No son mejores los pobres que los ricos. Ni tienen una predisposición igual o superior para mejorar el mundo que les rodea. Hay ricos buenos y malos como hay pobres generosos y ruines. La riqueza no es mala ni es buena. Es una gran herramienta cuando se emplea en ayudar a los demás. Nunca un pobre ha sacado de la pobreza a otro pobre, salvo que le toque la lotería o encuentre una mina de oro u opte por dedicarse a actividades ilegales. Para poder luchar contra la pobreza hay que disponer de recursos o entregarse a los demás y ser misericordioso o compasivo. Rico o pobre hay que ser consciente de las necesidades del prójimo.
Algunos se han apropiado o quieren apropiarse del derecho a despojar al que tiene para repartirlo entre los demás como Robín de los bosques pero y ¿después qué hacemos? ¿Más de lo mismo y a quién? Es muy fácil vivir de un ideal vacío de contenido y presentarse como adalid de los pobres o desfavorecidos para que lo adoren y repartir la pobreza y conseguir así una mayor masa de seguidores.
La solución no es esa pues creando pobreza no se crea riqueza. La riqueza se crea si las personas se levantan cada mañana pensando en ¿qué puedo hacer para mejorar mi vida? sin tener que robárselo a otro y como puedo amar y servir a los demás. Al final la suma de todos hace que la sociedad sea mejor y sea la de todos. De esta forma la defenderemos todos. La realidad está en repartir servicio y entrega además de ejemplo.
Hoy vivimos un panorama muy cercano al absurdo en el que nada es lo que parece ni nadie juega al papel que le corresponde en todos los niveles sociales. Llevamos aguantando más de una década de irresponsables e irresponsabilidades a todos los niveles. Se ha tolerado ni denunciado a personas en cargos que no merecen. Se nos ha impuesto la cultura del no esfuerzo, del ya llegará o ya nos lo darán hecho. La irresponsabilidad y egoísmo social nos ha llevado a donde estamos.
La proliferación de listillos, liantes, de tontos útiles, de comparsas de cofradía, etc., personas huecas al final y con pocas ganas de trabajar y poco responsables de lo que les rodea, que se venden por un poco de alpiste, acompañadas de un falso progresismo barnizado de un aparente buenismo e infantilismo, ha hecho que se nos haga tragar con la zafiedad y la mugre que campea por todas partes a todos los niveles, tapando la generosidad y entrega diaria de los verdaderos ciudadanos que son los que hacen que funcione la sociedad.
Zafiedad moral y material con la que algunos estaban encantados y que ahora son los que corren a esconderse para que no les toque dar la cara, pues no saben entre otras cosas ni que hacer desde su ignorancia. El retroceso intelectual y de la influencia de las personas con verdadero sentido común, es decir, las razonables, que razonan, verdaderamente cultas, ricas o pobres, ha hecho que campen también los incautos bien intencionados mostrando una indignación precocinada, fruto de una ingeniería social dirigida, que no es la real.
Parece que los valores se pueden comprar en los centros comerciales y que la virtud es un bien escaso. Se ha perdido la visión común de país, de bien común que no es más que la de Patria. Se ha infantilizado un día sí y otro también los grandes hechos y hazañas de nuestra historia, como si gobernar un país hubiera sido un juego de videoconsola. Personas que no saben gobernar su casa ni sus cuentas, que ni se atreven a ser presidentes de comunidad ni representantes de sus compañeros de trabajo, se atreven a juzgar la historia y lo que ha hecho España a lo largo de los siglos, sin pensar si quiera que hasta hace poco no existían ni internet ni los teléfonos móviles. Las decisiones las tomaban sobre el terreno y se acertaban gracias a la educación imperante en valores tales como Dios, Patria y Rey, y el mayor de los sentidos, el sentido común que nunca perjudica al prójimo además de la vergüenza al fracaso.
Hay que volver a retomar el sentimiento de servir y el darse a los demás en todo lo que hacemos. A no criticar al que hace algo pues de seguro cuando lo hace por todos y quiere hacerlo bien y lo hace lo mejor que sabe; si lo hace mal ayudarlo sin reproches.
Inmersos en el absurdo vamos camino de un caldo de cultivo de ambiciones mezquinas y sórdidas barnizadas del culto al dinero que nos llevará al desastre. Algunos están pensando en una nueva ocasión para medrar en la que no se ofrece nada salvo la rapiña pura y dura si nadie lo remedia. España siempre ha sido una gran nación construida día a día por una raza de personas duras, impávidas y creativas. Bastaría con abandonar la realidad virtual en la que nos tienen sumergidos para volver a tomar nuestras propias decisiones y desenmascarar a quienes desde no se sabe donde intentan destruir nuestra idiosincrasia, nuestra cultura y nuestra convivencia en paz.
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