"Después de un año en el Hércules donde su madurez futbolística es un hecho, volvió a casa con la sonrisa de siempre", afirma el periodista Chema Díez
Algunos quizá no entendieron por qué te fuiste, otros por qué has vuelto… pero la gran mayoría sonríe porque estás aquí. Y eso es lo realmente importante.
Carlos de la Nava jugó de nuevo un partido oficial en el Reina Sofía de Salamanca ante casi 4.000 fieles seguidores que saben que, a sus 31 años, van a ver al futbolista más completo.
Experiencia, madurez, físico, visión de juego y una gran capacidad de adaptación al medio son las principales características de un futbolista que sólo con llevar el ‘10’ a la espalda ya es diferente al resto.
Después de un año en el Hércules (logró el ascenso a Primera RFEF) donde su madurez futbolística es un hecho, volvió a casa con la sonrisa de siempre, para ser el mismo futbolista que ya era, ése que juega y hace jugar, más si cabe en un año que puede ser histórico para Unionistas. Todos lo esperamos.
Su sonrisa asomaba ya segundos antes de saltar al terreno de juego, como antes, como ahora… como siempre… sus casi 190 centímetros esculpidos a base de trabajo son razón suficiente para verle chocar y pelear con el rival, aguantar pelotas, pivotear y rematar. Pero, a todo ello hay que sumarle su gestión del juego y la pelota, bajando a recibir como lo hace un interior en campo propio para hacer dudar a su marca y liberar espacios para sus compañeros.
Girar el juego y entrar como lo hace un cuchillo en la mantequilla fue una de las señas de identidad de Carlos de la Nava en el partido contra el Bilbao Athletic; los que saben y entienden de fútbol, creo que saben a lo que me refiero. Y no, De la Nava no está para marcar goles, no es su función principal ni lo fue ni lo será nunca; otra cosa es que también lo haga.
La justicia vital y futbolística le permitió peinar un balón tras un córner y ponerlo en el palo contrario abajo, pegando en el mismo para hacer el 2-1 en el marcador y certificar la remontada de Unionistas. Pero también para quitarse una losa de encima, para volver a sonreír de verdad, para mirar el cielo y, tras aguantar las lágrimas, señalar allí arriba, donde también están muy orgullosos de él.
No han sido semanas fáciles para el bueno de Charly y no, claro que no, no tengo ningún interés en ocultar que, además de amigo, es una persona alejada de los estereotipos asociados al futbolista. Y eso, hoy en día, es oro para cualquier equipo.
Contra el Bilbao Athletic fueron 78 minutos sobre el campo donde presionó, bajó a recibir a campo propio, cambió de orientación el juego, se pegó con los centrales, acarició la pelota como lo hacen los que llevan el número ‘10’ y usó la cabeza para adelantarse a todos y tocar el cielo…
Para eso regresaste, para ser aún más importante, para creer que este va a ser el año de Unionistas y para demostrar a algunos, que jugadores como él hacen mejor al fútbol. Y todo ello sin dejar de ser Carlos de la Nava. No pido que lo mejoren, solo igualen…