El pincel que fotografía con la luz y el agua del genio de Jerónimo Calvo
Compartir la alegría, el color que refleja el rincón escogido para sentarse a pintar en compañía, agua que fluye del pincel y empapa la visión de una ciudad siempre viva y hermosa. Ama a la gente este acuarelista de pincelada sutil, de río que rebosa el cuaderno de apuntes, la alegría de su risa y el deseo de compartir la técnica que convierte la paleta en otra acuarela donde reflejar el paso de la prisa, paisaje y paisanaje. Instante detenido ante los ojos vivos del pintor impresionista. Agua y luz, destello de técnica infantil devenida magia prodigiosa.
Charo Alonso: ¿Qué te inspira?
Jerónimo Calvo: La belleza. Y no necesita ser tan bonito un rincón, buscar la belleza de cualquier rincón es sencillo y, cuando lo pintas, más todavía. Si ves algo que dices: “No me inspira” sácale la belleza, empieza a dibujarlo. Unas piedras ruinosas o un contenedor lleno de cartones, por ejemplo.
Ch.A.: ¿Cuáles son los rincones salmantinos que más te inspiran?
J.C.: La Plaza Mayor, en cualquier sitio que me siente. Muchas veces, en el grupo con el que pintamos, decimos: ¿Dónde quedamos? Pues en la Plaza Mayor, donde dé la sombra. O dentro, pintando a gente que está sentada. Siempre la Plaza, y este rincón del Huerto de Calixto y Melibea, pero en cualquier parte de la ciudad hay un sitio al que sacarle partido.
Ch.A.: ¿Por qué la acuarela?
J.C.: He pintado acuarela casi toda mi vida. He tenido intervalos de escultura, cerámica, pintura acrílica, pero siempre he tratado de que sea algo sencillo y fácil de llevar y lo más fácil es la acuarela. Empecé desde que era niño, porque el acceso a los óleos o a los acrílicos era más costoso. La profesora que tuve, Teresa Ustariz, en la Filial 2, hoy Colegio Concertado Pizarrales, nos enseñó a pintar al huevo, a esculpir en piedra, en madera, con el barro, con la plastilina, a hacer grabado en linóleo, etc. Eso en la Primaria… ya de mayorcito fui a San Eloy tres o cuatro años e hice con Joaquín Secall dibujo del natural en carboncillo, y luego pastel con Miguel Ángel Gasco.
Ch.A.: ¿También escultura, Jero?
J.C.: La afición viene de esta profesora, íbamos al campo, a Villamayor, cogíamos una piedra y con un cincel y un martillo hacíamos maravillas. He ido hace poco al colegio a regalarles una acuarela que pinté del propio colegio y vi cosas que habíamos hecho en aquella época. Ahora voy a la Escuela de Cerámica de Villamayor y asisto allí a clase.
Ch.A.: ¿En tu familia había algún artista, Jero?
J.C.: No lo había, pero a mi padre le llamaban “Manitas de plata” porque era mecánico y era una maravilla, cosa que tocaba la arreglaba con pocos medios. Yo pintaba de pequeñito y, como te halagan, te dicen qué bonito, pues te animas más. Trabajé toda la vida en banca, pero siempre he pintado, he hecho modelado, escultura. Ahora, liberado, hago lo que quiero, barro en la escuela y piedra menos, por un problema en las manos.
Ch.A.: ¿Salamanca es una ciudad de pintores, Jero?
J.C.: Si no lo es debería, porque inspira tanto. Yo no me canso de Salamanca, salgo casi todos los días a pintar. Me dicen “Ya lo tienes todo machacado”, pues no, me puedo sentar en el mismo sitio y no lo hago igual, cada día es diferente y pasa distinta gente. Me gusta la gente, es vida, aunque a veces no pueda caminar por la calle La Rúa con la bicicleta de la mano.
Ch.A.: Cuando la gente se jubila, a veces, se pone a pintar. ¿Es el arte, visto así, algo terapéutico, una forma de ocupar el tiempo?
