El nuevo curso político no ha hecho más que empezar y se ha iniciado como finalizó el anterior, con la oposición del PP subida al monte de la indecencia y enfundada en maremotos de ira y crispación hacia el gobierno, buscando cualquier argumento -por esperpéntico e insostenible que parezca- para derribarlo; sin importar los medios utilizados –también los ilícitos y éticamente reprobables- para conseguirlo.
La oposición más rancia y reaccionaria de la joven democracia española está utilizando las instituciones, no para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos anteponiendo siempre los intereses generales, sino para –obsesiva e impulsivamente- exteriorizar sus miserias con evidentes contradicciones en sus actuaciones. Prueba evidente es la negativa de Feijóo en el mes de julio para reformar la ley de extranjería y poder distribuir los migrantes que llegan a las costas de Canarias entre las diferentes Comunidades Autónomas, cuando actualmente se reúne con el presidente de la comunidad canaria, reivindicando al gobierno que se una al PP para que se haga el reparto de migrantes entre las diferentes regiones del Estado.
Utilizan el Congreso de los Diputados no para controlar al gobierno haciendo preguntas sensatas sobre la gestión realizada en los diferentes ministerios, sino para insultar y descalificar a los grupos políticos que apoyan al gobierno y para pedir, a destajo, comparecencias del presidente del gobierno y sus ministros. Si no lo consiguen en el Congreso, lo llevan al Senado, donde tienen mayoría absoluta. Lo importante, para el PP, no es esforzarse para que España sea un país cada vez más desarrollado en sus principios y valores de un Estado Social y Democrático de Derecho, es decir, en libertad, igualdad, justicia, pluralismo y solidaridad, en el progreso social y económico, en la corrección de las desigualdades, en la consecución del Estado del Bienestar y en el escrupuloso respeto de los derechos y libertades de todos los ciudadanos.
De esas cuestiones importantes -las que demandan los ciudadanos- el PP no se ocupa, por la ansiedad y la obsesión de conseguir el gobierno y el poder como sea, tiene a sus miembros absolutamente obnubilados y a su líder, Feijóo, ofuscado porque sabe que el contador de su expulsión como líder del PP va muy avanzado y, si no consigue derribar al gobierno será él el derribado. Es público y notorio que esa unidad que el PP manifiesta en público de sus líderes y sus “barones”, es mera propaganda sin una consistencia real. Se quiere imponer, por todos los medios, la dureza rancia, arcaica y atrabiliaria de la señora Ayuso, guiñol de los que realmente “mandan” en el partido: Aguirre, Aznar o MAR y que no son, sino, una manifestación moderna de las tesis falangistas de los años 40 del pasado siglo en España.
Prefieren airear temas que no son de la competencia de las autoridades de nuestro país, pero que dan titulares y gasolina para incendiar las sesiones parlamentarias. Es rigurosamente cierto que el régimen de Maduro, en Venezuela, es una dictadura, pero tampoco es menos cierto que España, al igual que los países integrantes de la UE, tiene que dar una respuesta a las tropelías que se han cometido en las últimas elecciones del país latinoamericano. Desde la UE se rechaza reconocer a Maduro como presidente de Venezuela, pero tampoco ha reconocido al opositor Edmundo Gonzalez Urrutia como presidente electo, dado que lo que se ha exigido son las actas que verifiquen la legitimidad del elegido presidente. Es cierto que, al parecer, Eduardo González podría haber ganado las elecciones, pero si no hay actas no se puede reconocer como electo presidente ni a Maduro ni a Gonzalez Urrutia. Esta parece la posición más coherente desde el punto de vista democrático. Por otro lado, el gobierno español ha actuado correctamente al conceder asilo político a González Urrutia. Que se centre la política española, exclusivamente, como quiere el PP, en las elecciones de Venezuela, me parece un esperpento. Más que la restauración de la democracia en Venezuela, que no es el interés prioritario de los ciudadanos españoles, lo que el PP desea es derrocar al presidente Pedro Sánchez con cualquier argumento.
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