Celebrada la elección de presidente, los ciudadanos estadounidenses han vuelto a dejar en mal lugar a reconocidas empresas de encuestas. Ni los más afines esperaban un triunfo tan aplastante de su candidato. Algunos no han querido contratar los servicios de Tezanos y así les ha ido en la feria.
La pregunta que se hace ahora todo el mundo es: ¿Qué habría sido más beneficioso, la victoria de Trump o su derrota? Ni soy adivino ni creo que nadie con sentido común sea capaz de asegurar lo que puede suceder en el mundo durante los próximos cuatro años. Lo único claro es que Trump será el primer presidente de USA reelegido después de haber sido derrotado. Los electores no han sido engañados –como sucede donde yo sé- y han vuelto a confiar en él. Por algo será. Cuando la victoria es tan clara, hay que admitir que los electores prefieren apoyar al aspirante –ya conocido- que volver a confiar en el partido que termina su mandato. Eso quiere decir que ha existido trasvase entre demócratas y republicanos. Que esa elección sea o no la acertada, se sabrá según transcurra el mandato.
A juzgar por lo que conocimos de él, hay que reconocer que Trump no mintió cando en su toma de posesión aseguró que su prioridad era USA. También dejó claro que el papel de “gendarme de Occidente” iba a terminar si ese occidente no arrimaba el hombro. Sin expresarlo literalmente, afirmó que, en los conflictos internacionales, el pueblo norteamericano había sido el máximo contribuyente a la hora de aportar medios y personal. Habrá quien piense, con razón, que la industria armamentística hace su agosto con los conflictos armados, pero también es verdad que medio mundo está lleno de tumbas de soldados norteamericanos que dieron su vida por reimplantar la paz o por terminar con las tiranías de otros países. Las G.M. I y G.M. II, Corea, Vietnam, Irak, Libia, Siria, Afganistan y un largo etcétera, han sido escenarios en los que estuvieron presentes los soldados del United States Army.
En la actualidad, dos frentes siguen abiertos: Ucrania y Oriente Próximo. El entendimiento entre Joe Biden y Zelenski ha sido total y se ha traducido en ayuda con fondos y armamento. Salvo el bloque comunista, nadie quiere tolerar la invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin. Como barrera entre Rusia y la Unión Europea, esa Ucrania que busca su cobijo a la sombra de occidente debe sentirse apoyada para contrarrestar la invasión rusa. Así se ha hecho hasta ahora cada nación según sus posibilidades, pero, como siempre, el mayor auxilio ha llegado de USA. Estos apoyos han servido para que la incursión de Putin no fuera un paseo militar. Si el conflicto se estabiliza, los arsenales de los países de la OTAN –excepto USA- comenzarán a debilitarse. Llegado ese momento, si el nuevo presidente Trump cumple sus advertencias –ya se ha declarado partidario de acabar con los conflictos de Ucrania y Palestina- y cierra el grifo de las ayudas, Zelenski pasará dificultades para no capitular. La única solución pasaría por un notorio aumento del actual apoyo del resto de países de occidente.
En recientes reuniones de la OTAN se acordó la conveniencia de que los países miembros dedicaran, como mínimo, el 2% de su PIB en gastos de Defensa. Mirando esa lista de países, destaca el hecho de que los mayores porcentajes se dan en las naciones próximas a lo que fue el Telón de Acero, por uno y otro lado. Pero lo que más destaca es que, en esa larga lista de miembros de la OTAN, España ocupa el último lugar. Es verdad que no tenemos fronteras con Rusia, pero sí estamos al lado de países con los que nuestras relaciones no son todo lo cordiales que sería aconsejable.
Con un vecino como Marruecos, la atención a nuestras FAS no puede ser relegada a segundo plano. La economía marroquí está evolucionando a marchas forzadas y los sucesivos monarcas están invirtiendo grandes cantidades en la modernización de su ejército. Del grado de amistad entre EE. UU. y Marruecos da fe el hecho de considerarse socios preferentes y, de paso, ser el primer país árabe que ha reconocido a Israel. Recuérdese que, con ocasión de la triste Marcha Verde, España no recibió autorización para emplear el armamento procedente de ayuda norteamericana. Igualmente, Francia apoyó la postura marroquí en el conflicto de la Isla de Perejil. Por si alguien ha olvidado nuestra reciente historia, Sánchez acabó con la postura española de apoyar al pueblo saharaui en una decisión no consultada con nadie. Las malas lenguas hablan de una contraprestación para evitar que se hiciera pública alguna información hackeada al móvil de nuestro presidente.
Por lo que respecta a España ¿Qué nos espera en el nuevo mandato de Trump? Ya me gustaría ser optimista, pero esa política aislacionista y proteccionista que pregona no es como para frotarse las manos. En la campaña ha repetido varias veces su intención de poner aranceles a las importaciones, en especial de China y la UE. Basta observar el bajón que han acusado en Bolsa algunas empresas españolas; lo mismo que presagian varios de nuestros principales bancos. Si se cumplen los anuncios, sectores como el consumo o la industria del automóvil deberían buscar nuevas vías de mercado en África e Hispanoamérica.
En el campo de la política exterior, la llegada de Trump a la Casa Blanca puede influir negativamente en nuestra economía, en nuestra política de defensa y en la corriente migratoria que hoy fluye entre España y EE. UU.
Ya hemos dicho que Trump tiene intención de proteger su economía a base de penalizar todas las importaciones –ya se habla hasta de un 20%- europeas, y no parece que España cuente con la economía más desahogada.
También dará un toque a la OTAN para que vaya poniéndose las pilas. La aspiración de Trump de ir disminuyendo paulatinamente su aportación a esa organización, obligará a la UE a aumentar su aportación si quiere garantizar su seguridad y defensa. Con nuestra aportación actual -1.28% del PIB- somos el farolillo rojo (nunca mejor dicho) y rezaremos para que Andorra no se enfade con nosotros.
Pero no toda la doctrina de Trump es destructiva. En su hoja de ruta ha dejado clara su intención de recortar los impuestos, perseguir la inmigración ilegal controlando eficazmente las fronteras, oposición frontal al aborto voluntario, y hacer todo lo posible para terminar con la guerra en Ucrania y en Oriente Próximo. El hecho de que nuestro gobierno y sus colaboradores, hayan condenado el triunfo de Trump, ya sería buena señal. Si este es el coco de la izquierda, que todos sean así.
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