Durante los últimos tres siglos muchas personas ilustradas pensaban que la Ciencia y la Iglesia católica eran como el agua y el aceite, enemigas irreconciliables. Y no digo yo que no lo parecieran, pero sí digo que hubo demasiada ideología por una y otra parte. Estoy convencido de que tanto la Ciencia como la fe católica no deben guiarse por ideologías.
¿Por qué? Pues porque la ideología es, por definición, una visión parcial de la realidad, mientras que la realidad se empeña en ser compleja; las ideologías son verdades parciales, son una parte de la verdad, pero no son el todo. Y me parece cierto que tanto la fe católica y su expresión racional en la Teología, como la Ciencia actual en sus múltiples manifestaciones, son realidades complejas. Como consecuencia de esta complejidad es obligatorio acercarse a una y otra, fe y ciencia, con humildad y respeto.
En cuanto a la Iglesia también es compleja y está formada por seres humanos imperfectos y pecadores. La Iglesia se expresa en múltiples manifestaciones, pero hay dos que son especialmente importantes… las más importantes: 1) Los siete Sacramentos y 2) la Liturgia de las Horas (los curas tenemos obligación de rezarla siguiendo el Breviario, que no es tan breve porque tiene varios tomos; la tecnología digital nos ha aliviado de transportar tantos tomos porque ahora podemos tenerla en una aplicación en el móvil, en la Tablet o en el PC).
Copio a continuación la tercera petición de las Preces de los Fieles tomada de las Vísperas del jueves pasado, jueves de la XXIV semana del Tiempo Ordinario:
“Señor, que has querido que la inteligencia del hombre investigara los secretos de la Naturaleza, haz que la ciencia y las artes contribuyan a tu gloria y al bienestar de todos los hombres”.
A esa petición, todos los que participen en la oración de Vísperas deberían responder: “Concédenos, Señor, la salud y la paz”.
Antonio Matilla, cura católico y amante de la Ciencia.
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