Hay un largo recorrido para los tiempos de incertidumbre que todos transitamos en algún momento de nuestros días, visita misericordiosa en las habitaciones blancas y azules del hospital nuevo que aún se nos hace ajeno. Y es este pasillo de donde parte lo incierto y donde se distribuyen esperanza y espera donde resuenan los pasos apresurados, a un lado las ventanas abiertas que dan al río y su cenefa de árboles de la ribera, al otro, las paredes que se llenan de la muestra fotográfica que nos recuerda el tiempo de la pandemia. Tan lejano y tan ajeno, tan presente y tan latente.
Tiene la fotógrafa vallisoletana Solete Casado el don de la oportunidad. Y el gatillo oportuno de su objetivo atento a la persona, al rostro, a la composición fecunda. Su recorrido de la pandemia es emotivo, cierto, testimonial, veraz y doloroso. Termina la muestra con una enorme fotografía en la que nace un niño lloroso, símbolo ensangrentado de la esperanza. Y como nosotros nos encaminamos al último bloque de esta construcción ordenada, leemos en casa visita al penúltima foto “Si has llegado hasta aquí es que hemos sobrevivido” y nos quedamos quietos frente al bebé alzado por la vida. Es tiempo de sonreír antes de subir a ver al quieto más quieto y a su compañero de infortunio que antes cantaba a voz en grito y ahora calla tras el oxígeno y su silbido sanador. El tiempo de hospital es luminoso y lento, es limpio y pleno de rituales. Una gota de sangre nos detiene en la sábana que se levanta, un número que sube y baja nos indica si podemos salir sonriendo o apretando los dientes.
Afuera se amontona la espera y en un rincón, se comparte el cigarrillo que calienta el ánimo. Se esconden las ambulancias amarillas y esperan los taxistas de la noche. El río acaricia de humedades y paso lento y demorado del agua la orilla del hospital nuevo, ese que aún nos sorprende con su inmensa blancura de obra recién acabada. Por las ventanas las luces anuncian que pasó otro día y el pasillo de río y pandemia se vacía de visitantes, se carga de quienes hacen noche en el silencio que zumba. Es la cadencia que en la mañana se llena de coches y pacientes en las consultas, autobuses y prisas, médicos de bata blanca y ángeles custodios cuyos pasos no resuenan en el corazón cansado. En el tiempo detenido, en el río que no cesa, en el agua que corre, sangre que llega ahí donde anida la incertidumbre, garza que alza un vuelo de plumas esperanzadas.
Charo Alonso.
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.
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