La lectura de todos los buenos libros es como una conversación con los mejores ingenios de los pasados siglos.
DESCARTES.
Cada paso que se da hacia el conocimiento más íntimo de la naturaleza conduce a la entrada de nuevos laberintos; pero esta intuición vaga de tantos misterios por descubrir, estimulando en nosotros el ejercicio del pensamiento, nos causa, en todos los grados del saber, un asombro mezclado de alegría
ALEXANDER VON HUMBOLDT
Seguimos con las recomendaciones de libros para este verano. Toparse con un libro sustancioso puede ser una experiencia inquietante, puede que muchas de nuestras certidumbres queden en suspenso. Para leer se necesita unas buenas dosis de humildad y de sentido del humor, es una oportunidad para transcender la esclavitud de los intereses y ver muchos mundos en este mundo. Es una forma de libertad. Con los libros hablamos hablándonos. Frente a la dictadura de las pantallas, encontrar un tiempo para leer es bañarse en la luz de la esperanza.
Recomendamos otro libro para nuestras lecturas en verano con una penetrante mirada humanística: La herencia de Eva. Del instinto de curiosidad a la ciencia moderna, de Carmen Estrada. La autora es catedrática de fisiología humana, investigadora en neurociencia y estudiosa del griego clásico, explora la historia de la ciencia, su papel en el desarrollo de nuestra cultura y el lugar que ocupa hoy, y sitúa los orígenes de esta actividad humana, natural, instintiva y hermanada con la filosofía mucho antes del nacimiento de la palabra ciencia, en los inicios de nuestra especie.
El libro no es en sí una historia de la ciencia, comenta la autora, aunque se cuenta cómo fueron sus comienzos y su papel en determinados momentos históricos. Tampoco es un libro de filosofía de la ciencia, aunque podemos encontrar en la obra reflexiones sobre su incidencia en el conocimiento humano. Tampoco quiere ser un libro de divulgación o un análisis sociológico de la actividad científica. No podemos decir que sea un libro de memorias, aunque las experiencias han influido en su elaboración. Carmen Estrada desarrolla un encuentro entre las ciencias y las humanidades como uno de los motores más significativos de la civilización.
En el capítulo tercero, la autora nos comenta las dos dimensiones en torno a las cuales se articulan las sociedades humanas, la técnica y la cultura, dónde ninguna ha permanecido al margen de la voracidad capitalista. La primera produce herramientas para facilitarnos la aceptación al medio, al mundo. La segunda, que se basa en el lenguaje, genera una visión del mundo que ayuda a la organización de la sociedad con una serie de símbolos y códigos compartidos. Yo creo, que la obra recoge lo mejor de esos dos mundos a veces separados e incluso enfrentados.
La obra, ha querido rescatar una visión de la ciencia como actividad natural e instintiva, aquella que según los relatos mitológicos se inició en la mismísima Eva, guiada por la curiosidad, comió el fruto del Edén que proporcionaba sabiduría y conocimiento y lo compartió con Adán. Esta búsqueda natural del mundo se ha considerado en sus inicios una actividad de filósofos. La palabra más antigua de ciencia es la griega episteme, que significa “pararnos ante algo a observar”, incluyendo las ideas de indagar, contrastar la verdad alcanzada y de abandonarla si surgen evidencias en contra.
Son exactamente las tres etapas del quehacer científico: la curiosidad o deseo de saber, la adquisición del conocimiento y su transmisión a otros para que lo continúen. La curiosidad existe, pero se la considera un elemento negativo. Respecto a la fruta, no se presta atención a su cualidad de vehicular el conocimiento, sino más bien al hecho de que estaba prohibida y al pecado que supuso haber desobedecido al dios al comerla.
Como vemos sitúa los orígenes de esta actividad humana, natural, instintiva y hermanada con la filosofía, mucho antes del nacimiento de la palabra ciencia en los inicios de nuestra especie. Este ensayo quiere situarse a caballo entre la historia de la ciencia, la filosofía y la sociología, relata de manera muy refinada y personal los grandes descubrimientos y colaboraciones científicas, así como las maravillosas curiosidades que se esconden detrás de muchos de ellos.
Pero La herencia de Eva es también una crítica convincente a cierta manera de entender la ciencia como medio para alcanzar unos fines interesados. Quiere realizar una poderosa defensa de su función social y un intento de comprender la situación incómoda a la que se ha visto abocada en la sociedad neoliberal y globalizada actual. Solo a través del humanismo científico, o de una ciencia humanista, podremos recuperar el papel central y de vanguardia que ha desempeñado la ciencia a lo largo de nuestra historia.
Es un libro que tiene una lectura fácil y amena, sin perder el tono expositivo del rigor científico. Un libro muy apropiado para nuestras sociedades de la distracción y consumista, ya que nos desvela esos grandes problemas del mundo real como el cambio climático, las desigualdades, la educación, el pensamiento, las humanidades, la ciencia. Comenta la autora, que se debería proporcionar a todos, alumnos de letras incluidos, una educación científica básica, de modo que no se sintieran tan perdidos ni cayeran con tanta facilidad en manos de embaucadores. Solo a través del humanismo científico podremos recuperar el papel central y de vanguardia que la ciencia ha desempeñado a lo largo de nuestra historia.
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