En las últimas semanas, Feijóo muestra un gesto más adusto, huraño y malhumorado de lo que acostumbra –y ya es difícil, aunque su nueva imagen, sin gafas, agudiza más su carácter agrio y resentido- motivado por su impotencia para liderar el PP –ya que Ayuso es la verdadera jefa a la que nadie se atreve a contradecir-, por su incompetencia para articular políticas coherentes de progreso y desarrollo características del Estado del Bienestar y por su obsesión enfermiza para llegar al poder a toda costa, utilizando, como medios, el juego sucio, el engaño, la mentira y la manipulación. Y lo más grave es que cuando miente en entrevistas ante los medios de comunicación, lo hace sin ruborizarse, con frialdad de ánimo y aún sabiendo que su mensaje es falso, trabaja sin cesar para darle visos de veracidad.
Todo esto viene a colación por las gravísimas consecuencias que han provocado las últimas inclemencias meteorológicas en la Comunidad Valenciana, sobre todo y en Castilla La Mancha, Andalucía y Cataluña. Resulta de una miseria moral indescriptible que Feijóo acuda el jueves por la mañana a Valencia, cuando aún se están recogiendo cadáveres –van 202 cuando estas líneas escribo-, a despotricar contra el gobierno de Pedro Sánchez, culpándole de no haber ofrecido información precisa de las alertas de la gravísima DANA que se avecinaba y, por tanto, haciéndole responsable de las consecuencias funestas que se han producido posteriormente. Al mentiroso compulsivo Feijóo hay que recordarle que la AEMET y las confederaciones hidrográficas advirtieron ya el martes por la mañana, a las 7,36, del temporal sin precedentes que llegaba al territorio afectado. A partir de ese momento, conforme a la legislación vigente, son las Comunidades Autónomas respectivas las que tienen la competencia exclusiva para activar los protocolos de protección civil y emergencia correspondientes.
Ante la gravedad de los hechos, en consecuencia, son las administraciones territoriales las que tienen que activar los medios y, en su caso, solicitar a la Dirección General de Protección Civil y Emergencias de Interior, la activación de los medios del Estado, como es la Unidad Militar de Emergencias (UME). A este respecto, debemos recordar que, según la cronología de los hechos, el propio presidente de la Generalitat valenciana, Mazón, compareció ante los medios de comunicación diciendo lo siguiente: “según la previsión, el temporal se desplaza hacia la serranía de Cuenca en estos momentos, por lo que se espera que en torno a las 18,00 horas disminuya su intensidad en todo el resto de la Comunidad Valenciana”. La realidad demostró todo lo contrario, porque tan solo unos minutos más tarde se desbordaba el río Magro, a las 19,00 horas ya había gente desaparecida y a las 19,30 se derrumbaba el puente de Picaña. De la misma manera, también llegó tarde la alerta que Protección Civil de Valencia envió a los móviles pidiendo “evitar cualquier tipo de desplazamiento en la provincia de Valencia ante las fuertes lluvias”. Pasada una hora después es cuando el presidente de la Generalitat solicitó formalmente la ayuda de la UME. La cronología es demoledora y, cuando pase “la tormenta” generada por esta catástrofe sin precedentes, será el momento de exigir responsabilidades al gobierno de la Comunidad Valenciana. Hasta entonces, lo único que tienen que hacer las administraciones competentes es trabajar sin descanso para el rescate de personas que aún estén atrapadas, la recogida de cadáveres y el restablecimiento de la normalidad.
Después de las desafortunadas actuaciones de los mecanismos de protección civil valencianos, en esa segunda parte de los trágicos sucesos, el presidente de la Generalitat ha agradecido al presidente del gobierno su ayuda y colaboración -al contrario que Feijóo que consideraba minutos antes que la responsabilidad era del gobierno de España-, lo que demuestra que la actuación del gobierno de la nación fue correcta en todo momento. No así, la de la Comunidad Valenciana.
Por otro lado, también hay que recordar que el actual gobierno de la Generalitat, del PP, eliminó, nada más llegar al poder en 2023 la Unidad de Emergencias creada por la anterior administración, presidida por el socialista Ximo Puig, porque la consideraba “un chiringuito”. Las críticas no se han hecho esperar; así, el portavoz de ERC Gabriel Rufián ha llegado a decir que “hay gente que ha muerto porque según quién no quiso tener una Unidad de Emergencias dignas y bien dotadas”. Parece ser que parte de los fondos que se destinaban a esta Unidad de Emergencias han ido a parar a la promoción de la “Tauromaquia”.
La pregunta que nos hacemos los ciudadanos es la siguiente: ¿cuántas vidas humanas hubieran podido salvarse si no se hubiera eliminado la Unidad de Emergencias de la Comunidad Valenciana? El tiempo dirá y será, como siempre, el juez que dará o quitará la razón a quién corresponda.
En cualquier caso, el comportamiento de Feijóo es deplorable, miserable, mezquino y rastrero, se mire por donde se mire. Otra pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿qué queda de aquél Feijóo del que muchos consideraban que era un político moderado, dialogante, coherente y sensato? A mí nunca me engañaron sus tretas y su comportamiento de “zorrería política” que siempre le ha atesorado. Sabía que detrás de esa “piel de cordero” había un “lobo feroz” que, en su caso, lo único que le ha importado siempre es llegar al poder a cualquier precio. Lo hizo en Galicia y lo consiguió, aunque en España ha topado con un “hueso muy duro de roer”, de ahí su comportamiento pertinazmente insoportable. Es más, creo que si Robert Louis Stevenson resucitara, apareciera por nuestro país y reescribiera su famosa novela “el extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde”, tendría el personaje ideal que enriquecería notablemente su impresionante obra con la figura de Feijóo.
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