El vecino de Peñaranda ha creado un taller improvisado para disfrutar de su hobbie
A veces, la jubilación puede suponer un freno vital más que difícil de llevar, especialmente para quienes han tenido como consigna el estar activos de principio a fin del día. Una situación que, en algunos casos, supone una puerta abierta a una ‘segunda edad’ más que tercera, con aficiones y apuestas personales tan llamativas como la que desarrolla Ignacio Plaza Orduña quién, a sus 66 años, compagina su pasión por la fotografía, con la marquetería y la creación de maquetas a escala de históricos barcos.
Nacho, a quién es más que habitual verle en los principales momentos sociales y festivos de Peñaranda, siempre pegado a la cámara y con la sonrisa por bandera, descubre uno de sus grandes rincones y a la vez pasiones personales desde la llegada de su jubilación, como es la creación de estas maquetas de barcos que suponen mucho más que un entretenimiento.
Pero para llegar hasta aquí, debemos acercarnos a los orígenes de su pasión, algo sobre lo que Nacho explica que “la afición me viene desde hace dos años, cuando un amigo del trabajo me entregaba varias partes de una maqueta de barco que estaba literalmente para tirar… a partir de esto empecé a ver videos buscar información para poder repararlo y desde ese momento descubría un mundo que desconocía y que es todo un enganche vital”.
Un proceso creativo que ha supuesto mucho más que un hobby ya que, tal y como afirma “si algo me ha enseñado esto es a calmar la cabeza…a realizar el proceso sin perder los nervios y ahora, cuando veo que no soy capaz de crear la pieza que necesito, hago un parón, me voy a casa o a pasear y procuro forjar ideas junto al plano… ya no me enfado como lo hacía antes” y añade que “al final te das cuenta de que esto es mucho más que una afición, ya que le dedicas largo tiempo en aprendizaje y montaje… es un proceso tan increíblemente delicado que te engancha”.
Hablamos de un proceso para el que Ignacio se ha preparado a conciencia, montándose un recogido taller, que cuenta con maquinaria que en algunos casos ha sido diseñada y realizada por el mismo, a medida, para elaborar las innumerables piezas que lleva cada una de estas maquetas. Una labor que tenía su principio ya que, tras esa primera incursión recuperando el barco entregado por su amigo, comenzaba un camino creativo en el que “el primer barco que realizaba fue la Perla Negra. Un verdadero reto, con más de un año de trabajo, que ha supuesto el primer gran esfuerzo en su nueva afición” ya que, tal y como apunta, “como al empezar creo que todos cogemos las cosas con ganas, yo empleaba horas y horas en crearlo… me ha supuesto un gran aprendizaje, sobre todo de todos los errores que cometía en él y técnicas para poder avanzar en el resto. No lo voy a olvidar nunca”.
A partir de ahí, el relato de Nacho es contundente: “Ya tengo hecha la Pinta, estoy desarrollando la Niña, y ya tengo los planos de la Santa María”, quién no se marca objetivos ni metas en esta nueva faceta que vive y disfruta, siempre con el apoyo de su mujer y su familia, quienes entienden a la perfección ese “reloj gigante” que preside su mesa de trabajo y sobre el que compagina esta pasión con su apoyo incondicional en el hogar y de su mujer.
“Estar continuamente en el proceso de creación de todo esto supone un esfuerzo mental que considero muy positivo y más después de jubilarme… La cabeza está siempre activa y pensando soluciones, algo que de verdad me mantiene permanentemente activo”.