Suelo señalar con frecuencia que indudablemente nuestra ciudad mejora. Y en esto entiendo de notable importancia la colaboración crítica de entidades ciudadanas o personas. Tras el paso de Julián Lanzarote no es difícil percibir avances en la sensibilidad hacia temas antes ignorados. Quizás los apabullantes resultados electorales del partido gobernante desde 1996 podría hacer pensar en lo innecesario de ello, pero algo debe provocar ese cambio de percepción de la realidad por los elegidos y sus votantes. Aunque no se mida con el mismo rasero a todos, y se sustituyan opciones políticas con trabajo y modelo de ciudad triunfando en otros lugares por actores de la rancia nada.
El criticar no concede automáticamente la posesión de la verdad absoluta, demasiadas cosas no son blanco o negro. Y no está mal comparar, conocer otras experiencias aporta y el tiempo suele expresar con frecuencia lo bueno de haberse fijado en ello. Lo que me cuesta es comparar realidades muy diferentes, como hacerlo con la Villa y Corte de España dentro de España. Ese distorsionador problema territorial, económico y fiscal plantado en la mitad de la Península, verdadera causa de nuestro despojo, no unos lejanos independentistas que hace décadas nos mantienen (tras la ayudita previa del modelo político del una, grande y libre).
Afortunadamente en los últimos tiempos Salamanca lleva un camino más verde, lastima del tiempo perdido. Eso no supone el fin de tropelías como la reciente tala del gran árbol de la Avenida de la Aldehuela para poner coches (¿a pesar de tenerles tanto cariño porqué siempre le hacen eriales de asfalto recalentable?), cuando dicen estar por la movilidad sostenible, u otras denunciables si queremos continuar mejorando nuestra calidad de vida. Nada que ver con la deriva imposible del obstinado acoso al arbolado madrileño. O suciedad en nuestras calles, lejos de tiempos pasados e incluso con momentos brillantes. Pero siempre hay algo, no comparable afortunadamente a otros lugares, denunciable con ánimo constructivo para seguir mejorando.
Mencionamos los árboles, y ciertamente se han plantado muchos, pero ¿estamos seguros de su futuro?. Todavía perviven muchos espacios capaces de contener esas vitales plantas, y no llegan. Se hacen cosas interesantes como en la Calle de Zamora, pero a medias y no se traslada a otras vías peatonales. Se siguen eligiendo mal el tipo de árboles, ya comenté la plaza de San Julián con bonsáis incapaces de dar sombra mientras pegan plátanos a fachadas en calles estrechas. Por no hablar de detalles como la foto inicial de un semáforo de la Gran Vía. A lo largo de esta larga colección de artículos hay muchos apuntes sobre dónde combatir el exceso de calor urbano. Por ejemplo, ¿qué impide ponerlos en la Plaza del Liceo, en la Rúa junto a Salinas, o incrementar suel escuálido número en Poeta Iglesias?. Por no hablar de los barrios.
También nuestro Ayuntamiento se ufana de la cantidad de bancos repartidos por las calles, algo muy plausible. Pero se puede hacer más, aparte de mejorar la sensibilidad al colocarlos. Como a la sombra, algo no tan habitual, teniendo presente el avance del día. Desde luego no al dictado de intereses económicos privados (al igual que los arboles). Y por supuesto mantenerlos, se pueden ver bancos acusando el paso del tiempo cuando no sería difícil, ni costoso, corregirlo periódicamente. Por no mencionar las fuentes para beber, inexistentes en demasiados lugares de la ciudad, cuando resultan tan útiles combatiendo los excesos de calor. Cosas en las que la ayuda de la crítica constructiva, insistente incluso, puede aportar mucho.
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