El derecho internacional requiere que cada parte limite su propio interés para maximizar el bien común. Y si una parte traiciona a las otras, todo el sistema cooperativo colapsa instantáneamente. Y aunque se pueda reflexionar sobre los fracasos del derecho internacional, no se deben pasar por altosus éxitos: recordatorios de que el progreso es posible. El derecho internacional, aunque lejos de ser perfecto o incluso funcional, posee el potencial de convertirse en un marco resiliente, uno que puede entrelazar todos los intereses en la búsqueda de la paz global.
Flavia Meduri
Defensora de los derechos humanos
Vivimos en un mundo en el que si uno roba una chocolatina de una tienda de chuches podría ir a la cárcel, pero si es presidente de un Estado y comete las peores atrocidades... ¿podría salir impune?
¿Por qué la vacilación? Porque estos titanes políticos —seres inmortales que de alguna manera logran evadir sus responsabilidades— están protegidos por el mismo sistema que dice oponerse a ellos: el derecho internacional.
Entonces, ¿por qué el derecho internacional permite esta paradoja? ¿Por qué las personas comunes pueden ser encerradas en una celda fría y sucia por cometer un pequeño hurto mientras, por ejemplo, Putin se sienta cómodamente en la cumbre de BRICS 2024?
En el clima político actual, denunciar el derecho internacional como inútil es más que comprensible. Sin embargo, antes de llegar a conclusiones apresuradas, es importante entender cómo funciona el derecho internacional y considerar su razón de ser junto con las pocas, aunque valiosas, contribuciones que ha proporcionado hasta ahora.
El pilar fundamental del derecho internacional es el consentimiento, pues los estados se comprometen a respetar los acuerdos internacionales mediante la ratificación de tratados, lo que implica negociar los términos hasta que todas las partes estén satisfechas y se conviertan en signatarios del tratado. Es como firmar un contrato muy importante. Una vez que un Estado ratifica un tratado, queda obligado por sus términos; ahora tiene la obligación de cumplirlo, y cualquier violación se tratará según las reglas establecidas en él.
Pues bien, el derecho penal internacional define los crímenes internacionales y regula su enjuiciamiento a través de tribunales internacionales, singularmente la Corte Penal Internacional (CPI), para esclarecer la responsabilidad jurídica que pueda haber. El Estatuto de Roma, que es el tratado que dio origen a la CPI, enumera los crímenes más graves que preocupan a la comunidad internacional, como el genocidio, los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad, y ha sido ratificado por 124 estados.
Sin embargo, a los jefes de Estado en activo se les reconoce una inmunidad que se extiende a cualquier rincón del planeta. No pueden ser procesados en ninguna parte del mundo... excepto si un tribunal internacional decide intervenir, en cuyo caso pierden su inmunidad, lo que genera la única situación en la que pueden ser considerados penalmente responsables. Entonces, ¿por qué no llevar a Putin y Netanyahu ante la CPI? Evidentemente, si fuera fácil ya habrían estado tras las rejas hace tiempo por delitos mucho más serios que haber robado una chocolatina.
La razón por la que no se puede simplemente hacer que el derecho internacional «funcione» se remonta a la necesidad de consentimiento. Ni Rusia ni Israel son partes del Estatuto de Roma, lo que plantea una serie de problemas para el tribunal. La CPI puede ejercer su jurisdicción sobre un caso en cinco escenarios específicos:
1. Si un nacional de un Estado miembro cometió el crimen.
2. Si la situación es referida por otro Estado miembro.
3. Si el Consejo de Seguridad de la ONU lo remite al tribunal.
4. Si el fiscal de la CPI inicia una investigación por su propia iniciativa.
5. Si los crímenes fueron cometidos en el territorio de un Estado parte del Estatuto.
Las opciones 1 a 3 están fuera de la mesa: tanto Putin como Netanyahu son nacionales de Estados no miembros; ningún Estado miembro ha hecho una remisión oficial a la CPI, y las remisiones del Consejo de Seguridad requieren la aprobación de los cinco miembros permanentes, incluido Rusia, que vetaría cualquier acción contra Putin, mientras que Israel tiene aliados fuertes como Estados Unidos que bloquean resoluciones desfavorables hacia Israel. Esto deja las opciones 4 y 5. La opción 4 no se ha producido, pero la opción 5 ha demostrado ser efectiva en el caso de Putin. Pues Ucrania, un Estado miembro, denunció sus crímenes en su territorio, lo que llevó a una orden de arresto dirigida hacia Putin emitida a principios de 2023. Aunque Palestina es parte del Estatuto de Roma, no se ha emitido ninguna orden de arresto contra Netanyahu debido a la falta de solicitudes de investigación de la Autoridad Palestina.
