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Sermón de la barbarie
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Sermón de la barbarie

Actualizado 06/07/2024 09:21
Ángel González Quesada

(En cursiva, el poema de César Vallejo del 25 de septiembre de 1937 ‘La paz, la avispa, el taco’, en Sermón de la barbarie)

Como por arte de magia, probablemente infectados por el posibilismo diario de la intrascendencia, han desaparecido de los titulares y de los telediarios las noticias sobre el genocidio que Israel sigue cometiendo en Palestina, donde cada día son asesinadas decenas de personas, en una operación perfectamente diseñada y planificada que cuenta con la anuencia y el silencio de la comunidad internacional y a la que ahora se le suma el ominoso silencio de la prensa y el desprecio de los canales de información globales.

La paz, la avispa, el taco, las vertientes,

el muerto, los decilitros, el búho,

los lugares, la tiña, los sarcófagos, el vaso, las morenas,

el desconocimiento, la olla, el monaguillo,

las gotas, el olvido,

la potestad, los primos, los arcángeles, la aguja,

los párrocos, el ébano, el desaire,

la parte, el tipo, el estupor, el alma...

Un antiguo adagio periodístico afirma que lo que no se publica no existe, y eso sucede con guerras olvidadas en los cinco continentes, donde los enfrentamientos civiles, las torturas, asesinatos y eliminación sistemática de grandes partes de la población civil, los secuestros, las violaciones y las grandes fosas ignoradas, son silenciadas, acalladas o directamente despreciadas, en un nuevo ejercicio “occidental” de un antiguo colonialismo dictatorial, esta vez político e informativo, que deja inermes a millones de personas frente a la intrascendencia, la banalidad y lo episódico, categorías de que suelen encargarse los “informadores” de la autodenominada comunidad internacional y muchos de quienes se llenan la boca con la “libertad de prensa”.

Dúctil, azafranado, externo, nítido,

portátil, viejo, trece, ensangrentado,

fotografiadas, listas, tumefactas,

conexas, largas, encantadas, pérfidas...

Durante meses, el genocidio de Palestina, que continúa con igual o más ferocidad hoy, sirvió a los círculos políticos occidentales y a sus voceros (la prensa) para sembrar una suerte de falso humanismo que mostraba “mujeres y niños” asesinados y suministraba imágenes de hospitales destruidos, en una operación de sensibilización destinada, ahora lo sabemos, a una labor paradójica de insensibilización cuyo resultado ahora vemos: acostumbrarnos a convivir con la barbarie.

Ardiendo, comparando,

viviendo, enfureciéndose,

golpeando, analizando, oyendo, estremeciéndose,

muriendo, sosteniéndose, situándose, llorando...

El genocidio de Palestina, cuyo rechazo debe imponerse a cuantos se miren a sí mismos como demócratas o defensores de los derechos humanos, no es, sin embargo, sino un eslabón más de la aporofobia que está llevando a propuestas como la realizada en España por el fascismo patrio de movilizar al ejército para evitar que los cayucos de los hambrientos africanos lleguen al país, o el lamentable humo de posibilismo falsario que ha sembrado Francia y otros países cercanos, de una aceptación de la ultraderecha por parte de las capas más necesitadas de la población.

Después, éstos, aquí,

después, encima,

quizá, mientras, detrás, tanto, tan nunca,

debajo, acaso, lejos,

siempre, aquello, mañana, cuánto,

cuánto!...

Tal vez estas líneas sean una repetición y quizá una inutilidad. Pero si olvidamos la crueldad, si nos acostumbramos al crimen sin pestañear, si aprendemos a vivir en la indiferencia hacia el sufrimiento humano, todos nuestros pétreos frontispicios de igualdad, justicia, democracia y solidaridad volverán a convertirse en la arena original de cuando todavía no éramos capaces de pensar. El crimen de Israel, que todavía apuñala diariamente al pueblo más pobre y mendigo, Palestina, no puede formar parte de las páginas de la historia anterior, salvo que queramos que la historia sea la más horrible imagen del espejo.

Lo horrible, lo suntuario, lo lentísimo,

lo augusto, lo infructuoso,

lo aciago, lo crispante, lo mojado, lo fatal,

lo todo, lo purísimo, lo lóbrego,

lo acerbo, lo satánico, lo táctil, lo profundo...

César Vallejo / Ángel González Quesada.

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