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Lo bienaventurado
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LA PROVINCIA DEL ALMA

Lo bienaventurado

Actualizado 19/09/2024 07:57
José Luis Puerto

Hay un arquetipo religioso-literario que llega, históricamente, hasta nosotros a través de una doble vía: la clásica y la semítica. Nos referimos al del ser humano bienaventurado o dichoso.

Por vía clásica, lo recibimos a través del Beatus ille del poeta latino Horacio (“Dichoso aquel…”; Épodos II). Y, desde la semítica, nos llega y se recoge en los conocidos textos evangélicos de Mateo y de Lucas.

En ambas vías, los bienaventurados y dichosos son aquellos que encarnan la vida sencilla y retirada, la mansedumbre, la aceptación del dolor y del sufrimiento, la encarnación de la misericordia, la aspiración a la justicia, al tiempo que la persecución en su nombre, la limpieza de corazón, la paz, el haber de soportar injurias y persecuciones…

Y, ahora, recibimos, de modo muy hermoso, la recreación de este arquetipo del ser humano bienaventurado y dichoso, a través de la voz, tan delicada y personal, tan humanizada, de la poeta y profesora Asunción Escribano, quien, en su libro La belleza de lo bienaventurado, nos vuelve a poner frente a unos valores, como los que hemos enunciado, que, hoy, más que nunca, pueden constituir una luz, una guía, una orientación ética y existencial, para orientarnos, en un mundo tan desorientado y convulso, en un mundo que se aleja de ese cosmos de lo bienaventurado y se orienta (se desorienta) hacia un caos que nos deshumaniza y nos degrada.

La belleza de lo bienaventurado, de Asunción Escribano, es la decimoséptima entrega de una exquisita y recogida colección, titulada “De la belleza”, editada por Héctor Escobar (Eolas Ediciones) y dirigida por el narrador vallisoletano Gustavo Martín Garzo, que constituye un seguro faro, ético y estético, para iluminar este nuestro presente.

Asunción Escribano aborda lo bienaventurado y lo recrea a través de la poesía. Realiza una lectura creativa del arquetipo de lo bienaventurado y dichoso, sirviéndose de la lectura e interpretación de poetas contemporáneos y actuales de su total predilección. Con algunos de tales poetas, mantiene un diálogo creativo y amistoso muy fértil, ya que se hallan muy próximos a ella.

Estructurada la obra a través de un “umbral” y de dieciséis capítulos, que se inician todos ellos con el enunciado de “Dichosos los…”, Asunción Escribano nos ofrece en La belleza de lo bienaventurado una cartografía de una poesía contemporánea que dialoga con lo sagrado, con el misterio, con los valores, con una belleza responsable y humanizadora; con una poesía contemporánea marcada por la trascendencia y por esa sacralidad que caracteriza al ser humano, cuando no ha perdido su rumbo y su norte.

Pero, ¿cómo reelabora, cómo reinterpreta, cómo recrea Asunción Escribano este arquetipo de lo bienaventurado y de lo dichoso? ¿Quiénes serían hoy los bienaventurados?

Ella misma nos da la respuesta, a través de cada capítulo. Así, siguiendo su estela, nos encontraríamos con los niños, con los que miran a lo alto, con quienes ponen el oído al mundo, con los que se retiran del mundo, con los que regresan, los que callan, los que esperan, los que confían…

Pero, en una suerte de fuga, de deriva poética, metafísica, ensoñadora.., nos habla de “los que cultivan una siembra dichosa de pájaros”, de “los que tienen luz de luna en su vestido”, de “los que pasan la noche con la insignificancia”, de “los que saben que detrás del lenguaje se halla lo indecible”, de “los que apuran el año en armonía con la tierra”, de “los que guardan en la memoria palabras de Virgilio y de Cristo”, de “los que escriben poesía desde el júbilo”…

¿Quién da más? Nos lo da Asunción Escribano, que nos regala y nos ofrece un libro muy hermoso, delicado y pequeño, para que nos apacigüemos, para que nos orientemos, para que nos reencontremos con lo esencial, para que sigamos ese itinerario de los pocos sabios que en el mundo han sido:

La vida retirada, humilde, inocente, pacífica, mansa, insignificante, jubilosa…, que es la que, a lo largo del tiempo, han seguido los bienaventurados y dichosos.

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