Hace unas semanas empezábamos a ver como en las avenidas principales de nuestra ciudad se interrumpía el tráfico por grúas, coches con lucecillas giratorias amarillas y personal del ayuntamiento subido, cual mono a una liana, a lo alto de las farolas. No había duda. Estábamos presenciando la inminente llegada de la Navidad. En octubre. Una buena previsión por parte de las instituciones, por otro lado, para que no les pille el toro y todo esté preparado para el 29 de noviembre, día en el que se llevará a cabo el tradicional encendido de la iluminación navideña.
La celebración del día de Todos los Santos dio paso a un vertiginoso cambio de ambiente. Tanto es así que, si se te había olvidado comprar las golosinas para el truco o trato de tus hijos o habías apurado hasta el último momento para preparar la celebración de Halloween, lo tenías complicado, pues el 30 de octubre nada quedaba de esta hecho en los supermercados y los turrones se habían impuesto sobre las calabazas naranjas y las arañas de pica- pica.
Ayer, 13 noviembre, el frío hizo su aparición por primera vez en la provincia, dejando temperaturas propias del invierno y trasladándonos con su viento gélido a la estación propia de la Navidad. Al entrar en el gran gigante de banderín verde, la bocanada de aire caliente proveniente de la calefacción abrazaba y reconfortaba, obligándote, incluso, a quitarte el abrigo y la bufanda. Pero lo que también envolvía y rechinaba era escuchar por el hilo musical de esta gran superficie la versión jazz de Brenda Lee, “Rocki´n around the christmas tree”. Ni que decir tiene que la banda sonora encajaba a la perfección con la decoración de cada una de las plantas: espumillones colgando de los techos, arbolitos con sus bolas coloreadas con los tonos corporativos y la sección de juguetes ampliada para que Papa Noël y sus Majestades puedan ir haciendo sus encargos. En noviembre.
¿Se no está yendo de las manos todo esto de la anticipación o es sólo una apreciación mía? Porque no a mucho tardar pasaremos del verde pino al rojo de San Valentín.
El consumismo triunfa por encima de la tradición o de la celebración en sí, relegando a un segundo plano lo que en realidad es lo importante.
Paseando por la atmósfera que ayer me envolvía en esos grandes almacenes pensé que, cuando llegara el 25 de diciembre, estaríamos cansados del ambiente navideño, de la decoración preciosa y de los villancicos. Llegaríamos al momento central o principal hastiados y aburridos, deseando de verdad que nuestra ciudad se llene de corazones y mensajes de amor para cambiar de tercio.
¿Dónde ha quedado esa bonita costumbre de empezar a oler a canela y naranja, a árbol de navidad de plástico y a chocolate caliente en el puente de la Constitución? Y, ¿ese esperar a diciembre para pasear por la ciudad y ver el cambio propio de la celebración? Nos hemos visto arrastrados por el consumismo, el Black Friday y las ansias de vivir en un momento que no toca.
Por aquí, seguiremos esperando al día de Inmaculada para abrir la veda, llenar la casa de adornos hechos en el colegio de los niños a lo largo de los años y empezar a ver Solo en Casa, en bucle.
Feliz no Navidad. Feliz noviembre.
Gloria Rocas
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