Sábado, 21 de diciembre de 2024
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Mujeres y buen liderazgo
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Mujeres y buen liderazgo

Actualizado 19/09/2024 08:08
José Luis Zunni

En nuestra foto de portada podríamos decir que, en la sonrisa y una expresión de satisfacción, incluso puede vislumbrarse ese tono facial de felicidad, porque sin duda se dibuja en la cara.

Las expresiones de este tipo nos enseñan a comprender que cuando observamos en los diferentes procesos de integración de la mujer en la sociedad, en todos los campos de actividad, incluso compitiendo generalmente en desventaja con los hombres porque sigue siendo un mundo hecho a nuestra medida y que nos resistimos a cambiar (no es mi caso), la expresión de su rostro es de más confianza y seguridad que nunca.

Nos han superado en los estudios, en la investigación científica están demostrando su valía, en la gestión empresarial en puestos de alta responsabilidad logran mejores resultados y beneficios para las organizaciones…en fin…están demostrando que se prepararon para superarse a sí mismas (lo hacían honestamente) porque sabían que tenían una doble batalla.

¿Por qué este doble esfuerzo?

Porque había un dato que siempre venía dado, nos referimos a la posición que ocupaban (que en muchísimos casos siguen ocupando los hombres), incluso la diferencia injustamente marcada de las remuneraciones percibidas. Por cierto, del todo injustificable.

La mujer de nuestra foto de hoy pertenece a una nueva categoría profesional de jóvenes valores, que están no solo rompiendo el “techo de cristal” que poco a poco ha ido cediendo por propia ley de gravedad (la presencia de la mujer, aunque le pese a algunos hombres), sino que además es cada vez mayor y más segura para organizaciones y países.

La mujer ha incrementado sustancialmente el nivel de humanismo, empatía, solidaridad, comprensión y tolerancia que los veinte siglos (por decirlo a bote pronto) que nos han precedido a la sociedad actual, era dominio exclusivo de hombres y testosterona.

Pero para ese rostro de equilibrio emocional y seguridad que nos transmite, porque sabe hacer las cosas bien y con mucha responsabilidad, tiene un nombre en cuanto a ese mecanismo intangible que depende de nuestra capacidad emocional: la empatía. Y en materia de empatía y ser empáticas no hay cómo superar a las mujeres.

Voy a destacar un comentario de Mimi Nicklin, que es una experta en marketing y estrategia, además de una reconocida líder empática, siempre impulsada por la búsqueda de llevar conciencia al papel y el impacto del liderazgo, con el deseo de hacer del mundo del trabajo un lugar de alto rendimiento, valioso y sosteniblemente saludable.

Y fue justamente durante la peor de las crisis imaginables, la pandemia del Covid-19, que voces de mujeres como Mimi, fueron fundamentales para que se produjera de una vez por todas un cambio de rumbo en la sociedad, en el sentido de intentar cerrar esa brecha que sigue abierta en el ámbito del género, ya que sigue existiendo un déficit de empatía global que afecta a todas las comunidades del mundo, y no precisamente por culpa de la mujer.

Es interesante el relato que hace sobre una experiencia que tuvo durante la pandemia, lo que le llevó a decir que "el virus no discrimina". Estaba en un restaurante y en una mesa próxima a la que estaba comiendo, ella confiesa que no estaba escuchando a propósito, sino que la realidad de la recuperación de COVID-19 significaba que el sitio estaba parcialmente vacío y era más fácil escuchar cualquier conversación.

Pero lo que le sorprendió fue que, en la discusión de esa pareja en una mesa próxima, dejaba en evidencia que, durante la pandemia del coronavirus, la mujer a la que estaba escuchando dirigirse a su marido, parecía estar mucho más preocupada por las familias y la sociedad que la rodeaba, que por su pareja con la que compartía comida. Porque toda su atención se centraba en la estructura del equipo, el negocio "habitual" y la recuperación financiera.

En cambio, la preocupación de esta mujer se trataba del bienestar y la seguridad de los maestros y el personal de la oficina a medida que la sociedad regresaba a alguna versión de la normalidad. "¿Cómo volverá la gente a la oficina sin apoyo escolar a tiempo completo?" reflexionaba y continuaba diciendo que "¿cómo se mantendrán seguros los que trabajan en entornos públicos?".

No hay duda que todos sus sentimientos estaban arropados por la empatía, lo que siempre se suele decir que el otro también existe, por lo que es fundamental ejercer de verdad una preocupación por el otro, lo que ella estaba haciendo en ese momento (mirar por el resto de personas al margen de su propia pareja).

Mimi Nicklin, afirma entonces que esa conversación que no pretendía escuchar pero que terminó escuchando, es una prueba de un déficit de empatía ampliamente asumido por parte del hombre, pero que además confirma que corresponde a una visión diferente del mundo.

Ella se pregunta si “las mujeres son biológicamente propensas a sentir empatía de manera más profunda y natural, o es una vida de "entrenamiento" social lo que ha llevado a las mujeres a ser en general más pro sociales como una respuesta natural”.

Mi visión de esta cuestión que está muy entroncada en la filosofía de vida de esta autora, es que en realidad las mujeres cuentan con esa doble ventaja: por un lado, hay una realidad de su propia biología que les ha dado la fortuna de ser madres y auténticas cabezas de familia por siempre, pero especialmente en terribles conflictos de guerra en la cual su única preocupación ha sido poner a salvo los suyos.

El sentido de protección de la mujer es diferente al del hombre. Por otro lado, Nicklin se pregunta si es una vida de entrenamiento social lo que ha llevado a las mujeres a ser mucho más proclives que los hombres en cuanto a dar respuesta social, ser pro sociales y más sensibles al sufrimiento, injusticia, desamparo, desigualdad, etc. Mi posición al respecto, es que perciben antes que el hombre los sentimientos de disconformidad, insatisfacción, desánimo, preocupación, así como también captar mejor la atención de los problemas por venir (su intuición femenina privilegiada), que justamente se basa en esa tremenda sensibilidad hacia las otras personas, porque no se puede intuir si no se es sensible y con capacidad por preocuparse por los demás.

En un estudio reciente de Korn Ferry / Hay House que muestra que las mujeres obtuvieron puntajes más altos en todas las categorías de inteligencia emocional que los hombres excepto una. Y justamente toda la evidencia empírica señala que aquellos que obtienen los puntajes más altos en inteligencia emocional y social son los líderes más efectivos en todas las organizaciones, ya que pueden influir en los demás, gestionar bien los conflictos y hacer crecer a su gente.

Entonces, la pregunta que surgía durante esta investigación era ¿cómo podían las mujeres aprovechar sus habilidades para alcanzar puestos de liderazgo? ¿Y cómo podían las organizaciones ofrecer oportunidades más equitativas para que mujeres capacitadas asumieran roles de liderazgo?

En el estudio mencionado anteriormente, se recopilaron datos de 55.000 profesionales en 90 países y en todos los niveles de gestión. Mostró que las mujeres obtuvieron puntajes más altos en comparación con los hombres en autoconciencia y empatía, y más de cerca en tener una perspectiva positiva. Pero las mujeres también puntuaron más alto en coaching y tutoría, influencia, trabajo en equipo y adaptabilidad.

El único componente en el que los hombres puntuaron por igual, no más alto que las mujeres, fue el autocontrol.

Si bien este es el caso, los hombres aún superan ampliamente en número a las mujeres en puestos de liderazgo en todos los ámbitos. Y esta es una asignatura pendiente que los hombres debemos de una vez por todas asimilar. Tendríamos mejores sociedades y habría menos guerras.

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