Estamos a tiempo de corregir el error que fue privar a la Región Leonesa de ser comunidad autónoma. Viendo la evolución socioeconómica de Salamanca, Zamora y León, seguir en Castilla y León no puede ser una opción.
El pasado miércoles el pleno del ayuntamiento de La Zarza de Pumareda aprobaba una moción instando a la formación de la comunidad autónoma de la Región Leonesa, integrada por las provincias de León, Zamora y Salamanca. Y lo hizo precisamente el mismo día en que la Diputación de León aprobaba una moción en el mismo sentido, buscando esta autonomía triprovincial que, si nos basamos en los artículos 2 y 143 de la Constitución, tiene mucho más sentido que la autonomía birregional de Castilla y León en que nos insertaron en 1983.
Se suma así La Zarza en nuestra provincia a otro municipio de la comarca de Ciudad Rodrigo, Serradilla del Arroyo, que también aprobó la moción por la autonomía de la Región Leonesa, y a los que se unirá en breve Valdelosa, en la comarca de Ledesma, que ya ha anunciado que aprobará esta moción en el pleno que celebrará en julio.
Las razones para ello parecen claras y lógicas. Por un lado, las cuestiones socioeconómicas, ya que la Región Leonesa es el territorio que peor evolución está llevando en periodo autonómico no solo de España, sino de toda Europa occidental, con unos datos en índice de envejecimiento, despoblación, tasa de actividad o evolución de la renta per cápita absolutamente lamentables, habiendo perdido entre León, Zamora y Salamanca 180.000 habitantes desde su integración en Castilla y León hace cuatro décadas, lo que supone que cuatro de cada cinco habitantes perdidos por esta autonomía desde su creación se concentran en la Región Leonesa. Por ello, parece lógico que se plantee que seguir como hasta ahora no debe ser el camino.
Pero además, habría razones históricas de peso para reclamar esta autonomía propia. Y es que a la Región Leonesa se le hurtó en la Transición su derecho constitucional a ser comunidad autónoma, incluyendo a sus tres provincias en un ente de nuevo cuño, Castilla y León, formado en 1983 tras haberlo acordado en una cena Rodolfo Martín Villa por la UCD y Gregorio Peces Barba por el PSOE, que acordaron firmar la carta de defunción de dos regiones históricas de España como León y Castilla la Vieja para reunirlas en una misma comunidad autónoma (separando a Santander y Logroño de Castilla la Vieja eso sí), saltándose a la torera la propia Constitución.
Y es que, no hay que olvidar que al aprobarse la Constitución la Región Leonesa estaba oficialmente reconocida como región, formada por las provincias de Salamanca, Zamora y León, y precisamente el artículo 2 de la Constitución lo que marca es que las regiones tienen derecho a ser comunidades autónomas. Entonces Castilla y León no existía como tal, pero se constituyó como comunidad autónoma, ya que como señalaba en sus memorias publicadas en 2015 el ex-alcalde de Salamanca, Jesús Málaga, en el debate sobre el proyecto de Estatuto de Castilla y León “defendí entonces la Comunidad de León con Zamora y Salamanca. Otro gallo nos habría cantado, pero los intereses vallisoletanos pudieron sobre los demás.”
No fue la única autoridad en la provincia que veía con mejores ojos la comunidad de la Región Leonesa, pues el senador salmantino por Alianza Popular (actual Partido Popular –PP-), Fernando Gil Nieto, reclamaba en octubre de 1982 que “no había que desechar la idea de formar una autonomía del Reino de León”, tal y como recogía El Adelanto en su edición del 30 de octubre de 1982.
Por su parte, desde Castilla la Vieja tampoco faltaron voces reclamando autonomías separadas para León y Castilla, y así lo expusieron los populares segovianos en la sesión del Congreso de los Diputados el 22 de febrero de 1983, cuando señalaban que “queremos una Castilla sin adjetivos, diferenciada del Reino de León”, apuntando asimismo su oposición a la creación de Castilla y León señalando que “tales embrollos dan lugar a que dos de los más antiguos pueblos de España, el castellano y el leonés, se encuentren en situación tan particular cual es la de estar llamados a desaparecer. Y, precisamente, lo que Segovia ha intentado e intenta mantener en este momento no es una postura cantonalista ni aldeana, sino, por el contrario, una posición llena de sentido histórico, defendiendo precisamente que la región histórica llamada Castilla y también la entidad histórica llamada León no formen un ente híbrido”.
