No es del mundo de los vivos, es de un universo consustancial a nuestra identidad
Joaquín Sabina no es de este mundo, como otros muchos artistas dueños de nuestra más absoluta intimidad. No es del mundo de los vivos, es de un universo consustancial a nuestra identidad porque Sabina escribió y cantó las respuestas a las preguntas de nuestro D.N.I. Fue nuestro demonio y nuestra vicisitud en crecimiento…y ahí quedó para los restos.
Sabina es alguien que no se irá nunca, ni se vendrá, ¿qué más da lo que haga? Ya es un mito y un símbolo generacional y como tal está por encima del bien y del mal, por encima del calendario con el que instrumentalizamos el tiempo para el curro, las vacaciones y todas esas fruslerías. Fue tal su genio boli en mano para describirnos, avergonzarnos, historiarnos y enamorarnos que nos da igual su realidad porque él nos explicó la nuestra, pintó nuestros sueños y arriesgó su pellejo pegado a nuestro culo en nuestras aventuras sentimentales.
Sabina es un cachondo, roncoso, whisquero y, en su momento, bondadoso y generoso putero. Nos quiso tanto y tanto que casi da la vida por la peña cayendo dos metros escenario abajo.
Físicamente anda flojeras por el “qué me quiten lo bailao”. Y le queremos tanto y tanto que le perdonamos que nos vacile por la cara, dando a la prensa y al mundo mundial, la “primicia” de que ya no canta más…pero… después de una gira internacional por España, su querida Argentina y países coadyugantes. Y que vuelve cuando quiera y etc… etc… O sea que sí, pero no, o depende de que, o quizá no sé, o ya veremos.
Queremos tanto a Joaquín que nos la sopla lo que diga, lo que haga y lo que piense porque lo llevamos en la sangre no solo 19 días y 500 noches. Para siempre. A Sabina, lo que haga falta.