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Una nueva escultura de Pedro de Mena en Alba de Tormes
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ALBA DE TORMES

Una nueva escultura de Pedro de Mena en Alba de Tormes

Actualizado 02/07/2024 15:41
Roberto Jimenez

‘San José con el Niño’ se suma a la espectacular escultura ‘La Soledad’, presente también en el Museo Carmelitano ‘Carmus’

El museo de Santa Teresa de Jesús en Alba de Tormes ‘Carmus’ continúa en permanente estudio de sus obras. Recientemente, acreditados especialistas artísticos han identificado una escultura de San José, perteneciente a Pedro de Mena.

La pieza se suma a la misma autoría de la espectacular pieza de ‘La Soledad’, que puede contemplarse en el mismo museo a escasos metros de la obra San José con el Niño. Pablo Rojas, de la Universidad de Salamanca, explica que la talla representa a San José mientras se gira para tomar de la mano al Niño Jesús, que corresponde el designio de su padre, ambos en actitud de caminar. El juego de miradas y la posición de los cuerpos capturan el instante preciso en el que ocurre la acción.

La infancia de Cristo

En esta escultura debe considerarse parte del imaginario de la devoción carmelitana tanto por la representación de la infancia de Cristo como por el énfasis que se realiza en la figura de san José como guía segura y paternal, tal como defendiera santa Teresa. Igualmente, el conjunto se presenta de manera cercana y directa ante la comunidad que lo veneraría, en la línea de los principios impulsados por la Contrarreforma y de las propias dinámicas con este tipo de imágenes devocionales practicadas por Teresa de Jesús en consonancia con la devotio moderna.

Entre las principales devociones teresianas, la figura de san José destaca como el principal protector de la Orden de los Carmelitas Descalzos que, a partir del siglo XVII pasó a convertirse en uno de los santos más venerados de la Iglesia católica. No sorprende, por tanto, la inclusión de la escultura que aquí se aborda dentro de los fondos del Museo Carmus de Alba de Tormes. Atribuida a Pedro de Mena, su análisis se enfrenta a los problemas comunes de tantas piezas sin firmar del Barroco andaluz, donde el formalismo juega un papel clave a la hora de estudiar su evolución, con las precauciones que este enfoque conlleva.

San José 'Guiador', San José 'Itinerante'

La variante de José “guiador” o “itinerante” fue común en España, como se ve en el lienzo de El Greco de finales del siglo XVI para la capilla de San José en Toledo, cuyo modelo también se eligió para la escultura del mismo tema en las Carmelitas Descalzas de Madrid realizada por Pedro de Mena durante la siguiente centuria. En estos dos últimos ejemplos, el Niño busca la protección y amparo de su padre aferrándose a él, mientras que en la talla del Carmus atiende con parsimonia y se dispone a tomarlo de la mano. Esta idea de protección a un individuo importante y joven por una figura mentora está presente también en la forma de representar al arcángel san Rafael acompañando a Tobías. En cualquier caso, sobresale el naturalismo de la escena, presentada con gran empaque a través de los llamativos pliegues y policromía de los ropajes de san José y de los profusos ornamentos de los del Niño.

El apogeo que alcanzó la iconografía de san José parte del progresivo avance iniciado en el siglo XVI -y especialmente tras el concilio de Trento-, momento en el que se pasa de la imagen de esposo senil de la Virgen a la de hombre de cuarenta años en el ideal de esta edad. De esa manera aparece como “padre nutricio”, en plenas facultades y sin los achaques del paso del tiempo. Asimismo, aderezan el conjunto la vara de gran desarrollo y los nimbos de plata. Estos últimos se disponen a modo de coronas con rayos solares y piedras de colores engastadas. Posiblemente, estos complementos fueran añadidos posteriormente para adecuar la pieza a los nuevos gustos o usos, así como algunos repintes. Mientras que los nimbos potencian el carácter sagrado, regio y poderoso de las figuras, la vara florecida de semejante vistosidad alude a su victoria sobre los demás pretendientes de María y al carácter virginal del matrimonio, que aquí anima la composición al reforzar una marcada diagonal entre la cabeza del padre y los pies del hijo.