Robin Sharma (1964) que es un escritor y conferenciante motivacional y experto en liderazgo canadiense con gran influencia a escala global, lo dice claramente: “los perdedores hablan de los problemas…los líderes hablan de posibilidades”.
Cada día nos levantamos y somos conscientes de que no se puede dominar el futuro si se sigue siendo un esclavo del pasado. Importante entonces, es no dejarse atrapar por “escenas” que están presentes en nuestra memoria y nos dificultan mirar hacia un nuevo horizonte.
Esto de que “el pasado me condena” o también “me siento atrapado por mi pasado”. Desde ya, que este tipo de pensamientos no son los que tiene en el día a día un líder efectivo, sea en el ámbito privado o en las esferas de la alta política.
Hay tres cosas que nos pueden suceder a todos y se convierten en consejeros, aunque no sean personas, y contamos en la vida con ellos a pesar de que no nos percatamos hasta pasados unos “cuántos golpes” (la experiencia de vivirlo en nuestras propias carnes): tener los bolsillos vacíos (estar pasando necesidades de verdad); los fracasos que hemos experimentado; los estados de ansiedad extrema (incluido el ataque de pánico que es la manifestación de un estrés galopante).
Es en estos momentos cuando nuestra mente, pero especialmente nuestras emociones, nos dicen “stop”, ya es suficiente…hay que cambiar nuestra forma de vida, porque por este camino no vamos a ninguna parte. ¿Te resulta conocido ya que alguna vez te ha ocurrido y te has detenido a reflexionar?
Son también instantes en los cuales se evidencia quiénes tienen la voluntad y lucidez para darse cuenta que no es buena la dirección que han tomado, mientras que otros (una gran mayoría), persiste tozudamente una y otra vez en seguir en la misma autovía de la destrucción (porque, por ejemplo, está esa persona que no puede o no se anima a dejar el trabajo que le está martirizando y buscar otra forma de ganarse la vida).
Tenemos una tendencia muy marcada a manejarnos dentro de los límites de nuestra “zona de confort”. Nos proporciona confianza y tranquilidad. Desconfiamos de todo lo que hay fuera de nuestra “black box” (caja negra) porque siempre hemos estado habituados a convivir sujeto a determinadas normas.
Salir de esta caja requiere que, al menos por un momento, meditemos en que los límites que nos hemos impuesto en la vida o que nos han fijado (forma de trabajo, tipo de educación, normas de comportamiento, etc.), provienen de una concepción acomodaticia y que funciona bien siempre y cuando no entremos en zonas de riesgo, incertidumbre o inestabilidad. Cuando ello ocurre todo se nos complica, y con frecuencia nos invade esa sensación en el cuerpo de que “se nos cae el mundo encima”.
Cuando se tiene la percepción de que nuestros riesgos están controlados y no puede haber sobresaltos, es que no nos hemos aventurado a salir de nuestras fronteras. Una visión un poco mezquina de lo que realmente nos ofrece la vida. Porque en realidad, las barreras con que siempre se establece cuál debe ser el comportamiento de personas y organizaciones en la sociedad, la única forma de superarlas con éxito, es tomando consciencia de que nuestro hábitat fue creado y sometido a un exceso de principios y normativas que limitan el talento y la creatividad.
Lo dice con mucha claridad Buddha cuando afirma que “desde que todo lo que hacemos es un reflejo de nuestras mentes…significa que también todas y cada una de las cosas pueden ser cambiadas por nuestro pensamiento”. Y esta es la fuerza que hace que saltemos barreras y abramos fronteras, especialmente las del pensamiento. Porque en éste subyace la libertad individual y colectiva.
