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En un rincón oscuro, o de luz, de mi pensamiento
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En un rincón oscuro, o de luz, de mi pensamiento

Actualizado 23/10/2024 07:59

Sé cómo soy y no lo oculto. Y también sé una cosa…, que hay noches más oscuras que otras…

JUAN GUSTAVO BENÍTEZ

Algunos días te sentirás perdido, desolado. Sim embargo, la vid es curiosa y te brindará una nueva oportunidad cada amanecer. Pensemos que cada día es una nueva ocasión para ser mejor. Para empezar de cero.

JUAN GUSTAVO BENÍTEZ

La luz está en ti, en tu interior. Solo has de pulsar el interruptor adecuado. Y la actitud que le pongas en ese momento hará el resto…

JUAN GUSTAVO BENÍTEZ

El ser humano se manifiesta en la palabra y la estructura mental se organiza en función de ella. Estamos ante el misterio más profundo, ante la grandeza más sublime, ya que el lenguaje es creación. Y la creación es libertad. Y de este estante arranca todo. Por otro lado, vivimos muchas epidemias sociales, la prisa es una de ellas. Nos recordaba B. Pascal, que el origen de la infelicidad humana es no saber estar quieto en una habitación. Este nuevo hombre de la prisa se centra más en lo externo, la apariencia, la fama, el poder, el dinero y acaba perdiéndose a sí mismo, generando esa sensación de “vacío” y de soledad.

Hace unos días me ha llegado el último libro de Juan Gustavo Benítez Molina:En un rincón oscuro, o de luz, de mi pensamiento”. Amigo en la distancia, pero cercanos en la búsqueda de caminos de esperanza a tientas en la noche oscura del silencio. Escribí con su padre Carlos Benítez Villodres en la revista “Proyecto de cultura Granada Costa”, poeta de la hondura y de la solidaridad, escribió: Quien con su amor, generosidad y sabiduría engrandece e ilumina a los seres humanos, eternamente vivirá en el corazón de los tiempos y de los hombres nacidos para dar lo mejor de sus cosechas. Ahora comparto páginas con Juan Gustavo Benítez, con sus recomendaciones médicas, humanizando la ciencia.

Al abrir sus páginas nos encontramos con un libro a corazón abierto, un libro lleno de vida y esperanza. No hay rendición en su voluntad de vivir, ni siquiera cuando considera probable, demasiado probable su viaje hacia la muerte. En sus palabras se desvela una hondura profunda que sólo puede manifestarse en aquellos que han experimentado el silencio de la enfermedad y la muerte. Para remontar en la esperanza, muchas veces el pensamiento se queda en el silencio, para sentir y comprenderlo todo, incluso el misterio o el propio silencio. La espiritualidad en el ser humano no es algo accidental. Se necesita buscar un sentido que solo encuentra en la hondura del silencio, necesario para nuestro caminar a Ítaca, para desarrollar su identidad y hacerse un lugar en la realidad que estamos ubicados.

El libro surge después de tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. El amor a la familia, a su esposa, a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos. Juan Gustavo comenta en el libro: mi motor es mi familia, soy lo que soy gracias a ella. En ella ha conseguido personalizar el amor, es el primer lugar educativo donde aprendemos a amar. E. Mounier, nos recordaba que la familia es ese “milagro frágil, tejido por el amor, educador del amor”. La familia es el centro y el corazón de la civilización del amor.

En el libro se vislumbra en cada una de sus páginas la herida de la muerte, muerte de un ser querido, de la enfermedad del cáncer, que es otra forma de muerte, aunque se salga adelante. En los límites de la vida, la tuya o la de un familiar se impone la pregunta por el sentido de la existencia. En esos momentos límites, podemos tener más preguntas que respuestas y quedar atrapados en el pozo del sufrimiento. Las preguntas por el sentido no se plantean para ser respondidas, ellas nos revelan la condición humana. La muerte de nuestros seres queridos nos permite abrir el sentido a una realidad que va más allá de uno mismo, a una totalidad de la existencia que nos desborda y que se resuelve en el recinto sagrado de nuestro corazón.

Cada sufriente debe buscar compartir y ordenar las preguntas, para poder habitar el mundo y que se puedan tornar más humanizadoras. La mayor parte de las veces necesitamos toda una vida para encontrar el sentido, ya que el dolor del sufrimiento puede romper el relato existencial que contribuye a orientar la propia existencia. El ser humano es un ser doliente. El hombre no se destruye por sufrir, sino por sufrir sin ningún sentido (Viktor Frankl).

Por último, el libro es un manual de luz y de esperanza. Nos recordaba Teilhard de Chardin, no tenemos necesidad de un cara a cara ni de un cuerpo a cuerpo, sino de un corazón a corazón. Nuestra esperanza no puede nacer ni fijarse si no encuentra un corazón, un rostro. La esperanza no es solamente una protesta dictada por el amor, es una especie de llamada, de recurso loco a un aliado que también es amor, nos recordaba Gabriel Marcel. La esperanza no es una actitud pasiva, es una actitud activa que nos arraiga en la tierra y nos transforma como también transforma el mundo. La esperanza es abrir caminos nuevos, encender pequeñas luces y construir nuevos paisajes en el corazón para poder arraigarse en el mundo y construir fraternidad.

La clave de la vida es amar a los demás como deseamos que nos amen a nosotros. El amor es darse amorosamente, es perderse a sí mismo para encontrarse en el don recíproco que el otro hace de su propia persona. Solo empobreciéndonos, nos podemos enriquecer del otro. En el amor, como en la vida no hay compromisos tibios, es darse completamente. En el amor, nos recordaba Josef Pieper, antes del querer-actuar, antes de la exigencia del bien, se encuentra el puro asentimiento afirmativo a lo que ya está ahí. El amor es más divino cuanto más se una a la naturaleza humana.

El libro de Juan Gustavo Benítez Molina, nos recuerda que somos pequeños en ese universo infinito, pero también acariciamos que hemos sido invitados a la vida con unas huellas de identidad que son únicas y que no posee otro ser. El agua, el viento, los árboles forman parte de esa geografía del espíritu, sabiendo que los mejores paisajes, las experiencias más inolvidables, acontecen en nuestro interior. Pensar desde el silencio, desde el amor, la muerte y la vida, es un antídoto contra el olvido, una ruta para no apagar esa llama de nuestro interior, esa chispa de fuego que arde sobre las cenizas.

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