Me cuenta mi amigo, el otro Poeta -¡Cuántos amigos, cuántas amigas poetas! ¿Qué tienen los poetas con su ritmo de versos, con su entonación de agua rodeando mi biblioteca y mi vida de rima y de palabras?- que quedan tras los fuegos artificiales de la fiesta provinciana los restos de un volcán de cenizas y pavesas incendiarias, el reverso de la alegría, el envés de la trama.
Pasea por el campo aledaño a la ciudad pequeña mi amigo el Poeta con su hermosa compañera de cadencia, caminos entre las cunetas agostadas, las hierbas que claman por la lluvia del otoño, los conejos que no pagan hipoteca ni alquiler en las cercanías del asfalto, mientras piensa en ese bordado de luz sobre los tejados, esa lluvia de color sobre el fin de la celebración de la patrona, fuegos y fuegos con impronta levantina, con reminiscencias chinas y otomanas, ahí donde nos gusta pensar en la verbena, en la Feria de las luces donde giran, impertérritas, las norias de toda la vida, los caballitos de todos los deseos… Y yo mientras pienso en mi hija, tan pequeña, en el cochecito chocón de todas las atracciones, golpeando feliz la posibilidad del desastre, las luces y el sonido que no cesan a pesar de los años, y siento un pellizco en el corazón de algodón de azúcar y olor a palomitas. Feria, feria y feria que oculta una realidad un tanto sórdida en las mañanas apagadas, la suciedad de una noche de deshechos, la tristeza de un negocio en la cuerda floja, las lentejuelas del circo sin luz y sin magia. Todo tiene un reverso que nos atenaza.
Cuenta mi amigo el Poeta de cenizas que vuelan tras la traca, un resto gris y sucio que ocultan la luz y su magia. No sabía de la contaminada cruz de esta alegre cara, paso los días de celebración sosteniendo el fin del verano en las manos ahuecadas, y ya no se me ocurre bajar a las Ferias, ni apretarme en los conciertos al ritmo de la gente que se divierte y hace bien, porque este inicio temprano del otoño nos trae la rutina de los días, la carga del trabajo, el tiempo de roturar la tierra y el año escolar para sembrar los días. Y son días de luz aún en el calor que tiembla con la miel generosa del racimo, días de peras y manzanas a la espera de la naranja que se redondea y el cambio de hora que nos deja en el rumor de las semanas.
Habla mi amigo el Poeta del envés de la trama. Y me siento agradecida por ver el mundo a través de sus líneas y sus páginas, porque lee lo que nadie ve, mira lo que está detrás, y con generosidad, me entrega una verdad envuelta en versos que son alas.
Charo Alonso. Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.
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