Si veo al reloj marcar las cinco de la mañana considero que la noche ya no tiene más que dar de sí. Ninguna página, ninguna vuelta seca sobre el colchón, ninguna canción me acuna después de esa hora. Solo se escucha el ruido neutro de un temprano barullo mental, como salmodia eucarística, y el pequeño trajín de aquellos que madrugan sin ayuda de Dios. Solo el imperceptible rielar de la luna sobre el granito recién fregado. Y un frío esparcido por los descansillos.
Unas horas después, sin sol ni ritmo, saludo y pido perdón a los limpiadores del edificio. Su trabajo es interrumpido por unas huellas patosas que llegan tarde, como siempre. Las caras alargadas por el madrugón aguardan en los escalones, prácticamente abandonadas a su suerte, a su martirio sin cruz. Porque es demasiado temprano, es bien sabido que la felicidad no se despierta a estas horas, que se hace de rogar más allá del amanecer y de los primeros mensajes por teléfono. Son horas en soledad que no significan nada más allá que la ausencia de todas las cosas que necesitamos para estar verdaderamente despiertos.
La fregona es lastimera. Pasa por los escalones de izquierda a derecha y viceversa, repitiéndose dos veces el proceso. El pasamanos encuentra el camino hacia arriba de mano de la bayeta, sombra de la sombra, limpieza profunda. “Hola, perdón” y continuo bajando intentando que mi falta, mi herejía, sea lo más mínima posible. Que ese “perdón” sirva como cupón para una expiación. Porque llego tarde, pero eso no remedia el agujero que dejo con mis suelas polvorientas. A la salida, veo a más limpiadores llevando a cabo su trabajo. Sigilosamente, en las horas que no existen. Actuando en un, no para ellos, práctico secreto. O, más bien, en una egoísta marginación tácita.
Vuelve a ser temprano. Contemplo más portales encendidos con un cubo huérfano de fregona al pie del cañón. Todas las escenas se parecen porque son las mismas caras largas que ofrece la madrugada. Nadie ha dormido hoy. Nadie pisa con cuidado la escalera recién fregada. Nadie ha correspondido verdaderamente el trabajo. La noche no va a dar más de sí misma.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.