Ahora, el verdadero problema es encontrar una forma de llevar físicamente al acusado ante el tribunal. Hay una contradicción legal importante dentro del Estatuto de Roma que obstaculiza la eficacia de la CPI. Sin profundizar demasiado en tecnicismos legales, dos artículos parecen contradecirse entre sí. El artículo 27 establece que los funcionarios no pueden invocar su estatus como defensa contra la jurisdicción de la CPI, lo que permite al tribunal procesarlos. Sin embargo, esta disposición entra en conflicto con el artículo 98, que exige que la CPI considere las obligaciones de un estado con respecto a las inmunidades al solicitar la entrega de una persona en su territorio. Nos quedamos entonces con un sistema de derecho internacional que tiene el potencial de generar conflictos. Se ha visto este dilema en el caso de Al-Bashir, el ex presidente de Sudán, que ha recorrido el mundo mientras ostentaba el título de criminal internacional. Ningún estado estaba dispuesto a entregarlo a la CPI. Me pregunto por qué. Si hacer lo que dice el tribunal lleva a violar el derecho internacional, ¿lo harías?
Se podría pensar que, después de todo, el derecho internacional es inútil. Pero entonces, ¿por qué nos preocupamos tanto? ¿Por qué existen tantos tratados internacionales si es tan inútil? Quizás se está pensando en esto de manera equivocada. Cuando se piensa en «derecho», se tiende a imaginar un tribunal del que se espera un resultado claro: culpable o inocente. Pero el derecho internacional no funciona de esa manera, y no podemos esperar que lo haga. Quizás se le da demasiada importancia a su nombre, y por eso se espera que se comporte como el «derecho» tradicional que conocemos. La verdad es que se asemeja más a un acto de equilibrio diplomático, basado en la cooperación y el consenso, que a una sentencia que debe cumplirse.
El derecho internacional desempeña un papel crucial en la mediación de disputas entre naciones con culturas, valores e intereses muy diferentes, ayudando a encontrar un terreno común y normas compartidas. En lugar de exigir cumplimiento con un simple «porque lo digo yo», el derecho internacional permite a los estados decir: «Oye, Estado X, has hecho algo mal, y otros cincuenta Estados están de acuerdo conmigo porque todos hemos ratificado un tratado que así lo establece». Ahora eso suena un poco más intimidante, un poco más difícil de ignorar.
Es vital comprender qué acciones son percibidas como «buenas» y cuáles como «malas». Para mantener el delicado equilibrio diplomático que persigue el derecho internacional, es esencial reconocer lo que la mayoría de las naciones considera aceptable e inaceptable. Establecer normas claras en acuerdos internacionales ayuda a navegar estas diferencias para poder fomentar relaciones amistosas entre naciones.
Se puede argumentar que el derecho internacional no es completamente inútil. La mera existencia de normas internacionales puede ser suficiente para disuadir a los Estados de cometer violaciones por miedo a dañar su reputación. No todas las normas necesitan de un sistema de coacción detrás para ser respetadas. Los Estados a menudo se abstienen de ciertos comportamientos o son alentados a adoptar otros para mostrar lo grandiosos que son en el escenario global. Esta presión funciona: tomemos a Sudáfrica como ejemplo. Durante su régimen de apartheid, Sudáfrica enfrentó una amplia condena de la comunidad internacional, lo que llevó a muchos Estados a suspender todo el comercio hasta que se pusiera fin al régimen racista. Así que es cierto, las apariencias sí importan, especialmente en el mundo de las relaciones internacionales.
El derecho internacional requiere que cada parte limite su propio interés para maximizar el bien común. Y si una parte traiciona a las otras, todo el sistema cooperativo colapsa instantáneamente. Y aunque se pueda reflexionar sobre los fracasos del derecho internacional, no se deben pasar por altosus éxitos: recordatorios de que el progreso es posible. El derecho internacional, aunque lejos de ser perfecto o incluso funcional, posee el potencial de convertirse en un marco resiliente, uno que puede entrelazar todos los intereses en la búsqueda de la paz global.
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