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Palmeros, deshora y cumpleaños
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Palmeros, deshora y cumpleaños

Actualizado 21/06/2024 07:48
Ángel González Quesada

La ceremonia de autobombo celebrada en Madrid durante todo el día 19 de junio de 2024, en la que la monarquía borbónica ha sobrepasado los ya por ella superados límites del pudor, ha puesto de relieve una vez más la cada día más incomprensible lagotería de la prensa española, que ha cubierto con todo lujo de detalles, ángulos y espacios, el auto homenaje que Felipe de Borbón se ha hecho, con la anuencia y el aplauso de la reacción patria, para celebrar diez años de disfrute de la herencia de su padre, el trono de rey, que a su vez había sido impuesto como forma de gobierno por el criminal Franco después de un sangriento golpe de estado, una guerra civil destructiva y criminal, y una oscura dictadura no menos homicida de cuarenta años.

En una situación que llaman de ‘polarización’ política, que no es más que la carta de naturaleza que tiene en este país un fascismo que trata de igualar la decencia con su contrario, súbditos acríticos agitadores de banderitas, desfile y colorista parada militar, intereses económicos, togas, sotanas y uniformes, han jaleado y jalean a una institución, la monarquía, cuya inutilidad, arcaísmo e ineficacia no son solo evidentes en todo momento, sino que su misma existencia, y más en la descarada forma en que se ejerce el doble tronío en este país, insulta diariamente a la democracia, a la que amputa sus más auténticos atributos como la igualdad, así como a los ciudadanos españoles, cuya libertad convierte en secundaria, minúscula, escasa, capada y condicionada, una dinastía, la borbónica, protegida vergonzosamente, y financiada impunemente, por demasiadas instituciones públicas.

Hay imágenes que abochornan especialmente, aunque sea más su sentido lo que hace que los españoles no podamos en absoluto sentirnos orgullosos de nosotros, vasallos, que provocan vergüenza, como esa de jóvenes herederas borbónicas rompiendo aparentemente el protocolo del ágape de celebración (ya en sí mismo un bochorno) para leerle al papá las notas de su cariño y la lisonja de su agradecimiento por haberlas situado de por vida en ese escalón superior al del común de los celtibéricos.

Toda la historia de la monarquía en España, su ejercicio y su misma naturaleza, es el relato de un absurdo, impuesto siempre, que trasciende su propia ineficacia porque afecta a la concepción que de sí mismos habrían de tener los ciudadanos españoles. Consagrada en una Constitución redactada en un tiempo de amenaza, y nunca revisada después su utilidad o su eficacia por las fuerzas políticas herederas de la dictadura y creadas también a la sombra de esa misma Constitución, la monarquía se ha impuesto en España a base de silenciamiento, manipulación y ocultamiento de su propia historia. Ceremonias como las que últimamente ha protagonizado la supuesta heredera del trono, sus desfiles, sus iniciaciones, sus estancias educativas, las soberbias familiares, los robos de su abuelo, la presuntuosidad de primos, tíos y allegados, y hasta ciertas actitudes de su padre como este auto homenaje, la continua loa incensaria de nobles de toda índole y otras vías de extracción presupuestaria, avergüenzan cualquier sensibilidad, ya no política o siquiera republicana, sino de amor propio.

Sigue hoy apareciendo como utópica la deseable República Española, única forma de estado que autenticará la democracia y respetará al sujeto democrático, cada uno de nosotros, como situado al frente, y propietario, de su propio destino y su futuro. A lo largo de la historia, los grandes pensadores han situado el valor de la esperanza como complemento de la utopía y, por eso, la lucha por la auténtica democracia, por el respeto y por la dignidad, no puede obviar ni tolerar sin al menos el grito, ceremonias de autobombo como las que sin duda volverán a protagonizar los monárquicos (y sus palmeros).

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