Uno de los tratadistas y pensadores más importantes del liderazgo contemporáneo, John Maxwell, afirma que “los logros pueden facilitarnos la forma en que focalizamos, pero los sueños nos dan poder”. Aquello de que todo es posible. Que debes ver oportunidades dónde los demás (o la mayoría) ven obstáculos. Que no debes temer a asumir riesgos. Que sabes en tu interior que estás bien orientado y que estás focalizando debidamente el entorno, especialmente todos aquellos factores que no son controlables. En suma, una poderosa herramienta de empuje que es la motivación.
Porque si no se está motivado, no puedes mover ni una silla. Pero tienes que hacer el esfuerzo, sabiendo que cuando empujas nada es impracticable, aunque tienes que tener un especial sentido de percepción de la realidad para no darte con un muro y fracasar.
Con frecuencia el líder tiene que “dar un salto” sin red a lo desconocido, porque no hay resultados en ese nuevo mercado porque nadie ha entrado aún o ningún otro líder u organización ha experimentado determinado tipo de acción. Pero su intuición y ese sexto sentido que se ha ganado con esfuerzo y experiencia, le dice que sí debe persistir en las acciones que está tomando o, por el contrario, le lleva a modificar una decisión ya implementada, pero se da cuenta a tiempo de la necesidad de corregir el rumbo. En todo caso, busca el ramillete de posibilidades por más pequeñas que parezcan, para que él y sus equipos conviertan en su mente cada obstáculo en una posibilidad real. Ver futuro con posibilidades y no solo una posibilidad de tener algún futuro.
Del mismo modo ocurre en el liderazgo político, que el líder que destaca es porque en vez de dirigirse a cualquier persona como si fuera un compañero de partido (tendencia lamentablemente demasiado frecuente en la clase política), se empeñase en comunicarse con las personas de a pie transmitiendo confianza y credibilidad de que ese futuro sí es factible. Explicando por qué tal o cual medida debe aplicarse.
Los ciudadanos que esperan una respuesta, es seguro que valoren al líder político que mejor domine este escenario de empatizar y transmitir seguridad y esperanza, por lo que podrá influenciar en que la ciudadanía tenga mejores expectativas en el futuro y no se quede pensando que es otro político (más de lo mismo) que termina anclado en el pasado.
El líder efectivo tiene que influenciar de tal manera a su gente, que cuando amanezcan cada día en vez de tener un pensamiento muy frecuente en todas las personas, tal como “qué tipo de día me espera hoy”, tendrán una actitud diferente decidiendo “qué clase de día quiero tener hoy”. Un “Giro Copernicano” en la percepción del entorno, el más próximo o el que no lo es tanto.
La influencia en el liderazgo puede cambiarlo todo, tal como que la gente comprenda que están haciendo un trabajo que va más allá de cada uno de ellos a nivel individual, pero que terminará beneficiando a todos a nivel de equipos porque la organización se beneficiará y gracias a esta actitud recibirán su recompensa.
Lo más fácil de cometer en la vida son los errores (más que los aciertos). Los grandes líderes erraron varias veces, pero nada los detuvo en reemprender el camino del éxito. De ahí que no hay que caer en uno de los más frecuentes errores: juzgar a las personas que han hecho algo. Ya que es difícil admitir lo complicado que es hacer bien algo que otros ya han hecho a pesar de los equívocos.
Para estas situaciones hay una receta que no falla: cuando alguien nos pregunta “¿por qué siempre insistes en tomar el camino más duro y complicado?”, debemos responder de manera contundente “¿por qué asumes que yo estoy viendo dos caminos y no uno?”. No cabe duda que es una respuesta típica de un líder que tiene clara su visión, que sabe que el camino es el elegido, pero abrirlo es tarea de él como también lo es, explicar y formar a sus seguidores por qué deben tomarlo, cuál es el propósito por el que están esforzándose y la importancia de alcanzar las metas fijadas.
Tres cuartos de lo mismo en el liderazgo político. Demasiadas discusiones y descalificaciones sobre el presente, pero pocas aperturas a las posibilidades que el mañana ofrece, más cuando la tecnología nos va facilitando y cambiando la vida.
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