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“La vida sin ficción es insoportable”, Isabel Bernardo presenta en la Feria del Libro de Salamanca su libro de relatos 'Los gatos no hacen preguntas'
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CULTURA

“La vida sin ficción es insoportable”, Isabel Bernardo presenta en la Feria del Libro de Salamanca su libro de relatos 'Los gatos no hacen preguntas'

Actualizado 20/05/2024 12:12

Acompañada por la poeta Esther Ferreira y por Charo Alonso.

Hay cabezas de cartel que no requieren presentación, y más cuando se trata de Isabel Bernardo, mujer de cultura con mayúsculas a la que leemos en las columnas periodísticas, poeta, dramaturga y responsable de muchos de los actos que tenemos el placer de disfrutar. Cultura con mayúsculas una mañana de domingo de Feria, con una presentadora de excepción, la poeta Esther Ferreira quien nos recordó la importancia de celebrar un libro con el mismo abrazo con el que la Plaza acoge a esta Feria organizada por las bibliotecas municipales –la forma más democrática y cercana de hacer cultura diaria, a pie de calle-. De poeta a poeta, Ferreira alude a la “caricia elocuente” que le supone la escritura de Isabel Bernardo y su forma sabia de recorrer campo y ciudad en estos quince relatos bajo el misterioso y sugerente título “Los gatos no hacen preguntas”

Publicado por Castilla Ediciones, en la exquisita colección de “Cuentenario” que lleva el escritor y crítico vallisoletano José Ignacio García, el libro sorprende al lector con propuestas muy diversas –lo que es propio de la generosidad del cuento como género- donde la autora se mueve entre diferentes épocas, el presente y nuestro pasado inmediato, y diferentes ambientes, llevando siempre por montera su uso magistral del lenguaje y la convicción de que “La vida sin ficción es insoportable”. Columnista de fuste que se lamenta de la inmediatez del ese tipo de texto, ve en el relato una forma de ocupar los espacios perdidos que tenemos al cabo del día, así como una dificultad intrínseca: “El relato permite contar historias en poco espacio y requiere de tensión y de que todo fluya”, y en ese fluir suyo, aparecen, a la manera galdosiana, varias “Martas” que son diferentes y que en cada historia están “ahormadas a su espacio”. Y es así como habla y escribe Isabel Bernardo, recordándonos a la niña que aprendía palabras del diccionario, a la mujer que se documenta incansablemente, y a la intelectual valerosa que siempre tiene una opinión fundada cuando se le pregunta por esa “moda” de “volver a la tierra”. Para ella el relato nunca ha salido de la tierra, siempre ha estado apegado a ella y aunque cada historia busca los escenarios que precisa, recurrir a la “vuelta a la tierra”, para ella eso es un gesto de facilidad y de seguir una tendencia.

Dueña de la palabra precisa, no en vano es poeta preguntada por otra poeta, Isabel Bernardo nos recuerda que practica diversos géneros aunque sabe bien de la importancia del ritmo y de la partitura. De ahí que lea en voz alta sus propios textos y que, ante el requerimiento de la editorial, buscase en las gavetas de su escritura fecunda los relatos, en ocasiones anteriores, también recientes, para armar este libro en el que nos solazamos con su dominio del relato, el nervio del diálogo –no en vano es dramaturga-, su capacidad descriptiva de paisaje y paisanaje y su humor inteligente. El relato que da nombre al libro, sensual y originalísimo, cuenta con gracia que surgió en una sesión de senderismo en los Pirineos, quién sabe si por añorar el calor y la caricia frente al frío y la nieve. Y una de las historias más propias de un Delibes cercano al pueblo y a la tierra, la del Matarratas, surgió porque una amiga le comentó a voleo “Yo tenía un tío al que llamaban Matarratas”. Todo lo que pasa a un escritor se convierte en renglón que se arma con el andamiaje de la palabra y del oficio. Y como de oficio sabe mucho, de observación, más, y de la vida a ras de calle, surco o carretera más aún, este compendio de relatos es un auténtico deleite para un lector que disfruta de todos los quiebros, quince cuentos, quince, que salen por la puerta grande de nuestra mejor prosa breve.

Charo Alonso.

Fotografías: Carmen Borrego.