Una de las clases de turismo es el que hoy llaman gastronómico. Su objetivo es visitar los restaurantes donde se come bien y, por supuesto, comer bien. Es decir una manera de buscar el placer, la felicidad la gente de hoy.
Está en la naturaleza de las cosas que el ser humano, como los animales, sientan placer al comer. Es un modo que la naturaleza tiene de llamar e incitar al apetito para que sobreviva. Por eso el hombre siempre ha comido lo que le gustaba, con las excepciones que llevan consigo las situaciones de escasez de alimentos, en las que ha comido cosas contrarias al buen gusto e incluso se ha llegado al canibalismo.
Pero hoy hemos pasado de que la comida sea una necesidad a que se convertirla en un “arte”, el arte culinario, que se percibe no sólo por el sentido del gusto, sino por todos los sentidos. Y aunque siempre ha existido ese arte, que clasificaríamos mejor como artesanía y conservamos libros de cocina de la antigüedad clásica como el de Apicio, del siglo I d. C. hoy pretende ser un arte, aunque más bien es un espejismo de colores y sabores y olores que se completa con la cháchara, ¡qué rico! ¡que maravilla! y otras lindezas de los que preparan el menú o se lo comen pública y ostentosamente. De tal manera que con la mezcla de productos de toda clase, tradicionales de la región con especias y otros aditamentos de regiones remotas se llega a conseguir guisos para todos los paladares y gustos. Y sin olvidar la vajilla en la que se presentan los majares, de mucha importancia ya para los antiguos, que hacían ostentación de platos copas y cubiertos de oro y plata.
Los medios de comunicación y los promotores de turismo y hoteles se encargan de que los platos llamativos estén presentes continuamente en los medios de comunicación y propaganda de hoteles y restaurantes, bien sea preparando las comidas a la vez que se exceden en laudes y alabanzas de cosas a veces vulgares y hasta repugnantes para algunos. Pero sin duda consiguen que riadas de turistas contados por millones terminen su periplo del día, con una opípara comida.
Con lo que podemos concluir que uno de los placeres en los que se busca la felicidad en este primer cuarto del siglo XXI es en la gastronomía, o mejor dicho en una buena comida, es decir la felicidad que termina en el estómago. Y cualquier plan turístico termina en un restaurante, si puede ser con estrellas. Al final en el castillo en el museo, en la playa, en el centro comercial siempre hay un restaurante. Que yo sepa después de la visita a una catedral hay que salir a comer fuera. Todavía las sacristías no están preparadas. Pero no demos ideas.
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