Tras los actos religiosos, con la familia Alonso Rivas ejerciendo la mayordomía desde Colombia, tenía lugar el reparto de 300 raciones de paella ofrecida por el Ayuntamiento
Como cada 14 de mayo desde hace ya más de 300 años, cientos de personas se congregaban en la ermita del Teso, en Pereña de la Ribera, para celebrar la fiesta de la ‘Virgen chica’, celebraciones en honor a Nuestra Señora de los Ángeles y cuya tradición se remonta al 14 de mayo de 1721.
Con la ermita de la Virgen del Castillo abarrotada, la eucaristía estuvo oficiada por el párroco de la localidad, José Ramón Mateos, y el del municipio luso de Bemposta, Pedro Sam?es, ejerciendo la mayordomía desde Colombia la familia Alonso Rivas, por lo que las varas fueron empuñadas por las colaboradoras de la Parroquia Marta y Elisa.
Al finalizar la eucaristía, el párroco anunciaba que debido a la jubilación de uno de los sacerdotes de este arciprestazgo, en la ermita de la Virgen del Castillo únicamente se celebrará misa el 9 de septiembre, Lunes de Pascua y 14 de mayo, en todos los casos a las 12:00 horas. Asimismo, José Ramón Mateos instó a los fieles a proteger los recursos naturales que tiene este entorno, el Teso de la Ermita, pues no en vano se incluye en la Reserva de la Biosfera ‘Meseta Ibérica’ y en el Parque Natural Arribes del Duero, y en cuyo paraje se encuentran varias especies de plantas únicas en Europa y en peligro de extinción, un legado el natural que como el religioso, cultural y arquitectónico hay que preservar para que puedan disfrutarlo las siguientes generaciones.
Finalizada la misa, amenizada por los sones de la gaita y el tamboril de Mario Benito González ‘El Risinas’, se procedería al ofertorio con la reverencia a la reliquia de la ‘Virgen chica’, acto amenizado por el canto de la mujeres bajo el sonido de la música de órgano.
Entre tanto, numerosas mujeres entraban al fondo de la sacristía para pasar tres veces sus pañuelos y cadenas por entre la reja que custodia la reliquia de la Virgen del Castillo, esperando su gracia para que les cuide de los males de pulmón y de garganta.
Concluidos los actos religiosos, no faltaba el convite de los mayordomos, unas palmeras con lazos de hojaldre, frutos secos y sangría, acto animado por los sones de la gaita y el tamboril. Tras un breve chubasco, se procedía al reparto de 300 raciones de paella elaborada por Arroces Al Grano y organizada por el Ayuntamiento, representado este por el alacalde y diputado provincial, Luis Rodríguez, quien estuvo pendiente en todo momento de que la paella fuera un nuevo éxito de la fiesta y que no logró empañar ni la lluvia.
Historia de la Virgen 'chica'
Según la tradición oral entre generaciones, corrían principios del siglo VIII cuando el asedio árabe acabó con lo que pudiera ser el pueblo de Pereña, entonces ubicado en el Berrocal (Teso de la Ermita de la Virgen del Castillo), lugar defendido por un castillo y cuyas ruinas sirvieron para ocultar la imagen venerada por sus habitantes en honor a Nuestra Señora de los Ángeles, una pequeña figura realizada sobre piedra que no volvería a parecer hasta mediados del siglo XIV.
Fue entonces cuando surge la leyenda de la aparición de la Virgen a un pastor indicándole dónde se hallaba enterrada. A partir de ese instante la religiosidad de este pueblo hacia su Virgen se transmitió a toda La Ribera, incluso traspasando el Duero y llegando a zonas de La Sierra tras la aparición, un 14 de mayo de 1721, en el interior de su peana, la Virgen ‘chica’, pequeña figura que imita a la primera y que surgió a raíz de una serie de acontecimientos milagrosos que desembocaron en una profunda devoción hacia su imagen. Desde entonces, la romería del 14 de mayo viene celebrándose con gran tradición y arraigo entre sus vecinos y habitantes de toda la comarca de Vitigudino.
Así pues, cada 14 de mayo decenas de pañuelos y cadenas acarician la reja guardiana de la piedra blanca, buscando parte de esa magia que se extendió por toda la provincia charra. Desde Las Arribes hasta la Sierra, e incluso al otro lado del Duero, los milagros del polvo blanco que desprendía aquel pedazo de piedra, surgida del interior de la peana de Nuestra Señora de los Ángeles, fueron poco a poco haciéndose un sitio en el corazón de las gentes.
Desde que en 1721 aquella peana de granito descubriera su tesoro, la Virgen del Castillo deslumbra a toda La Ribera, haciendo buena la leyenda escrita en los sueños de un pastor, que marcó el lugar de su descanso de siete siglos entre las ruinas del castillo para impedir el sacrilegio musulmán. Desde entonces, milagro tras milagro en gargantas y pulmones, han hecho la historia de esta fiesta pereñana, a la que acuden fieles fervorosos creyentes que esperan en sus pañuelos los favores de la Virgen ‘chica’, pero lo mismo que pequeña es su reliquia, es la de mayor veneración en toda La Ribera.