Previamente, tal y como recogía El Adelanto el 30 de septiembre de 1982, el propio fundador del actual Partido Popular (PP), Manuel Fraga, había mostrado en un acto en Salamanca su simpatía por una autonomía de la Región Leonesa, señalando la prensa que “Fraga añadió más confusión a esta cuestión cuando declaró, en Salamanca, que tenía cierta simpatía hacia una posible formación de una autonomía del Reino Leonés”.
Sin embargo, no faltaron presiones desde Valladolid para forzar las votaciones en los ayuntamientos de León, Zamora y Salamanca, provincias que a falta de mes y medio para concluir el plazo que marcaba la Constitución, seguían sin contar con el beneplácito del número de ayuntamientos necesarios para poder sacar adelante su integración en la comunidad de Castilla y León. Por ello, desde El Norte de Castilla se acusó a la UCD zamorana de estar sondeando la posibilidad de constituir una autonomía leonesa, con las provincias de León, Zamora y Salamanca.
Una posibilidad que desde Madrid se recogió en prensa días después, señalando El País el 15 de marzo de 1980 que la “UCD de León estudia la posibilidad de constituir un nuevo ente autonómico con las provincias integrantes del viejo reino -Zamora y Salamanca-, basado en afinidades de carácter económico y, más concretamente, en la elevada cuantía de los ingresos que previsiblemente recibirán estas provincias a través del llamado canon de producción de energía eléctrica”.
No obstante, apuntaban que era precisamente desde la UCD de Zamora y Salamanca desde donde se proponía la formación de una comunidad leonesa, al publicar que “El País pudo saber, sin embargo, de fuentes próximas a UCD, que la posible integración de León, Zamora y Salamanca en una nueva comunidad autónoma fue presentada como iniciativa de estas dos últimas provincias.”
En todo caso, la posible autonomía de la Región Leonesa hizo sonar las alarmas en las cúpulas de UCD y PSOE en Valladolid. Y es que, tal y como señalaba González Clavero en su libro ‘Castilla y León. El proceso autonómico’, “la posibilidad de que se terminara constituyendo una autonomía basada en el antiguo Reino de León siempre preocupó en la provincia vallisoletana.”
Por ello, quien había sido nombrado a finales de febrero de 1980 como presidente de UCD para Castilla y León, Salvador Sánchez-Terán, se movilizó y consiguió que en apenas medio mes, entre finales de marzo y principios de abril de 1980, se aprobasen en los ayuntamientos de Zamora y Salamanca necesarios las mociones de integración en Castilla y León que no se habían conseguido aprobar en casi cinco meses. Tras ellas, cayó la provincia de León, la última en dar ese paso, ante una amplia contestación social.
Posteriormente, ya formada la comunidad de Castilla y León, quien más tarde fuera senador del PP por la provincia de León, Luis Aznar, declaraba en el Diario de León el 30 de septiembre de 1984 que “hoy día nadie niega que existió un fraude, político al menos, en las actuaciones de los parlamentarios y políticos que solicitaron la incorporación de nuestra provincia a la autonomía castellana”.
Y es que, tal y como apuntaba en el Diario de León el 16 de enero de 1983 el entonces portavoz de UCD en el Ayuntamiento de Ponferrada, “el sentimiento, la aspiración de todos los componentes de la Diputación, así como la mayoría de mujeres y hombres de El Bierzo, era el de optar por León solo. [...] por una necesidad de Estado se dijo sí a incluir a León en el ente castellanoleonés; por una razón de Estado se atendió aquella necesidad, no porque realmente lo desease el pueblo de León y mucho menos sus representantes.”
Sea como fuere, cuatro décadas después, y tras una evolución socioeconómica catastrófica para Zamora, Salamanca y León, la herida sigue abierta en el corazón de la Región Leonesa por haberle robado una autonomía a la que tenía y tiene derecho, y que le permitiría acceder a más fondos de cohesión europeos así como dotarse de más instrumentos para poder afrontar con mayores garantías la difícil coyuntura socioeconómica en que se halla.
En todo caso, como dice el refrán, “nunca es tarde si la dicha es buena”, y aunque los daños sufridos son evidentes, aún se está a tiempo de corregir el error que fue privar a la Región Leonesa de ser comunidad autónoma y hacer justicia con ello a la propia historia de España, fruto de la cual el blasón del Reino de León ocupa el segundo cuartel del escudo de España. La Zarza de Pumareda ya ha dado el paso para ello, no nos quedemos atrás y demos todos ese paso para buscar un mejor futuro porque, a la vista de los datos socioeconómicos, seguir en Castilla y León no puede ser una opción para Salamanca, Zamora y León.