El Museo Art Nouveau Art Déco ofrece un recorrido por sus orígenes como la casa modernista de Miguel de Lis
Tras la exitosa exposición de Fernando Botero, la Casa Lis, nuestro Museo modernista se mira en el espejo del tiempo para recordar a visitantes y salmantinos su auténtico origen de hogar de familia, de Casa sorprendente convertida en declaración de modernidad de la mano de un dueño emprendedor, Miguel de Lis y de la Puebla y de un arquitecto visionario, Joaquín de Vargas. Una casa que sirvió de hogar no solo a los Lis, sino a los Esperabé y a miembros de la iglesia antes de sumirse en un periodo de ruina que retrató magistralmente el poeta salmantino Aníbal Núñez en un poema que ahora nos recuerda la Casa plena de “genios alados de fundición” en sus hermosas paredes. Una decadencia de la que salió gracias a la inspiración del alcalde Jesús Málaga convertida en Casa de Cultura primero y en Museo de la exquisita colección del anticuario de Navasfrías, Manuel Ramos Andrade, después, mano y guante modernista de un empeño que es ahora uno de los espacios más visitados de todo Castilla y León.
La exposición recorre, a través de las fotografías de Gombau depositadas en la Filmoteca de Castilla y León con sede en Salamanca, el reportaje que el fotógrafo, quien abrió su estudio en 1893 en la Calle Prior y por el que pasó toda la ciudad, realizó por encargo del dueño de la Casa en 1908. Venancio Gombau entró “hasta la cocina” y la recorrió entera con su objetivo, como en los reportajes modernos de la revista “Hola”. Se trataba de mostrar el poderío económico y el atrevimiento moderno de un industrial del muy conservador gremio de los curtidores, Miguel de Lis de la Puebla, viajero de la modernidad, que en sus estancias en las capitales europeas se había enamorado del estilo modernista y de las nuevas construcciones de hierro, cristal y ladrillo. Un estilo que contrastaba con las masas pétreas de la Salamanca rural, dormida, atrasada y polvorienta de la época, que asistió con cierta sorpresa a la construcción de la casa por parte del arquitecto del Ayuntamiento, un también sorprendente Joaquín de Vargas, llegado en 1890 tras sus estudios de arquitectura y matemáticas, después de haber trabajado en la construcción del Palacio de Cristal del Retiro madrileño. Vargas, de la escuela racionalista, pensaba que la arquitectura era arte y ciencia, y como tal, razón y sentimiento. Junto con Lis, proyectará sobre la muralla –no está documentado que Miguel de Unamuno se quejara de su destrucción para hacer el edificio- un atrevido diseño con una fachada norte muy del gusto del modernismo belga y un inmenso mirador sobre el Tormes que, a diferencia del diseño actual, no tenía color en sus cristales. El interior, estructurado en torno a un patio abierto, no en vano Vargas era jerezano, aunque se instaló definitivamente en Salamanca casándose con una ganadera, estaba lleno de detalles florales, curvas modernistas, columnas de mármol de Carrara que sobrevivieron al desastre. Incluso, como una concesión al modernismo catalán de Gaudí, el exterior tenía una gruta y hasta una pequeña capilla para contentar a la mujer de Lis, Pilar Primo, más afecta al estilo isabelino e imperio que a las sorprendentes formas modernistas que amaba su esposo. Ella consigue imponer en cierto modo su gusto en ciertas estancias, pero los viajes del marido y su deseo de modernidad llenan la casa de muebles traídos de Francia, de objetos propios de una Europa muy alejada de la Salamanca rural y atrasada. Las fotografías de Gombau que reflejan a la señora de la casa feliz entre sus visitas y junto a un marido que lee “El Adelanto”, son en cierto modo una concesión a la galería. Por suerte, Pilar Primo consigue que el techo de la sala de baile sea de su gusto y el dormitorio, un pesado mastodonte isabelino. Y todo lo retrata Gombau con su composición exquisita que los visitantes pueden ver en la exposición como si pertenecieran a la familia o fueran visitantes bienvenidos.
Terminada en 1905, como reza en la entrada, la Casa de detalles florales y acuáticos es el triunfo de la modernidad. Miguel de Lis, Carlos Luna, quien trae la luz a Salamanca, los Mirat y los Moneo son los defensores de una nueva forma de hacer industria y de una manera distinta de mostrar la riqueza. Luis González de Huebra, en su tienda de San Pablo que cerrará en breve después de su larga historia, vende objetos traídos de Europa y artículos de fotografía. Incluso abre un vivero donde se compran las plantas que, en casa de los Lis, desbordan los rincones, el patio y las galerías. En las fotografías de Gombau, el gusto de los dueños por las plantas se deja sentir en las estancias adornadas con piezas escultóricas traídas de Paris, habitaciones que exhiben una extraordinaria colección de objetos decorativos entre los que descuellan las muñecas y los autómatas, los mismos que coleccionará Ramos Andrade, también especialista en los muebles franceses de estilo art nouveau que ama y atesora Lis. El visitante puede admirarse ante la riqueza de la Casa, y más cuando la mirada se detiene en los objetos que completan la muestra: muebles pertenecientes a la colección de Manuel Ramos Andrade, objetos adquiridos por el Museo tras su muerte, piezas todas que un espectador no consciente de la historia de la Casa, creería salidas del ajuar de los Lis como el barroco marco y soporte del retrato del señor.
La Casa que fascinara al escritor Francisco Ayala, quién la describió en la obra “El jardín de las Delicias”, renació de sus cenizas a partir de dos reformas que le devolvieron su empaque modernista, sus baldosas hidráulicas, y con la decisión de convertirla en continente del maravilloso contenido de la colección de Ramos Andrade, con las magníficas vidrieras que el anticuario diseñó y construyó Villaplana en Barcelona. Tanto las piezas que forman parte de la colección como las compradas tras su muerte por el museo, muestran que La Casa Lis es una institución viva que sigue adelante celebrando la herencia recibida y a la vez, mirando hacia el futuro. Museo moderno, de espléndidas muestras temporales, con este viaje en el tiempo hace un homenaje a la Casa familiar de los Lis, a la memoria fotográfica de una ciudad decimonónica que quiere mirar hacia la modernidad a través de la cámara de Gombau y sobre todo, recorre la historia de sus atrevidos creadores: Miguel de Lis, Joaquín de Vargas y Manuel Ramos Andrade, quienes, cada uno en su época, fueron visionarios de la belleza, esa belleza dedicada al objeto diario, a la vida cotidiana que dio nombre a un estilo fascinante basado en la naturaleza y en el atrevimiento: el art nouveau, art déco se convierte en la casa en un contrapunto perfecto a la masa monumental de la Salamanca del pasado, y aún en la actualidad, es un regalo inesperado para el visitante y para el salmantino. Porque siempre hay una excusa para pasear por la Casa de los Lis, para descubrir sus secretos, conocer su historia, admirarnos de su futuro y al mismo tiempo, recordar la ciudad de nuestros antepasados, aquellos que vieron llegar el tren, la luz y la prosperidad, mientras los Moneo fundían raíles, columnas, vigas y encajes para hacer del cristal mirador eterno sobre el río que nos lleva. El río de los curtidores, el río de una historia siempre presta a la belleza, la de un tiempo que es el nuestro.
El Museo se puede visitar de lunes a domingo entre las 11:00 y las 20:00 horas, pincha aquí para ver los precios de las entradas y promociones.