España sigue de luto aunque hayan concluido los tres días de crespones negros y banderas a media asta y consternada desde el pasado martes cuando la maldita DANA tuvo a mal descargar su cólera sobre varias provincias y cebarse con la valenciana.
Este 1 de noviembre, 218 personas que ya han podido ser rescatadas y las que todavía siguen desaparecidas entre los escombros y las toneladas de barro debido a las enormes dificultades, en lugar de ir a los cementerios para llevar flores a sus difuntos, esperan ser identificadas para ser enterradas. ¡Qué horror!, ¡cuánto dolor!, ¡qué tristeza! Para algunos estos fenómenos obedecen al cambio climático y causan tanto daño porque seguimos sin tomar medidas debido a que no acabamos de creerlo.
Discrepo en parte de lo primero. El cambio climático no es cosa de nuestros días: existe desde que el mundo es mundo y no hace falta pensar con toda la cabeza para entenderlo. De hecho, aunque hoy estemos sobrecogidos por las terribles consecuencias de esta dana, gota fría o como quieran llamarla ha habido otras muchas y algunas más graves incluso. En las inundaciones de la comarca del Vallés (Barcelona) de 1962 murieron más de 600 personas por citar alguna.
Con lo que sí estoy totalmente de acuerdo es con lo segundo. En España tenemos medios muy avanzados y personal muy cualificado para intervenir en estas catástrofes. Podemos sentirnos muy orgullosos de la Guardia Civil, del Ejército, de Protección Civil, de la Policía, del Cuerpo de Bomberos y de todos los profesionales que tienen y asumen estas responsabilidades. Pero ellos no pueden tomar medidas para minimizar los daños. Eso corresponde a las autoridades locales, autonómicas y nacionales. Es verdad que en cuanto amanece un día de viento los alcaldes se apresuran a cerrar los parques, los jardines y los espacios abiertos, pero esto no basta, hay que mantener limpios los sumideros, las cloacas, los canalones de los edificios públicos y privados, y estos, que yo sepa, se limpian cuando rebosa el agua porque no debe ser obligado en lugar de hacerse todos los años. Las autoridades autonómicas se pelean por conseguir competencias, pero en cuanto las consiguen se olvidan de mantener limpios los cauces de los ríos y siguen permitiendo construir viviendas en zonas inundables. Y el Gobierno de turno mira para otro lado hasta que los presidentes autonómicos no le pidan auxilio. Total que unos por otros la casa por barrer, y aunque ahora lo más urgente es atender a las víctimas, hay que recordarles que estos protocolos que no permiten al presidente de la nación desautorizar a los presidentes autonómicos y sí permiten que los presidentes autonómicos actúen a su libre albedrío, hay que revisarlos antes de que otra dana decida volver a visitarnos.
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