J.C.: Cuando nos jubilamos queremos ocupar el tiempo y qué mejor que hacerlo con aquello que siempre hemos querido hacer y no lo hemos cumplido por falta de tiempo. Pintar es muy relajante y si además le coges afición, pues buscas el momento para pintar en cualquier sitio. Debe ser terapéutico sí, porque yo me encuentro muy bien.
Carmen Borrego: Totalmente de acuerdo, Jero, mi padre trabajó la piedra al final de su vida y fue realmente hermoso ver lo que hacía. Un ánimo tardío puede hacer del arte algo terapéutico, bueno para su vida.
J.C.: Sí, pero seguro que tu padre tenía ese interés de antes. Os cuento de mi madre: cuando murió tan joven mi padre, nos dijo el psicólogo amigo de la familia que la mantuviéramos entretenida, porque su vida había sido criarnos, cuidar a mi padre en lo que duró su enfermedad. Ella nunca había dibujado, solo pintaba la casa. Le compré una caja de acuarelas e iba enseñándola cuando iba a visitarla, me pedía fotos para pintar y pintaba a su lado y ella, que no sabía nada de puntillismo, pintó con puntos después de dibujar a lápiz como yo le había indicado. No dibujaba bien, pero todos los hermanos, seis, conservamos sus cuadros puntillistas que tienen mucho encanto. Mantener la inocencia y frescura de la niñez es mejor que tener buena técnica. El otro día dejé pintar en mi cuaderno a unos niños en la Plaza y, el resultado, maravilloso.
Ch.A.: Tus cuadernos de apuntes son una belleza… Jero, tu inspiración es esta ciudad.
J.C.: Pinto los bocetos en cuadernos, es un papel malo para acuarela, pero lo bueno que tiene pintar en papel malo es que te sueltas mucho a la hora de dibujar, pierdes el miedo a estropear. Voy de viaje y me inspiro con cualquier cosa. Voy en tren y pinto a la gente, busco una historia como la de estos niños dándole de comer a las palomas. La madre llegó desencajada porque había perdido al niño, y cuando le dije “eres un pirata, que te has perdido” me contestó: “No me he perdido, yo sabía dónde estaba”.
Ch.A.: Eres el acuarelista peripatético, una técnica que a mí siempre me pareció desesperante, enseguida se fastidia todo…
J.C.: Hace tres años me di cuenta de que disfrutaba mucho con esto. Sigo aprendiendo, probando técnicas, papeles, he pintado con chocolate, con café, con descafeinado, con canela… ¿A que tú también, Carmen?
C. B.: Yo empecé por error, metí el pincel en el café en vez de hacerlo en el vaso del agua. Y seguí.
J.C.: Una vez limpié el pincel en la infusión y me bebí el agua de acuarela… ¡Algunos pigmentos son tóxicos! La acuarela necesita, como todo, mucha ilusión por lo que estás haciendo, no te molesta molestarte. Cuando tienes una pasión por algo y te ha salido mal, lo vuelves a pintar. Cuando has mezclado dos colores que se ensucian, cuando no controlas el agua… El control del agua es muy importante en la acuarela, más que los colores. Ves a una persona pintar al óleo, que va empastando, poniendo un color encima de otro… es bonito pero cuando ves pintar a la acuarela, cómo se va trabajando el agua, los pigmentos, cómo se van mezclando, es admirable, es mágico y sorprendente. La gente te mira en la calle, es muy respetuosa, procura quedarse lejos, no molestarte. A mí no me molesta que se acerquen, que pregunten, a la gente le encanta ver pintar en general. Los niños y la gente mayor son los más atrevidos.
Ch.A.: ¿Y las exposiciones?
J.C.: He hecho varias, la última se mantiene porque cuando iba a descolgarla encontré a una mujer de la limpieza que me dijo: “Qué pena que te la lleves”, o la recepcionista: “A la gente le gusta, qué pena” Lo consulté y la he dejado en la entrada del Hotel Las Claras un tiempo más.
