseguro que alimenta mi esperanza en que mejoremos como sociedad global que habitamos nuestro hogar común: la Tierra.
No puedo menos que destacar y sumarme al carro de muchos autores y también pensadores, que opinaron desde diversos ángulos sobre el potencial de los niños que en cuatro, cinco o diez años, se convierten en jóvenes y en muy poco más…adultos.
Los jóvenes derrochan confianza, vitalidad, acción y una mirada fresca. Cuando les permitimos hacerlo, a los niños que van a convertirse en esos jóvenes que ven el mundo de otra manera, no se les puede parar. Por tanto, nuestra obligación es formarlos para que estén mejor preparados y favorablemente expuestos a las oportunidades que la vida acelerada de hoy día les pondrá delante.
Oportunidades que pueden pasar de largo si no les damos los apoyos para lograr cumplir metas que a nosotros hoy nos parecen inalcanzables.
Siempre deberíamos hacer un esfuerzo en tener un pensamiento más flexible, como si también fuésemos niños, de manera de poder comprender sus apetencias, deseos, imaginación (que es inconmensurable) y, en definitiva, no asustarnos porque sean soñadores, porque en el sueño de un mundo mejor subyace siempre la mirada noble, la actitud sincera de ese niño que ha crecido, se ha educado y evolucionado, pero sigue mirando al cielo y preguntándose “¿por qué no puedo conquistar la luna?”.
Y esta voluntad que se convierte en determinación y conforma el carácter de una persona, es la que nos permite la conquista de la Luna, pero esa diaria que tenemos que gestionar en el día a día.
Es que cuando escuchamos a nuestros jóvenes y no entendemos o no queremos entender cómo ven el entorno y cómo perciben el futuro que vendrá, puede llegar incluso a confundirnos, pero la historia nos demuestra que finalmente siempre se ha producido al cierre de un ciclo, una leve mejora sobre la etapa anterior.
A pesar de la crítica que les hacemos de su individualismo actual, motivado en gran parte por las nuevas tecnologías, les aseguro que son justamente ellos, la generación Z, la que está exigiendo más compromiso a las organizaciones privadas y a los gobiernos de los países por vivir en sociedades mejor adaptadas, por ejemplo, para que la sostenibilidad no sea una promesa, sino un hecho. Son los que mayoritariamente se oponen a la barbarie de las guerras y a la injusticia social y económica.
¿Qué es lo que nos hace construir una sociedad mejor? Es aquella en cuyo diseño se apoye fundamentalmente en las decisiones de hombres y mujeres libres y con capacidad de un liderazgo eficaz, que son los que en definitiva hacen la historia desde cualquier ámbito en el que les toque actuar. También en la política, porque confío en que mejore y que los niños que quieren hoy conquistar la luna puedan ser mejores gobernantes, no solo por eficacia, sino muy especialmente, por sensibilidad.
Necesitamos a escala global más jóvenes que también abracen la carrera política, y que desde las instituciones y gobiernos también se preocupen por la infancia y la juventud de las dos próximas generaciones que vendrán detrás de ellos. No solo es cuestión que la ciencia y todo el desarrollo tecnológico nos permita decir que las personas estamos ya en condiciones de vivir 100 años. ¡No! La cuestión no es la cantidad de los años que vivamos, sino la calidad de cómo los estamos viviendo.
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