Fallecido el domingo 11 del pasado agosto, a lo largo de las semanas anteriores, desde Barcelona, Rafael Méndez, tercer presidente del Movimiento Scout Católico (en adelante MSC), nos iba informando a los amigos del deterioro irreversible en la salud del que fuera segundo presidente, José Manuel Basáñez Villaluenga, que a su vez había sucedido a Jordi Bonet Armengol, arquitecto de la Sagrada Familia, que fue el impulsor de la Oficina de Coordinación del Escultismo Católico desde antes de su constitución el 7 de mayo de 1961. Debieron pasar todavía algo más de doce años para que la Conferencia Episcopal Española erigiera canónicamente, el 6 de julio de 1973, como Asociación Pública de Fieles, al Movimiento Scout Católico.
Ni que decir tiene que previamente, desde el mismo final de nuestra Guerra Incivil 1936-39, muchos grupos scouts comenzaron a florecer, sobre todo desde los años cincuenta del siglo XX, amparados por la Iglesia en España, ateniéndose al Concordato del Estado Español con la Santa Sede. Antes de nuestra Guerra Incivil, durante la Segunda República, los obispos españoles reconocieron a los Scouts Hispanos –grupos católicos de scouts- que fueron disueltos por el régimen franquista nada más terminar la guerra, mientras a otros grupos scouts se les impidió organizar actividades, pero sin ser formalmente disueltos.
Hacer Escultismo en esos años fue una tarea difícil, porque el Escultismo es en sustancia y en esencia democrático y en España anhelábamos democracia, pero no la teníamos. Tampoco era realista enfrentarse abiertamente al Régimen de Franco, sobre todo porque la mayor parte de los jóvenes scouts eran menores de edad, como es obvio.
Por otra parte, la economía española, después de lustros de autarquía y aislamiento internacional, empezaba a despegar, como indica la constitución de la empresa SEAT en 1950, cuya primera fábrica, en la Zona Franca de Barcelona, comenzó a producir 5 coches diarios Seat 1400 a partir de 1953. Polos de Desarrollo comenzaron a brotar también aquí y allá en España, impulsores de riqueza y bienestar para la clase media.
Pero no todo fue política y economía en aquellos difíciles años. Hubo un acontecimiento eclesial muy importante que no fue ni político ni económico, sino fundamentalmente espiritual, religioso y teológico: el Concilio Vaticano II. En la España “oficial” nacionalcatólica de entonces, el Concilio trajo una verdadera revolución espiritual con no pocos enfrentamientos y equivocaciones dentro de la Iglesia en España. Pero es lo cierto, en mi opinión, que fue una ventana abierta por el Espíritu Santo, por la que entraba el aire fresco del mundo y, lo que para mí fue y es más importante, el ruah, el “soplo” del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo sopló en la nariz y en el corazón de cientos de miles de cristianos enrolados en los diversos movimientos generales o especializados de la Acción Católica: obreros, empleados, estudiantes, profesionales, mujeres u hombres, también en el Escultismo. Se trataba de vivir la fe cristiana haciéndose conscientes o restaurando el compromiso bautismal para vivirlo en todos los ambientes: familia, Universidad e Investigación, mundo obrero, sindicalismo, fábricas, comercios, mundo rural, enseñanza y educación –tanto formal como no formal, es decir, educación en el Tiempo Libre-, empresarios, financieros. Se trataba de responder en todos esos ámbitos citados y, desde luego, también en el compromiso político, ejerciendo el compromiso bautismal inspirándose para ello en la propia conciencia, en el grupo de Acción Católica o en la comunidad cristiana en general, en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia. El compromiso cristiano ya no era exclusivo de obispos, sacerdotes, religiosos o religiosas. Toda esta tormenta espiritual se desarrollaba en mi Salamanca, ante mí, en mi parroquia –pionera de la renovación litúrgica-, en el Escultismo católico, en la JEC que giraba en torno a San Benito, en los curas obreros, en el IMS (Instituto de Misioneras Seculares), en el Acies Christi –avelinos, con sede en la actual Casa Lis-, en el Movimiento Neocatecumenal que surgió en un suburbio de Madrid, pero fue reconocido en primer lugar por la diócesis de Zamora en 1968 y un año después por la de Salamanca, y en el Opus Dei.
Ni que decir tiene que, en ese nuevo contexto espiritual que manaba a borbotones desde los gestos y los textos del Concilio Vaticano II, la figura del sacerdote había cambiado, acentuándose prioritariamente como consiliario y acompañante, porque se trataba de acompañar a los bautizados que estaban intentando ofrecer conscientemente a Dios su vida familiar, profesional, social y política como sacrificio espiritual.
En esta tormenta espiritual creada por el Concilio Vaticano II hubo errores, exageraciones, confusiones y despistes, porque era difícil no equivocarse y a todos nos faltaban personas referentes que nos ayudaran, con su ejemplo y su experiencia compartida, a encauzar nuestro compromiso cristiano y, en mi caso, sacerdotal –fui ordenado presbítero por el obispo D. Mauro Rubio Repullés el 30 de octubre de 1975 en un garaje convertido en iglesia parroquial, El Nombre de María, en el Alto del Rollo de Salamanca-.
Para mí, como sacerdote consiliario de scouts, fue muy importante el contacto estrecho, formando equipo, con personas como José Manuel Basáñez, católicos hasta el centro del corazón y de la conciencia bien formada, comprometidos en la transformación del mundo siguiendo las pistas del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia en el espíritu del Concilio Vaticano II. Contemplar con mis propios ojos del cuerpo y del alma que era posible meterse de lleno, como hizo José Manuel Basáñez, en las estructuras de este mundo sin traicionar su compromiso bautismal, su catolicismo mamado en casa, en Burgos, en el Colegio en Bilbao y en Barcelona –Doctor Ingeniero por su Universidad Politécnica-: Consejo de Administración de Caprabo, director de la concesionaria de autopistas ACESA, cónsul honorario de Singapur, miembro del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Barcelona, experto en finanzas y mercados de futuro, Consejero de Economía de la Generalitat de Cataluña, diputado del Parlament de Cataluña durante un par de años, vicepresidente de Foment y la Cambra de Comerç… por no citar sino unos pocos de sus compromisos en el mundo político, empresarial y financiero, amén de presidente del Movimiento Scout Católico desde finales de 1976 hasta 1978, y asesor de un amigo común, obispo, hasta lograr salvar, sin trampas legales, la economía de una diócesis al borde de la bancarrota.
Burgalés, catalán y ciudadano del mundo, católico bien formado, profundo en su espiritualidad, porque la espiritualidad es la autoconciencia de una vida vivida con coherencia en relación a Dios y a los hermanos. Dios tenga en su Gloria, estoy seguro de que lo tendrá, a José Manuel Basáñez.
Antonio Matilla, ex-consiliario scout MSC.
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