No es mi intención someter a examen a la Universidad, eso correspondería a las autoridades, como requisito previo y conocimiento de la realidad, antes de tomar decisiones políticas al respecto y llevar a cabo los oportunos programas. Yo me limitaré a unas reflexiones sobre el asunto.
Estamos iniciando un nuevo curso escolar y seguimos sin un pacto de Estado por la Educación, que dé estabilidad sostenida en el tiempo al sistema educativo español. Que los dirigentes políticos se lo anoten en el “debe” para con los españoles. En España tenemos una revolución pedagógica y educativa pendiente, que atienda a las necesidades de los alumnos, de la sociedad y que redunde en una enseñanza de calidad y mejora del aprendizaje. Es justo reconocer los grandes avances de los últimos tiempos y la reducción de la brecha educativa habida, pero aún nos queda camino que recorrer para que sea evidente una de las funciones del sistema educativo, cual es garantizar la igualdad de oportunidades, tanto para el estudio como para la vida real.
Se acabaron las vacaciones veraniegas y la vuelta al cole no es solo para los peques, también para los mayores. En unos días empezará el curso académico universitario que, alguna de las universidades españolas, afrontarán reforzadas en su estima por la mejora de posicionamiento en el conocido como ranking de Shanghái, la clasificación universitaria internacional más importante y reconocida del mundo que cuenta con un total de 1.000 universidades. El ranking, llamado oficialmente Clasificación Académica de las Universidades del Mundo, se elabora desde el 2003 por la Universidad de Jiao Tong, situada en Shanghái. Fue diseñado por el Gobierno chino para conocer la calidad de las universidades en el mundo, para así asignar con mejor criterio las becas dadas a sus investigadores en el extranjero. Actualmente y desde ya hace unos años, el ranking de Shanghái determina la política universitaria de muchos países.
En esta edición anual de 2024, España consigue colocar en esa prestigiosa lista a 36 universidades: 18 de ellas se mantienen en la misma posición, 11 mejoran, siete empeoran y dos se han caído de la lista. En conjunto, los datos son más positivos que en el 2023, a pesar de la pujanza de las universidades chinas que compiten en esta clasificación. La puntuación obtenida por cada universidad es a tenor del número de docentes y antiguos alumnos que han recibido el premio Nobel o la medalla Fields, la cantidad de investigadores que tiene en plantilla altamente citados en estudios y el número de artículos, con carácter científico, publicados en las revistas académicas Science y Nature.
En el mismo sentido apunta el informe Panorama de la educación, indicadores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico de 2024, al indicar que la formación profesional de grado superior y los estudios universitarios ganan terreno en España, situándose en el 41,4%, similar a las medias de la OCDE que son del 40,7% y de los 25 países europeos de referencia que están en el 37,3%. Este progreso español de la educación superior ha beneficiado de forma evidente a las mujeres, que alcanzan el alto nivel educativo en una proporción del 58% frente a 46,1% de los hombres.
El informe de la OCDE también aporta información precisa respecto del aumento de posibilidades de encontrar trabajo en España según el nivel educativo. Los jóvenes de 25 a 34 años que no tienen más estudios que la ESO están ocupados en un 63%, mientras que en el caso de los que tienen bachillerato o formación profesional de grado medio asciende al 71% y se eleva hasta el 84% en aquellos con formación profesional de grado superior o estudios universitarios. Es decir, vale la pena estudiar, claro que sí.
España cuenta actualmente con un total de 91 universidades, 50 de ellas son públicas y 41 privadas. De las 36 que entran en el ranking de Shanghái solo una es privada, la Universidad de Navarra. La Universidad de Barcelona, situada entre los 200 primeros puestos de la lista de 1.000, continúa ocupando la primera posición de las universidades españolas, teniendo en cuenta su mayor contribución por publicaciones científicas y autores citados frecuentemente.
Un año más, el liderazgo universitario mundial lo mantiene Estados Unidos (EE. UU.) con 114 entidades clasificadas entre las 500 más prestigiosas, siendo Harvard, Stanford y el Instituto de Tecnología de Massachussets, las mejores universidades del mundo. Seguidas muy de cerca por Cambridge y Oxford, del Reino Unido, país que se sitúa en tercer lugar, porque en medio se posiciona China avanzando a gran velocidad con un alto número de universidades clasificadas, tendencia que podría llevarla a ocupar el primer lugar en poco tiempo, desbancando así a EE. UU.
En este contexto geopolítico, que la universidad española no pierda peso y mantenga el nivel científico a escala mundial es digno de elogio, máxime, teniendo en cuenta los recursos, relativamente escasos, de los que dispone. Según Eurostat, en el 2019 el gasto español en educación universitaria, que yo llamaría inversión en lugar de gasto, fue el 32% más bajo que la media de la Unión Europea. De allí para acá no ha dejado de reducirse, salvo honrosas excepciones.
A las universidades públicas españolas le ha llegado el ahogo económico, a unas más que a otras, según la comunidad autónoma de la que dependan. La Universidad Complutense, por ejemplo, ha comunicado a sus facultades que tienen que gastar un 30% menos. En alguna comunidad autónoma, los rectores de las respectivas universidades públicas han enviado una carta conjunta a la Presidencia de la Comunidad, advirtiéndole que con los recursos económicos disponibles ni siquiera podrán pagar las nóminas de empleados y profesores.
Esta estrategia de asfixia económica y consecuentemente de recursos, es la que siguen algunos gobiernos regionales, como el de Madrid, que apuestan por las universidades privadas en detrimento de las públicas, cuando, en la inmensa mayoría de las privadas, la docencia deja mucho que desear, la investigación brilla por su ausencia y la dotación de fondos documentales o biblioteca es escasa. El Producto Interior Bruto (PIB) por habitante madrileño es un 36,5% más alto que la media nacional, mientras que, paradójicamente, la inversión que el Gobierno regional hace por alumno es un 21% menor que la media. Con estas cifras no es de extrañar que los análisis de la Fundación Conocimiento y Desarrollo indiquen que es el sistema peor financiado de educación superior en España.
La escasez de fondos para el sistema público educativo afecta directamente y de forma negativa a la igualdad de oportunidades que tanto proclaman algunos políticos, porque la inmensa mayoría de los españoles no pueden pagarse una universidad privada. El sistema español de educación superior necesita de una mayor inversión en las entidades públicas y un menor enfoque de negocios universitarios, como el que se está dando en algunas comunidades autónomas.
Escuchemos FONSECA con la Tuna Universitaria de Salamanca:
https://www.youtube.com/watch?v=4Tp-WEUTv5w
© Francisco Aguadero Fernández, 13 de septiembre de 2024
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