Ch.A.: Una forma de conocer tu trabajo es a través de las redes sociales.
J.C.: Desconocía las redes sociales, me parecía que todo el mundo ponía a la vista su vida personal, pero estaba equivocado. Me dijeron: tú que pintas, pones las acuarelas, la gente lo mira… Y así, sin ninguna pretensión más que el hecho de que la gente vea lo que hago, y sus opiniones a veces las tengo en cuenta. Me ha ayudado bastante para darme a conocer y hay personas que me siguen.
C.B.: De Jero me habló Concha Redondo, he comenzado a pintar con ellos, es fantástico, algo tiene la acuarela, algo mágico.
J.C.: Es que la acuarela es especial. Con el óleo vuelves a pintar encima, corriges si no te gusta, en la acuarela se embarra mucho, cuando mezclas colores lo ensucias, te queda un color que ya no lo arreglas. Durante un tiempo tuve un profesor de acuarela, Shin Maruyama, decía: Acuarela, 80% pensar, 20% pintar. Ya no pienso tanto.
C.B.: Conocemos a Shin, es maravilloso. Miras el vaso del agua y ya el agua es barro… Jero, nosotros tenemos una tendencia a los colores más de la tierra, nos vamos a los ocres, nos vamos a los sienas, al amarillo…
J.C.: A mí no me gusta estar limpiando mucho el agua, quiero que no queden esos colores puros que no son naturales. Los colores puros de la paleta no existen, todos los verdes tienen ocres, tienen amarillos, tienen blancos…
Ch.A.: Vosotros a la tierra y Cesc Farré, mediterráneo él, a los azules.
C.B.: Y hasta tiene un azul con su nombre. Yo soy más dibujante, Jero.
J.C.: A mí también me encanta el dibujo, si me gustan como quedan, no los pinto. Hago el bosquejo a lapicero o a la pluma estilográfica y luego pinto, pero cuando hago acuarela-acuarela, eso lo considero un poco más laborioso, no sketch. Las obras de Las Claras están bocetadas a lapicero y luego acuarela. Cuando dibujas a lapicero haces más la acuarela perdida, con menos detalles, sintetizando mucho, y esto es complicado.
Ch.A.: ¿Qué es un sketch? Jero, ¿hay un auge de la acuarela?
J.C.: Sketch es “boceto” en inglés, y se le ha dado ese nombre a un estilo de pintura rápida, normalmente acuarela, rotuladores o tinta. Un boceto de la calle o del natural, mucho de la ciudad. Y sí, creo que hay un auge, que se lo puede permitir todo el mundo sin ser demasiado técnicos pero, por supuesto, exige un poco de dibujo y técnica pictórica. Divertidísimo, por cierto.
C.B.: Jero, me encantó tu calendario y no encontré ninguno y, por cierto, me uno a tu grupo para salir a pintar sketches.
J.C.: Hice calendarios con las acuarelas y recaudé más de 1000 euros para donar a Aspace. A la gente le gusta este trabajo y yo lo disfruto cada vez más, me voy con la bici, observo, me paro, me siento, o pinto de pie, sé ya dónde está cada color, o voy de senderismo con mi kit mínimo de acuarela que llevo en un bolsillo… Me gusta estar con gente que se une para hacer lo mismo, que comparte la experiencia, la ilusión que yo tengo para pintar, que se ayuda. Ahora hay muchos grupos que salen juntos, en Cádiz se juntan 50 personas, pronto asistiré a un encuentro con la Asociación de Acuarelistas de Castilla y León en La Alberca y después con otro grupo a Santiago de Compostela… eso es una maravilla. Hoy buscaba entre las acuarelas una que hice del perro de mi hijo para llevársela estos días y, haciendo recuento, en los últimos tres años he pintado más de 1.200 acuarelas… Carmen, ¿cuándo quedamos para ir a pintar?