No se han encontrado un efecto a largo plazo tan claro como esperaban los expertos. En el estudio han participado más de 100 personas de 15 centros residenciales de toda España
El CRE Alzheimer ha acogido esta mañana el resultado de las pruebas que se han hecho con Paro, una foca de peluche con inteligencia artificial creada para mejorar la calidad de vida de las personas con alzheimer.
Un estudio que comenzó hace unos años y en el que ya han participado más de 100 personas de 15 centros residenciales de toda España. “Los resultados muestran que ha habido cierta mejoría en la calidad de vida de las personas que han recibido la intervención con la foca robótica”, ha explicado ante los medios de comunicación Enrique Pérez Sáez, responsable de investigación del CRE de Atención a Personas con Enfermedad de Alzheimer y otras demencias; quien se encontraba acompañado por Takanori Shibata, investigador del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología Industrial Avanzada de Japón e inventor de la foca robótica Nuka,
Por otro lado, “esperábamos encontrar mejoría en las alteraciones del comportamiento, pero no hemos podido demostrarlo”, ha añadido.
En cada uno de los centros participantes se han hecho dos grupos de personas que han sido asignados al azar para recibir la intervención con Paro de las mismas actividades que estaban recibiendo. En cada residencia había un grupo de entre 10 y 12 personas que eran los que han participado. En cada centro residencial tenían un dispositivo, una foca Paro, de tal manera que cada centro ha podido hacer sus sesiones.
“Dichas sesiones se han hecho de manera grupal. Tres sesiones a la semana de unos 25 minutos o media hora de duración con las seis personas interactuando con el robot y entre ellos mismos y eso nos ha permitido durante tres meses llevar a cabo esa intervención para posteriormente volver al tratamiento habitual”, ha explicado el profesional.
Durante las sesiones los participantes se han mostrado muy implicados e interesados en la interacción con el animal. “Es algo positivo, aunque no hemos conseguido un efecto a largo plazo tan claro como esperábamos, pero sí está leve mejoría en la calidad de vida que puede tener un impacto para las personas, que habitualmente no reciben muchas intervenciones o no participan de muchas de estas actividades”.
El robot Paro tiene una serie de sensores y una inteligencia artificial que le permite responder de alguna forma interaccionando con las personas. Tal y como ha explicado Pérez Sáez, si se le acaricia, le va a gustar y hace un sonido de agrado. Si se hace algo que no le guste, como tocarle los bigotes o pegarle, pues hace un gesto de desagrado, incluso responde a las variaciones del uso de sonido que hay.
“De esa manera permite que responda nuestra interacción con él, pues como lo haría o de alguna manera parecido a como lo haría algún animal. No es simplemente un peluche, son esas series de sensores y la inteligencia artificial la que permiten que responda a la interacción que hacen con la persona”, explica.